sábado, 3 de enero de 2015

Una animalidad expresiva que es al mismo tiempo una expresividad animal

El ojo de las distancias en "Cantos de la gaviota cocinera" de Graciela Cros. 1 de 3


1.
El libro Cantos de la gaviota cocinera de la poeta argentina Graciela Cros fue editado en Madrid, por Amargord Ediciones, en 2013. Se trata de una antología que compila textos poéticos procedentes de distintos libros que abarcan una vasta producción de más de veinte años, desde Pares Partes de 1985, hasta Mansilla de 2010, e incluye como cierre el texto ensayístico “Escribir poesía en la Patagonia. La senda del coirón: ¿reflexión o metáfora?” que fuera leído por la autora en las ciudades de Madrid y Barcelona, en diciembre de 2012. [1]


Cantos de la gaviota cocinera precipita desde su título una poderosa imagen del juego de lenguaje que propone. El umbral del texto advierte sobre una animalidad expresiva que es al mismo tiempo una expresividad animal. Esta pequeña ave, que parece doméstica pero no lo es, que parece domesticada pero no lo está, forma su mirada y su graznido a través de la experiencia del vuelo y la distancia. Guarda marcas de un lugar, la Patagonia, y de un modo de habitarlo, en movimiento; pero el Sur no se impone como cartografía, ya que, como observa lúcidamente Concha García en el prólogo,“es un territorio que no está configurado por la poeta como país ni como nación” (7).

Graciela Cros nació en Carlos Casares, provincia de Buenos Aires, en 1945, y escogió vivir en la Patagonia argentina a partir de los años 70. Esta región, como ámbito de creación electivo, deviene en su domicilio existencial y lugar de enunciación. Pero sus coordenadas no componen los barrotes de una jaula pintoresca del decir literario, sino, por el contrario, se disponen bajo el estricto trazado de una geografía de invención poética.

El rechazo por el regionalismo, con sus tipificaciones localistas y teatralizaciones for export, se observa en dos planos complementarios. Por un
lado, aparece como explícita objeción conceptual. Esto se observa, por ejemplo, en los textos críticos como la conferencia inicialmente aludida o la charla que bajo el título “Identidad y territorio” diera la escritora el 19 de agosto de 2007, en el marco del XXV Encuentro de Escritores Patagónicos de Puerto Madryn, cuando identificó y llamó a desobedecer la “ley del coirón” como parte de una legislación discursiva fuertemente reproductiva y tipificante del imaginario regional en la literatura patagónica.[2] Por otro lado, se manifiesta como implícita impugnación literaria. Esto ocurre
cuando en sus poemas apela a procedimientos, sintagmas y giros expresivos que hacen evidente el carácter artificial y artificioso de ciertas representaciones de la Patagonia. A través de la ironía, por ejemplo, desnuda la naturaleza arbitraria del locus regionalista, así como su vínculo con otros discursos tipificantes como los producidos para el consumo turístico. [3]

El siguiente poema de Cros ejemplifica con claridad meridiana lo antedicho:

13.

Soy un Lemon Pie que otros comen con deleite. Un Bay Biscuit una Vainilla
un Brownie. Una masa quebradiza una mixtura. Soy un Hojaldre Pampeano un
Pastelito Criollo un Bizcochito de Grasa para el mate del gaucho. Soy un
Producto Regional. Un souvenir Made in Patagonia FOR EXPORT (90).

En el mencionado Encuentro de Escritores Patagónicos, la autora manifestó su desconfianza por la perspectiva territorial como clave de lectura de las prácticas poéticas.  Al respecto sostuvo:

No me quiero extender ni detener en la palabra territorio. Prefiero salteármela, si me lo permiten. Me parece una palabra potencialmente más peligrosa que otras, en tanto se puede fabricar  mucha demagogia a su alrededor. La siento más cerca de la política, de la geo-política, de los límites, las fronteras, los nacionalismos, regionalismos, cuestiones que nada tienen que ver con la poesía, este “lugar sin límites”, para tomar el título de la gran obra de José Donoso.

Tal vez porque a esta altura de mi vida, lejos ya del natural dogmatismo de los veinte años, y entrando ya a la edad de la franqueza, como dice la escritora P. D. James en su libro de memorias, he llegado a comprender que territorio puede ser, sencillamente, lo que está debajo de mis pies. Prefiero, si me lo permiten, utilizar la palabra patria (Cros, 2007).

Y la patria de un escritor, continúa Cros, es su lengua. En su planteo, la lengua es el espacio donde se desarrollan las pertenencias, arraigos y desplazamientos primordiales de la escritura, espacio que no le ofrece al poeta la comodidad de un ejido sino el desalojo y la intemperie, la extrañeza y la extranjería, temas y perspectivas que nutren ostensiblemente esta antología seleccionada por la propia autora.


Notas

[1] La conferencia con que se cierra la antología Cantos de la gaviota cocinera (2013) fue leída por Graciela Cros en Casa América Madrid y Casa América Catalunya, en las ciudades de Madrid y Barcelona, los días 11 y 14 de diciembre de 2012, respectivamente.

[2] Lo que según Graciela Cros la “ley del coirón” exige y el llamado a su desobediencia critica no es la presencia de una naturaleza regional en la literatura, sino un uso estereotipado y obligatorio del paisaje vuelto determinación. Cfr. Mellado, Luciana A. “El iceberg de Hemingway: lo no dicho que todo lo sostiene. Entrevista a Graciela Cros”, en Argus-a. Vol. III Edición Nº 12. Abril 2014. 

[3] En la literatura de Cros se hace patente la diferencia entre literatura regionalista y literatura regional tal como desarrolla esta distinción Pedro Luis Barcia en “Hacia un concepto de la literatura regional”, donde advierte que mientras la literatura regionalista supone una exasperación de lo regional hasta la hipertrofia, con la teatralización de un pintoresquismo exigido, la literatura regional “se apoya en las materias regionales para encarnar la expresión personal del autor y proyectar una dimensión universal a los temas de la obra” (42) y “es el nombre verdadero de la literatura porque toda obra es regional, nace en un tiempo, en un lugar, en una región. Ahonda en el suelo del hombre y con ello se universaliza” (43). 



** El texto que comparto por este medio, dividido en tres partes, recupera imágenes de una reseña inicial que hice de la obra y reproduce la versión leída en las “V Jornadas del Norte Argentino de Estudios Literarios y Lingüísticos”, realizadas en la Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales de la Universidad Nacional de Jujuy, en San Salvador de Jujuy, el 11 de septiembre de 2014.




El ojo de las distancias en Cantos de la gaviota cocinera de Graciela Cros. 2 de 3

 
2.  

El libro Cordelia en Guatemala, algunos de cuyos poemas aparecen compilados en el libro,es quizás el que mejor ejemplifica la idea de una extranjería doble procedente de la lengua y del género, reconocida en posición liminal y subalterna en ambos casos. Cordelia habla, pronuncia y fuma 21 lenguas aborígenes. Construye desde la extranjería múltiple su lenguaje, y en relación con él se construye a sí misma. El poema “La palabra que es mía” (73-4), cuyas últimas seis estrofas reproducimos, alumbran este sentido conjuntamente trascendental y performativo de la lengua:

LA MUERTE ME VISITA
PORQUE SOY

EXTRANJERA

PORQUE AÚN

NO DIGO

MI PALABRA


Aquí
donde no soy quién era
no soy más que un nombre, un sonido


Escuchen

suena
así: Cor - de - lia


Aquí donde no soy quien era
no soy más que una idea, un concepto

Escuchen
suena
así: Cor - de - lia


Desde este más allá en el que soy
la extranjera
debo hacer mi más acá
reunir astillas, briznas de Cordelia

¿Esto
 me ha sido dado
 o soy yo quien lo crea?

Trizada la ilusión de la transparencia del lenguaje, la búsqueda de la palabra propia es la búsqueda de la propia existencia en un intento de reunir las partes separadas por el signo lingüístico, con su arbitrariedad, su insuficiencia y violencia nominativa. Cordelia, al igual que Cros, se interroga y es interpelada por un yo no evidente que desbarata un modo de organizar lo real, su representación y los efectos de ese vínculo, a la vez que reconoce el poder creador y transformador del lenguaje humano.

Los poemas proponen diferentes universos poéticos y referenciales, pero comparten la puesta en discurso de imágenes vinculadas al género como espacio de disputas políticas, a veces groseras y otras veces sutiles. “Soy una dama que escupe en la calle” (p.88) dice el contundente verso inicial del poema “Cantos de la gaviota cocinera”, texto cuyo título replica el del libro y brinda profusas figuras de autor. [1]
Una dama que escupe en la calle incorpora una para-doxa, una contra-dicción en el imaginario social dominante y en su legislación cotidiana del comportamiento femenino.

El malestar que provoca también lo experimenta esta mujer, que duerme mal, no por la calidad del lecho o la escoliosis, según aclara en este mismo poema, sino por “este mal de volverse y revolverse en busca de un lugar verdadero. Una Posición Propia” (88). La gramática lingüística y social que Cros conjuga declina en femenino, y esa declinación es incómoda e incomoda. Incomoda, por ejemplo, la voz poética que describe, en el poema “Primera comunión”, el recuerdo de un abuso sexual infantil, no desde el discurso condenatorio del mundo adulto, sino desde la mirada de la niña que experimenta, además del miedo, la vergüenza y culpa crecientes, el silencio como forzada complicidad. “(É)se/será/nuestro/secreto” son las palabras del tío con que finaliza este texto que, además de tocar un tema tabú, hace evidente el lenguaje del poder y el poder del lenguaje.    

“Una mujer que piensa duerme con monstruos” dice un verso de Adrienne Rich, poeta norteamericana que insiste con esta imagen en el poema “Planetarium”, inspirado en la astrónoma Caroline Herschel. Esta idea describe con exquisita precisión una gran zona de la poesía de Cros donde las actividades intelectuales de las mujeres cobran protagonismo, especialmente en torno a las prácticas de lectura y escritura que permiten trazados intertextuales de una amplia y rica enciclopedia literaria.


Cantos de la gaviota cocinera ofrece varias ramificaciones de genealogías familiares y textuales que trazan una matria formada por hermanas y madres literarias, de carne ficticia o real, Emma y Plath, Cordelia y Vilariño, Mrs. Parker y Bishop, entre tantas otras. Las afiliaciones sugeridas son nervaduras que dibujan un nombre propio, cuyo acento en el género es ineludible.

Notas

[1] Utilizo el término figuras de autor en el sentido desarrollado por María Teresa Gramuglio, quien señala que los escritores generalmente construyen, en sus textos, figuras de escritor que “suelen condensar, a veces oscuramente, a veces de manera más o menos explícita y aún programática, imágenes que son proyecciones, autoimágenes, y también anti-imágenes o contrafiguras de sí mismos” (37). En Gramuglio, María Teresa (1992) “La
construcción de la imagen”. La escritura argentina. Universidad Nacional del Litoral: Ed. de la Cortada,  37-64.


** El texto que comparto por este medio, dividido en tres partes, recupera imágenes de una reseña inicial que hice de la obra y reproduce la versión leída en las “V Jornadas del Norte Argentino de Estudios Literarios y Lingüísticos”, realizadas en la Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales de la Universidad Nacional de Jujuy, en San Salvador de Jujuy, el 11 de septiembre de 2014.




El ojo de las distancias en Cantos de la gaviota cocinera de Graciela Cros. 3 de 3



3.                  

Cantos de la gaviota cocinera instala el protagonismo de la mujer y cuestiona el disciplinamiento de la “incesante geisha” que promueve el imaginario discursivo y social dominante. El poema VI de la serie “Geishas” (36-7) es claramente un llamado a la liberación femenina, emancipación que involucra la renuncia a un orden y rol prestablecidos y un empoderamiento del propio deseo:[1]


Sin fuerzas ya
la geisha obediente
se esconde a dormir
entre las altas hierbas
y no puede.


Esos trabajos
que te impones, le digo.

Esos esfuerzos
que haces
por el placer ajeno,
no te dejan soñar.

Terminan
con tus aves.

Dan razón
a la muerte


Vuélvete ya
contra ti misma

Rompe con el mandato:

Prende fuego a tu traje.

El texto esboza un horizonte de alusiones a la sumisión (su-misión) de la mujer y cuestiona una imaginería cuyos mandatos, tematizados de distinto modo a lo largo de esta antología, atañen a una gramática social normalizadora del cuerpo femenino y también de su discurso. Hay formas del decir validadas y formas del decir descalificadas para las mujeres. En este sentido, la escritura de Cros se torna significativa como ejercicio de resistencia. Los procedimientos que utiliza, la fragmentación, el tramado polifónico, el pastiche, el uso abrupto o discontinuo de mayúsculas, entre otros, operan como marcas de una escritura indócil y desobediente. Cros sabe, lo sabe su poesía, que el poder, siempre legión, se infiltra en el lenguaje que nunca es neutral ni universal.[2]
Donde crece la semejanza, ella cosecha la diferencia.

En la poesía de Cros no hay escisión posible entre el cuerpo y el conocimiento, entre el cuerpo y la poesía. Por eso, en el poema “La poesía no es una declaración jurada”, la poeta reconoce que su poesía “es mejor que la de algunos hombres”, pero debe “mandarla a la tintorería /a que le quiten las manchas de menstruación” (28). Esa sangre, justamente, es indicio de una diferencia y un detalle, algo fuera de lugar donde se desplaza el sentido.

En el cuento “Las reglas del juego” de la escritora Pía Barros, se le advierte a un personaje como respuesta a su menarquía: "Niña, desde hoy tendrá
que ocultar sus impudicias”. Ese ocultamiento del despojo, de lo inconveniente, es combatido en la poesía de Graciela Cros en escenas imperfectas en las que exhibe las cicatrices de una poesía que la “hace quedar mal. /Es agresiva. Es contradictoria” (29), en una literatura que “ama el riesgo”, “se niega a ser adorno”, “miente porque miente la vida” y “sufre desilusión” (29). La poesía de Cros empuja a los lectores a subir al árbol y a desear el aliento del animal salvaje que ha trepado con ellos. Nadie sale ileso del ritmo estricto de esta poeta que no se embelesa con el follaje que será hojarasca en el invierno. [3]

Juan Carlos Moisés, otro gran poeta patagónico, afirma que un poeta es “un ojo que mira”, “un ojo deforme”. Ambas imágenes encajan perfectamente con la propuesta de esta antología cuyo universo poético, magistralmente narrado en varias ocasiones, se despliega como ejercicio de la mirada, como desplazamiento de un ver que oscila entre lo inmenso y lo pequeño, el detalle y la desmesura. Todo se integra bajo versiones que escenifican la distancia, la cercanía doliente, lo lejano. [4] Y aunque Graciela Cros toque “palabras a través de una tela” (90), en cada verso lo real se vuelve denso, y el ojo que mira se abalanza sobre la piel profunda del sentido.

La poesía de Cros ofrece la ebullición de los interrogantes que no se enfrían con la quietud de una resolución. De hecho, tal como ella afirma, su poesía “está llena de preguntas y no encuentra respuestas” (29). Celebra su doble y persistente extranjería en cada interrogante. Se trata de “una dama acostumbrada a vivir entre Extraños” (91). Por esa extranjería resiste la traducción de los signos y sus opacidades a una lengua franca, y entrega con insistencia, siempre ectópica,  el resuello que media entre la boca que come y la que habla. Su poesía ensancha la grieta que hace visible la norma social como construcción y entonces toda escena es imperfecta, pero es escena de nuestra libertad.


Notas

[1] Bajo el título “Geishas” aparece una serie de poemas (pp. 35-43) seleccionados de los que originalmente se publicaron en el libro Urca,
Editorial Libros de Tierra Firme, Bs. As., 1999.

[2] Nelly Richard explica que “lo neutro de la lengua, su aparente indiferencia a las diferencias, enmascara el operativo de haber universalizado a la fuerza lo masculino como representante absoluto del género humano” (739). En Richard, Nelly. “Feminismo, experiencia y representación”. Revista Iberoamericana. Vol. LXII, Núms. 176-177, Julio-Diciembre 1996; 733-744.

[3] Cfr. el poema “Querer es lo que hacen los cuerpos” (66).

[4] “[C]erca es dolor” se lee en un verso de “Boston – Castex”; y  “Soy una dama que oscila entre la Implicación y la Distancia” en el apartado 26 del poema “Cantos de la gaviota cocinera”.

Bibliografía

Barcia, Luis Pedro. “Hacia un concepto de la literatura regional”. En Videla de Rivero, Gloria y Castellino, Marta Elena (comps.) Literatura de las regiones argentinas, UNCUyo, Mendoza, 2014.

Cros, Graciela. Cantos de la gaviota cocinera. Ediciones Amargord, Madrid, 2013.

Gramuglio, María Teresa (1992) “La construcción de la imagen”. La escritura argentina.Universidad Nacional del Litoral: Ed. de la Cortada,  37-64.

Mellado, Luciana A. “El iceberg de Hemingway: lo no dicho que todo lo sostiene. Entrevista a Graciela Cros”, en Argus-a. Vol. III Edición
Nº 12. Abril 2014. 

Richard, Nelly “Feminismo, experiencia y representación”. En Revista Iberoamericana. Vol. LXII, Núms. 176-177, Julio-Diciembre 1996; 733-744 

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