EL ESCUPITAJO DE LA DICHA
NATALIA LITVINOVA
De pronto decidí que el hombre que me miraba en el tren
se volviera triste. Sin deseo no podemos ser salvajes, nos
delata como una linterna que ilumina nuestros rasgos
en plena oscuridad.
se volviera triste. Sin deseo no podemos ser salvajes, nos
delata como una linterna que ilumina nuestros rasgos
en plena oscuridad.
No se puede accidentar en los libros ni en las pinturas.
Las catástrofes suceden afuera, a partir de un acto simple
y concreto, apretar un botón, dar una orden.
Las catástrofes suceden afuera, a partir de un acto simple
y concreto, apretar un botón, dar una orden.
El cuadro de una mujer embarazada con una flor en su sexo,
colgado en el Palacio de Justicia, el graffiti de la cara de Nietzsche
sobre el banco de una plaza, las grietas de las antiguas
estatuas griegas restauradas con piedra de otro color.
Capas de belleza que no permiten comodidad ante la vida.
colgado en el Palacio de Justicia, el graffiti de la cara de Nietzsche
sobre el banco de una plaza, las grietas de las antiguas
estatuas griegas restauradas con piedra de otro color.
Capas de belleza que no permiten comodidad ante la vida.
Hablemos de mi cansancio de yacer en la felicidad y recibir
el escupitajo de la dicha. Estoy parada frente a cada objeto
que este mundo usa para conformarse y la mudez
me hace bien.
el escupitajo de la dicha. Estoy parada frente a cada objeto
que este mundo usa para conformarse y la mudez
me hace bien.
No hay comentarios:
Publicar un comentario