sábado, 29 de noviembre de 2014
Un descenso que estremece
Verónica Yattah
Me pedís que te ate el pelo...
Me pedís que te ate el pelo.
Con el inicio del viento y los álamos
balanceándose cerca del muelle
decís "haceme un peinado".
Tomo tu cabello como a un racimo de uvas.
Como a uvas de una naturaleza muerta
entre seguir mirando y atacar
hundo mis dedos en tu pelo,
lo envuelvo con mis manos.
Ahora queda libre tu nuca
y tu columna vertebral
es el camino de una gota.
Hasta disolverse, esa gota de agua
recorrerá tu espalda.
Es un descenso que estremece.
Entonces suelto tu pelo y te abrazo quién sabe
si por primera o por última vez.
Verónica Yattah (Buenos Aires, 1987), Los perros también se van. Viajero insomne editora. Buenos Aires. 2014.
viernes, 28 de noviembre de 2014
No vengas a enseñarme aerodinámica revisionista
Beatriz Vignoli:
"La caída"
Si te dicen que caí
es que caí.
Verticalmente.
Y con horizontales resultados.
Soy, del ángulo recto
solamente los lados.
Ignoro el arte monumental del sesgo,
esa torsión ornamental del héroe
que hace que su caer se luzca como un salto.
Ese rizo del mártir que, ascendiendo
se sale de la víctima
y su propio tormento sobrevuela
no es mi especialidad. Yo, cuando caigo,
caigo.
No hay parábola
ni aire, ni fuerza de sustentación.
Un resbalón: espero. Al suelo llego
por la ruta más breve.
Un alud, una piedra,
una viga a la que han dinamitado.
No hay astucias del cuerpo en mi descenso.
Se sobrevive: el fondo
del abismo es más blando
para quien no vuela, sólo cae.
Si te dicen que caí,
no vengas
a enseñarme aerodinámica revisionista.
No me cuentes de los que cayeron venciendo.
No vengas a decirme
que no crees que haya sido un accidente.
En lo único que creo es en el accidente.
Lo único que sabe hacer el universo
es derrumbarse sin ningún motivo,
es desmoronarse porque sí.
es que caí.
Verticalmente.
Y con horizontales resultados.
Soy, del ángulo recto
solamente los lados.
Ignoro el arte monumental del sesgo,
esa torsión ornamental del héroe
que hace que su caer se luzca como un salto.
Ese rizo del mártir que, ascendiendo
se sale de la víctima
y su propio tormento sobrevuela
no es mi especialidad. Yo, cuando caigo,
caigo.
No hay parábola
ni aire, ni fuerza de sustentación.
Un resbalón: espero. Al suelo llego
por la ruta más breve.
Un alud, una piedra,
una viga a la que han dinamitado.
No hay astucias del cuerpo en mi descenso.
Se sobrevive: el fondo
del abismo es más blando
para quien no vuela, sólo cae.
Si te dicen que caí,
no vengas
a enseñarme aerodinámica revisionista.
No me cuentes de los que cayeron venciendo.
No vengas a decirme
que no crees que haya sido un accidente.
En lo único que creo es en el accidente.
Lo único que sabe hacer el universo
es derrumbarse sin ningún motivo,
es desmoronarse porque sí.
miércoles, 26 de noviembre de 2014
Encender la noche con la belleza
Lux amicitia
Tengo un amigo que es capaz de encender
con la belleza de sus palabras la noche.
Mientras intenta el sueño, bajo las sábanas
su cuerpo desnudo es asaltado
por algo parecido al amor,
una máscara triste y lejana,
un juego de reflejos.
con la belleza de sus palabras la noche.
Mientras intenta el sueño, bajo las sábanas
su cuerpo desnudo es asaltado
por algo parecido al amor,
una máscara triste y lejana,
un juego de reflejos.
Mi amigo canta en la oscuridad y pronto,
pronto se irá de aquí su pena,
pronto se irá como pájaro de fuego.
pronto se irá de aquí su pena,
pronto se irá como pájaro de fuego.
Porque sé que mi amigo
es más puro que la luz,
aunque no lo pueda ver.
es más puro que la luz,
aunque no lo pueda ver.
Porque tengo un amigo
que a veces olvida
que es capaz de encender
con la belleza de sus palabras
la noche.
que a veces olvida
que es capaz de encender
con la belleza de sus palabras
la noche.
Enrique Solinas (Buenos Aires, 1969), Corazón sagrado. Viajero Insomne Editora. Buenos Aires. 2014.
lunes, 24 de noviembre de 2014
Ella, la perdidiza
LA LLAMA
Asistida por mi alma antigua, por mi alma primera al fin recobrada, y por tanto tiempo perdida. Ella, la perdidiza, al fin volvió por mí. Y entonces comprendí que ella había sido la enamorada. Y yo había pasado por la vida tan sólo de paso, lejana de mí misma .Y de ella venían las palabras sin dueño que todos bebían sin dejarme apenas nada a cambio. Yo era la voz de esa antigua alma. Y ella, a medida que consumaba su amor, allá, donde yo no podía verla; me iba iniciando a través del dolor del abandono. Por eso nadie podía amarme mientras yo iba sabiendo del amor. Y yo misma tampoco amaba. Sólo una noche hasta el alba. Y allí quedé esperando. Me despertaba con la aurora, si es que había dormido. Y creía que ya había llegado, yo, ella, él... Salía el Sol y el día caía como una condena sobre mí. No, no todavía.
*
María Zambrano (Vélez, Málaga, 1904 - Madrid, España, 1991)
de Diotima de Mantinea en Hacia un saber sobre el alma, Madrid, Ed. Alianza, 1989 (p. 197)
de Diotima de Mantinea en Hacia un saber sobre el alma, Madrid, Ed. Alianza, 1989 (p. 197)
miércoles, 19 de noviembre de 2014
Tú también necesitas mirar alguna vez la luna llena
A QUIEN SABRÁ PERDERME Y ACABARME
Aunque siempre viviste
con préstamos de amor, por cuenta ajena,
tú también necesitas
mirar alguna vez la luna llena
a través de los árboles;
perder el poco tiempo que te queda
buscando esa palabra
que significa todas las respuestas.
Te hace falta un milagro,
pero ¿en brazos de quién, qué primavera
vestirá lo desnudo
de esas cuatro paredes que te encierran?
Tú también eres noche,
ardiente oscuridad. Un hombre llega
tan sólo para darte
esas buenas razones de su ausencia.
No hace falta que pidas
más préstamos de amor a quien se acerca
procurando, inmutable,
que no termines de pagar tu deuda.
con préstamos de amor, por cuenta ajena,
tú también necesitas
mirar alguna vez la luna llena
a través de los árboles;
perder el poco tiempo que te queda
buscando esa palabra
que significa todas las respuestas.
Te hace falta un milagro,
pero ¿en brazos de quién, qué primavera
vestirá lo desnudo
de esas cuatro paredes que te encierran?
Tú también eres noche,
ardiente oscuridad. Un hombre llega
tan sólo para darte
esas buenas razones de su ausencia.
No hace falta que pidas
más préstamos de amor a quien se acerca
procurando, inmutable,
que no termines de pagar tu deuda.
*
María Sanz (Sevilla, España, 1956)
http://emmagunst.blogspot.com.ar/…/maria-sanz-quien-sabra-p…
Ilustración: Fleshing out, de Stunkid
http://emmagunst.blogspot.com.ar/…/maria-sanz-quien-sabra-p…
Ilustración: Fleshing out, de Stunkid
jueves, 13 de noviembre de 2014
Serpentear puede ser agradable
CASI INOCENCIA
PAULA SALMOIRAGHI
I
Deslizarse como un hilito de agua
entre las rocas.
Termino de decirlo y pienso:
¿Hilo de agua o serpiente?
II
Serpentear
puede ser agradable.
Arquear cada huesito
por el lodazal pegajoso.
Esquivar las aristas las piedras
los despeñaderos.
Deslizarse y fingir
que se es buena
que se desconoce
el uso de veneno
que nunca se ha matado
por estrangulación.
III
Las serpientes no tienen manos.
Yo
llevo las yemas de mis dedos
desde la palma hacia afuera.
Abro y cierro
abro y cierro el puño
y me salen flores.
COMPARTIMENTOS ESTANCOS
PAULA SALMOIRAGHI
Hay en el fondo del mar
un barco pirata que se hundió
y nunca más nadie
pudo ponerlo a flote.
No se sabe si llevaba un tesoro
si tenía cautiva a una princesa
o si su capitán tocaba el acordeón.
Las medusas y los hipocampos atraviesan
los compartimentos agujereados de su cubierta
y su velamen
se pega a los mástiles quebrados.
Por eso es muy lindo estar ahí.
No hay que preocuparse
por navegar.
Ya
no es importante
que el viento sea o no
favorable.
PAULA SALMOIRAGHI
I
Deslizarse como un hilito de agua
entre las rocas.
Termino de decirlo y pienso:
¿Hilo de agua o serpiente?
II
Serpentear
puede ser agradable.
Arquear cada huesito
por el lodazal pegajoso.
Esquivar las aristas las piedras
los despeñaderos.
Deslizarse y fingir
que se es buena
que se desconoce
el uso de veneno
que nunca se ha matado
por estrangulación.
III
Las serpientes no tienen manos.
Yo
llevo las yemas de mis dedos
desde la palma hacia afuera.
Abro y cierro
abro y cierro el puño
y me salen flores.
COMPARTIMENTOS ESTANCOS
PAULA SALMOIRAGHI
Hay en el fondo del mar
un barco pirata que se hundió
y nunca más nadie
pudo ponerlo a flote.
No se sabe si llevaba un tesoro
si tenía cautiva a una princesa
o si su capitán tocaba el acordeón.
Las medusas y los hipocampos atraviesan
los compartimentos agujereados de su cubierta
y su velamen
se pega a los mástiles quebrados.
Por eso es muy lindo estar ahí.
No hay que preocuparse
por navegar.
Ya
no es importante
que el viento sea o no
favorable.
domingo, 2 de noviembre de 2014
Empezarán a salirme árboles en los brazos
ISLA
VIRGILIO PIÑERA
Aunque estoy a punto de renacer,
no lo proclamaré a los cuatro vientos
ni me sentiré un elegido:
sólo me tocó en suerte,
y lo acepto porque no está en mi mano
negarme, y sería por otra parte una descortesía
que un hombre distinguido jamás haría.
Se me ha anunciado que mañana,
a las siete y seis minutos de la tarde,
me convertiré en una isla,
isla como suelen ser las islas.
Mis piernas se irán haciendo tierra y mar,
y poco a poco, igual que un andante chopiniano,
empezarán a salirme árboles en los brazos,
rosas en los ojos y arena en el pecho.
En la boca las palabras morirán
para que el viento a su deseo pueda ulular.
Después, tendido como suelen hacer las islas,
miraré fijamente al horizonte,
veré salir el sol, la luna,
y lejos ya de la inquietud,
diré muy bajito:
¿así que era verdad?
Virgilio Piñera (Cuba, Cárdenas -1912,La Habana -1979)
VIRGILIO PIÑERA
Aunque estoy a punto de renacer,
no lo proclamaré a los cuatro vientos
ni me sentiré un elegido:
sólo me tocó en suerte,
y lo acepto porque no está en mi mano
negarme, y sería por otra parte una descortesía
que un hombre distinguido jamás haría.
Se me ha anunciado que mañana,
a las siete y seis minutos de la tarde,
me convertiré en una isla,
isla como suelen ser las islas.
Mis piernas se irán haciendo tierra y mar,
y poco a poco, igual que un andante chopiniano,
empezarán a salirme árboles en los brazos,
rosas en los ojos y arena en el pecho.
En la boca las palabras morirán
para que el viento a su deseo pueda ulular.
Después, tendido como suelen hacer las islas,
miraré fijamente al horizonte,
veré salir el sol, la luna,
y lejos ya de la inquietud,
diré muy bajito:
¿así que era verdad?
Virgilio Piñera (Cuba, Cárdenas -1912,La Habana -1979)
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