martes, 21 de abril de 2015

La primera Mujer-que tenía la preeminencia de la Unicidad y el Pecado





Veintidós

El teléfono


HILDA MUNDY
 


Teléfono: prisión de voces. Pulpa de la vida mecánica.
Simbología de la civilización por alambre.

Teléfono: Caja matriz de nuestros guturalismos refinados que se
encierran en un diccionario de bolsillo.

Nuestros afanes «standarizados» de hombres urbanos hasta el tuétano,
están circunscritos al mandato del campanillazo telefónico, que es
una como llamada anunciatriz de una tajada de nuestro destino diario.

Chirrrrrr………………….    Chirrrrrr……………………

¿Una charla guarismal? Una cita irrespetable, y por lo irrespetable, exquisita?
 ¿Hora para el “cocktail” con sabor de blue y África en el sacudimiento?

Quién sabe… Solo la chirriante campanilla, —apéndice del teléfono—
al callarse desgarrará el misterio.

Yo creo que la conservación de la especie se mantiene latente
por este pequeño aparato transmisor, que comedidamente se ha
hecho puntual del amor. Y si fue triste el albor de la Humanidad,
fue por falta de un teléfono automático que facilitase el
entendimiento de la pareja «eva-adánica».

Sensible…

La Primera Mujer —que tenía la preeminencia de la
Unicidad y el Pecado— caminando cinco millas para invitar al
Primer Hombre, a tomar el aperitivo.

Casi impasable…

Hoy… hoy las mujeres del orbe «infantilizándose»
frente al teléfono.

Mejor: Preparando la vida del día y el bienestar paradisiaco
de la vida del día ante los auriculares de todo el orbe.

Del libro Pirotecnia.




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