jueves, 20 de noviembre de 2025

No seremos respetuosas


_Anne Sexton (Massachusetts, Estados Unidos, 1928- 1974)_


Max y yo

dos hermanas impúdicas,

dos escritoras impúdicas,

dos cargas agobiantes,

hicimos un pacto.

Acabar con la muerte a palos.

Hacernos cargo.

Construir nuestra muerte cual carpinteros.

Cuando ella estaba agobiada

construíamos su sueño cada noche.

Hablábamos pegadas al teléfono

hasta que sus párpados bajaban como persianas.

Y acordamos en esos largos y musitados llamados

que cuando llegue el momento

hablaremos tonterías,

no nos importará lo que digamos,

tomaremos las cosas como vengan.

Sí,

Cuando la muerte llegue con su capucha

no seremos respetuosas.



lunes, 27 de octubre de 2025

Voz encanecida con su registro de naves incendiadas

 

 

Tres poemas

Elisa Díaz Castelo
Abril-mayo 

Primogénita

 

No se ve a simple vista. Apenas su silueta blanca en los telescopios, su cúmulo de estrellas como granos de sal sobre el mantel oscuro. Su nombre, Tayna, significa primogénita. Una galaxia apenas, un gesto de luz. Verla es mirar la infancia del universo, el pasado más íntimo del espacio. Porque ver muy lejos también es mirar hacia el pasado. No podemos observarla como es ahora y es posible que hace mucho haya muerto. En el artículo, hablan de ella en presente, de su evolución y crecimiento: está haciendo estrellas con velocidad (...) el objeto puede ser el centro que se expande. ¿Qué le sucede al tiempo (verbal) en el espacio? ¿Qué pasa si uno puede mirar lo que pasó en presente, sucediendo? La palabra parpadea su ojo de neón. El verbo se rompe como un vaso de vidrio repleto de agua hirviente. ¿Dónde dejar el tiempo? ¿Continuar? ¿Eso todavía sucede? ¿Ha sucedido? Es imposible hablar del espacio sin incurrir en errores (gramaticales). Quizá así deberíamos hablar de nuestros muertos. Siempre en presente: como si aún existiera la posibilidad de que sean niños, se raspen las rodillas y, sobre todo, no mueran. Así como los vemos en los sueños, enteros y tan suyos, quitados de la pena de estar muertos, así vemos a Tayna, la galaxia niña, haciendo sus pininos en el vacío, vestida  de blanco, iniciándose en los rituales de vivir, o haber vivido.

 

(De Principia, Elefanta 2022)

 

 

 

Vida media

 

Redondeo su nombre: tres o cuatro recuerdos.

Un número que tiende a oscurecerse.

Nombre de borde y empeño, nombre de fondo,

canción que de tanto escucharse se desgasta.

Dios ha hecho su mudanza. Aquí no vive.

Cielo, tierra, hemos sido demasiado lentos:

ya se acabó la cuenta regresiva de la infancia

y no me acuerdo del nombre de su perro

ni de qué traía puesto cuando nos empapamos

bajo la lluvia tibia de Querétaro.

Nuestros nombres eran

innumerables abejas, un enjambre o manada,

multitud de sonidos, ni siquiera

el cauce o la desembocadura, ni siquiera el agua.

Recuerdo obstinado, elemento

que al atravesar el tiempo se desgasta.

Ésta es la vida media. Con los siglos

hasta los elementos cambian,

se pierden por partes, se vuelven otros

más comunes, más estables. Casi todos

terminan convertidos en plomo.

Hay que decirle al alquimista: dale tiempo.

Queda la vida a contrapelo y esta calle lejana

en la que vivo, quedan las frutas maduras

que esperan de madrugada en sus cajas

frente al mercado vacío. El presente

es punto ciego, ese momento

de la noche a medias donde no se sabe

si las cosas terminaron o están a punto de empezar

de nuevo, todavía. Queda la palabra de su nombre:

un cuchillo de carnicero tantas veces afilado

que casi ya no existe.

 

(De Principia, Elefanta, 2022)

 

 

Lázaro XI

 

Ayer por fin dejé de suicidarme.

Heiner Müller

 

Quise morir. Es cierto. Estaba exhausta 

de tanto despertar a contracuerpo y en mi piel

siempre la mitad de la noche. 

No había lugar en mi vida 

para nada que no fuera la muerte. 

Todo era demasiado y me dolía  

el más mínimo acorde, el color rojo. 

Quise morir, aunque mi cuerpo 

no quisiera, quise, a pesar de la sangre 

que insiste en recorrerme, a pesar 

del crecimiento de mis uñas 

y considerando, incluso, que el cuerpo 

respira por sí solo cada noche.

 

Mi nombre hacía agua, sabía a tierra. 

 

Y hay en la vida ese qué será de mampostería 

y mamparas, de escenario vacío 

que culmina en su ausencia.  

 

Me dolía la saliva de mis niños, 

sus noches de cuatro horas,

su procenio. Su llanto que rompe anaranjado 

como soles que sangran y coagulan. 

 

Son las veinticuatro horas abiertas, 

sus corredores encendidos, 

es la moneda inestable del afecto, 

el reciclaje de la ternura. 

Es saber que estamos regresando 

hacia ningún lugar y no volvemos 

a encontrarnos con los que ya se han ido. 

Es saber que todo el tiempo que me queda 

no vale lo que un instante gris en la ventana

turbia de hace años. Es la vigilia descaminada

de los que mueren de sueño 

y no pueden dormir. 

 

Preferí la muerte, ese común denominador. 

Quise esta muerte descastada, esta averiada muerte.

Quise morir. He dicho. Quise. 

Eso es suficiente a veces: querer algo. 

Quise morir y dejé el nombre de mis niños

en la sala de estar, caminé de espaldas

y cerré la puerta. Quise vaciar mi deuda con la vida,

desvestirme de la sangre, ese vestido rojo

que me abriga por dentro. Quise romper el límite

entre el cuerpo y su sombra. 

 

Quise morir. No pude. Qué fracaso. 

Y me estorba la voz con la que he vuelto.

Mi voz, este lugar absuelto.

Voz encanecida con su registro de naves incendiadas,

voz digital, trasplantada voz de raíz roja. 

Me cansa mi voz 

siniestra de palomas

que aletean su ruido en las iglesias, 

voz que es algo porque no enmarca nada 

más que un vacío de cúpulas y atrios. 

A falta de Él hablo hasta por los codos. 

Porque fui al otro lado y Dios estaba muerto. 

Todos los dioses: muertos o cansados, 

descalabrados dioses de estatuillas. 

Sólo tengo mi voz que me acompaña, 

su ablación malherida y oraciones

desprovistas de nadie. 

 

(De El reino de lo no lineal, fce, 2020)

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Elisa Díaz Castelo

(Ciudad de México, 1986). Poeta y traductora. Estudió Letras Inglesas en la unam y cursó la maestría en Literatura Creativa en la Universidad de Nueva York con el apoyo de las becas Fullbright y Goldwater. Becaria del programa Jóvenes Creadores del Fonca en 2015 y de la Fundación para las Letras Mexicanas en 2016. Ganadora del Premio Nacional de Poesía Alonso Vidal 2017; del Premio Bellas Artes de Traducción Literaria 2019; y del Premio Bellas Artes de Poe

Algún día te presentaré a la niña que fui


5 poemas de Infancia es una fruta, de Edurne Batanero

La poeta madrileña Edurne Batanero se ha alzado con el Premio de Poesía Joven Vaso Roto 2024 con un primer poemario en el que aborda las diferentes etapas vitales, profundizando en temas como la amistad, la juventud y la posición ante la familia.

En Zenda reproducimos cinco poemas de Infancia es una fruta (Vaso Roto), de Edurne Batanero.

***

El verbo materno

Las cuerdas vocales están tejidas
por las manos maternas,
dentro vientre que compartieron
hilvanan la sangre, depositando,
como quien siembra un trozo de pulpa
esperando amapolas
el verbo que se hizo carne.
Late el habla en esa cuerda
se enredan palabras
que nunca quiso aquí la madre,
que la garganta me la diste tú
pero lo que brota es mío,
no puedes cortar los hilos,
ni protegerme
para que no tenga que nombrar
lo que ninguna madre quiere.

***

Dientes de leche

Llámame con un nombre unido a una muy antigua y olvidada ternura

Alejandra Pizarnik

Revives en este espacio
la ternura que perdemos
al salirnos los dientes,
al poder decir las primeras palabras
cuando solo nos guía la piel
y el conocimiento a través de nuestra boca.

Algún día te presentaré
a la niña que fui.

***

 Algo queda

Hace mucho que no veo luciérnagas,
cuando vuelva al campo, las buscaré
temiendo que se escondan
con su imposibilidad de camuflarse
si no las encuentro miraré al cielo,
sabiendo que las estrellas están a salvo.

***

Siempre me han dicho que soy buena.

Si todo sigue su cauce natural
la familia que hasta ahora me conoce
/28 años/
no estará cuando yo muera,
yo moriré más tarde
que todas con las que he sido buena ahora.
¿Quién quedará cuando no esté
y dirá ella era buena,
aunque dejó el café sin hacer
para escribir este poema?

***

Aprender a besar

Mientras crecía
Me preocupaba aprender a besar,
miraba furtivamente a las parejas por la calle,
me detenía ante las escenas de besos,
buscando una técnica,
un manual de movimiento de labios y lenguas,
un porcentaje de humedad
que me dijesen qué hacer con el pintalabios,
besar se aprende besando.

—————————————

Autora: Edurne Batanero. Título: Infancia es una fruta. Editorial: Vaso Roto. Venta: Todos tus libros.

BIO

Edurne Batanero (Madrid, 1995) ha estudiado artes y trabajo social y la infancia es una etapa vital hacia la cual dirige gran parte de su obra escrita y profesional. Como escritora, ha participado en la residencia literaria de la Plataforma Bajoteja vinculada a lo rural, en el encuentro Voces del Extremo, y ha publicado poemas en la antología La balada del río fresquillo y en revistas como Casapaís, Águila del Cáucaso Luminaria, entre otras. Realiza activismo y lo considera, como a la literatura, una parte inseparable de sí misma. Su forma de relacionarse con el mundo es leer, involucrarse y escribir. Infancia es una fruta es su primer poemario.

Elisa Díaz Castelo y Edurne Batanero

 

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#8 - Condiciones inmateriales

Notas sobre leer y escribir poesía

 
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Una montaña de libros pendientes

En mi casa tengo una mesa grande de comedor, con un mantel. Pero casi nunca la uso para comer, porque como en el sillón. La uso de escritorio. A veces trato, igual, de mantenerla más o menos ordenada, pero otras veces se descontrola y queda llena de pilas de libros.

El otro día me puse a ordenarla y empecé a encontrar un montón de libros de poesía que este año fueron llegando a mí (algunos los compré, algunos me regalaron, o terminaron conmigo de diferentes formas) y que no leí todavía. La mayoría los empecé, me gustaron y por eso los dejé en la mesa para leer pronto. Y ahí quedaron, medio perdidos entre otro montón de cosas. Estaban medio camuflados entre otros libros que siempre terminan en la mesa porque los releo siempre, que son los que uso para dar taller.

Ahora armé una pila de libros pendientes y la dejé separada, ordenada, con la intención de irlos leyendo de acá hasta que termine el año. Es una pila muy linda porque los libros de poesía en general son chiquitos, coloridos y diferentes unos de otros, así que ahora la veo todo el tiempo y me pone contenta.

Hace poco alguien me preguntó qué había hecho para “publicar tantos libros de poesía” y no supe bien qué contestarle, dije algo así como tratar de que me conocieran otros poetas, conocer editores, mostrar lo que escribía. Pero después pensé que lo que debería haber respondido es que todo lo que hice en estos más o menos diez años que llevo ya escribiendo y publicando poemas es estar todo el día pensando en escribir poemas y, cuando eso se vuelve difícil, estar todo el día medida entra las montañas de poemas que escribieron otrxs.

No voy a mentir, la pila de libros por leer primero me dio un poquito de ansiedad (de hecho, en los días que pasaron desde que la hice, que fueron más o menos quince, solo leí uno y empecé otro, pero ya se sumaron dos más). Igual me puse contenta porque me los regaló una amiga, que es la autora.

El primer libro de la pila que leí, al azar, se llama Planetas habitables y es de Elisa Díaz Castelo, una autora mexicana. El poema que más me gustó tiene muchas páginas y está escrito en prosa, son una serie de pensamientos sobre el mar. Ese libro lo compré en la FED porque me lo recomendó un amigo que estaba atendiendo el puesto de la distribuidora. Hay algo lindo que pasa sobre todo con los libros de poesía que es que en general llegan siempre así, entre charlas y regalos y coincidencias.

Ahora estoy leyendo el segundo, que es Las posibilidades de Edurne Batanero. Ese tiene una historia muy linda porque a ella la conocí este año en Madrid, quería leerla pero no pude conseguir su libro, me lo envió a la casa donde yo estaba cerca de Barcelona y no llegó a tiempo. Pero por suerte un amigo, que también es poeta, me lo pudo traer, y al fin después de meses el libro llegó. Apenas lo recibí leí en desorden algunos poemas y me gustaron mucho, pero ahora lo estoy leyendo del principio al final, como se debe.

Estos son algunos de los poemas que más me gustaron:

Dibujar una casa

Siempre he vivido en un piso
y no aprendí a dibujarlo,
solo casas solitarias
con ventanas vacías,
yo ni siquiera estaba en ellas
el único rostro, el del sol.

Ninguna pared con pared
ni techos que son suelos.


Entre los dientes

Alguna vez que me comunico mal
siento que no he prestado
la atención que tú necesitabas
por no descansar suficiente,
tener hambre,
el ritmo de los días
o porque me cuestan ciertas cosas,
errores comprensibles
de las vidas que llevamos.
Deseo convertirme
en una perra que transporta
en la boca todo lo que tiene
y lo controla firme entre sus dientes
sin herirlo.


Cambiar el mundo es mi forma de rezar

Me enternece
quien reza por alguien
como me enseñaron en el colegio
creer en algo y compartir
su protección.

A quienes no creemos en religiones
nos queda pedir a nuestra acción
yo lo hago
por mi y todas mis compañeras
como aprendí en el patio.

Así que estoy contenta porque voy avanzando con la lectura, pero todavía tengo un montón de libros por leer en mi pila.

Si no fueran de poesía, a lo mejor me parecerían un montón, y leerlos una idea abrumadora. Pero una montaña de libros de poesía no es abrumadora. Es más parecido a saber que tenés la agenda de los próximos meses llena de juntadas con amigxs. Es como tener la seguridad de que, por un tiempo, no va a faltarme buena compañía. El tipo de compañía que nunca me abandona y que hace que escriba.

Tamara


Hasta acá llegamos por hoy. Me despido con una invitación. Como ya sabes tu apoyo nos permite seguir haciendo cosas como esta que estas leyendo. Nos ayudas suscribiéndote acá o podes comprarnos un cafecito o aún mejor podes comprar los libros en cualquiera de nuestras librerías amigas.

Gracias por leer <3


Gracias por leer esto, leer poesía y por leer en líneas generales.

“La poesía no está divorciada de mundo. Para mí la estética siempre va ligada a la ética.”

Ana Luísa Amaral

 
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