martes, 30 de julio de 2024

Trabajan como un músico las olas

 

Náutica. Tres Poemas

Aurora Luque - Sunday, 23 Jul 2023 08:25Compartir en Facebook Compartir en Google Compartir en Whatsapp
Presentamos tres poemas incluidos en el más reciente libro de Aurora Luque (Almería, 1962), extraordinaria escritora, titulado 'Un número finito de veranos', parte de su volumen ¿Las sirenas de abajo. Poesía reunida (1982-2022)'. La clave de los tres poemas es su aproximación al mar, uno de los ejes de su obra.

 

Obra viva, obra muerta

Obra viva o carena: es la parte sumergida

del casco.

Obra muerta: parte del casco que emerge

del agua.

Sabía de la vida

quien así bautizó las mitades del barco.

Al sol y a la intemperie,

lo demasiado claro,

lo que el mundo carcome de nosotros,

lo que ha dejado ya de palpitar,

lo seco, lo tensado,

los cables, las amarras,

el mascarón obtuso y maquillado.

Las sirenas del puerto,

sus imperiosas voces de contralto.

Mirando la negrura, la obra viva:

el mórbido contacto

con lo que fluye y huye,

los sueños que succionan

el indecible plancton,

el roce con cardúmenes inquietos,

con escualos, con náufragos,

y las sombras de carne de molusco

que proyectan los cuerpos

bajo el sol enlazados.

Las sirenas del fondo,

sin pulpa de sonidos,

pero deseo aullando.

Las sirenas de arriba,

las sirenas de abajo.

 

Nomenclatura náutica

El mar habitó pronto dentro de su nombre,

entre sus pocas letras. Una cartilla de papel

grisáceo.

La sílaba importante, la eme con la a,

en tinta roja. La erre final, en negro. Y el dibujo

que les correspondía a aquellas letras,

un lineal, presunto acantilado, que nada sugería

de inmensidad o azules

o de brío de olas.

Cuando, meses después, el mar de agosto

desplegó su opulencia de horizontes,

lo supe: habían mentido. El Libro y la Cartilla

de aprender a leer –esa protagonista respetada

en mañanas de frío y de interior–

no me habían contado la verdad.

A otras cosas quizá las atrapa el lenguaje

y caben, cómodas y ajustadas, en sus nombres.

El mar no es una de ellas.

 

Escala Douglas

Hay caridad en las olas.

Se llevan, no sé a dónde, las soledades tóxicas.

Quizás a algún depósito de infiernos.

Te toman la amargura,

la disuelven,

la lavan.

Trabajan como un músico las olas.

Son construcciones frágiles

de presente purísimo.

Su armonía liquida

todo tu sucio caos.

Trabajan como músicas.

 

Fuente: Aurora Luque, Las sirenas de abajo. Poesía reunida (1982-2022), edición e introducción de Josefa Álvarez, notas de Josefa Álvarez y Aurora Luque, Acantilado, Barcelona, 2023.

 

Aurora Luque

 

Quiero alcanzar las montañas antes de que se haga de día, y ya se apagan las estrellas

 


"Mundos" - Gertrud Kolmar


Se dice que Gertrud Kolmar es una poeta "extrañamente desconocida", porque la calidad de sus poemas es muy alta y porque apenas se ha hablado de ella desde que muriera en el holocausto alemán a manos de esos salvajes que despreciaban la vida.

Sin embargo, no creo que el adjetivo "extrañamente" sea aquí el adecuado: creo que, más bien, se trata de otro caso más de silenciamiento de la voz de una mujer. Su primo carnal era Walter Benjamin, quiero decir.

Cuenta en el prólogo Berta Vias Mahou que la personalidad de esta poeta era especialmente introvertida y que no se relacionaba con otras personas de círculos literarios o de apenas otros ámbitos que no fuera su propia familia. Se dedicó durante su juventud a la literatura y la enseñanza, y mientras los judíos rápidamente iban perdiendo libertades y el resto de su familia huía aterrorizada, ella permaneció en Berlín junto a su padre hasta el final y por tanto, murió. No se sabe exactamente cómo, pero murió. Aún con media vida por delante y perdiéndose así buena parte de la obra que había escrito y la totalidad de aquella que le faltaba por escribir.

Algunos de sus poemas (que escondía celosamente) fueron publicados a sus espaldas por un editor amigo de su padre. Después, se han recuperado otros textos que guardaron familiares y conocidos. Y hoy, casi 80 años después de haber sido escritos, tenemos estos poemas rescatados entre las manos, que se han publicado respetando el orden original, modificado por editores caprichosos en algunas ediciones.

Algunos de sus poemas...

DE LA OSCURIDAD
De la oscuridad vengo yo, una mujer.
Llevo un niño, ya no sé de quién;
en otro tiempo lo supe.
Pero no hay más hombre para mí...
Todos se han hundido a mi paso, como un riachuelo
que la tierra bebió.
Avanzo, más y más lejos.
Porque quiero alcanzar las montañas antes de que se haga
de día, y ya se apagan las estrellas.

De la oscuridad vengo yo.
Marchaba sola por las oscuras callejas
cuando de pronto se abalanzó una luz, despedazando
con sus garras la blanda negrura,
el leopardo a la cierva,
y una puerta abierta del todo escupió una espantosa
algarabía, un griterío salvaje, un aullido animal.
Unos borrachos se revolcaron...
Todo esto lo sacudí del borde de mis ropas por el camino.

Y atravesé el mercado desierto.
Las hojas nadaban en los charcos, que reflejaban la luna.
Perros flacos, ansiosos, olisqueaban desperdicios
sobre las piedras.
Pisoteadas, se pudrían las frutas,
y un viejo cubierto de harapos seguía torturando
su pobre instrumento de cuerda.
Cantaba en voz baja un desafinado lamento,
sin ser oído.
Y aquellas frutas que en otro tiempo maduraron al sol,
con el rocío,
aún soñaban con el perfume y la dicha de la amorosa flor,
pero el mendigo quejumbroso
hacía tiempo que lo había olvidado y no conocía ya
más que el hambre y la sed.

Ante el palacio del poderoso me detuve en silencio,
y cuando pisé el escalón más bajo,
el porfirio rojo carne estalló, partiéndose
bajo mi suela.
Me volví
y miré hacia arriba, hacia la ventana vacía, la tardía vela
del pensador,
que meditaba, meditaba, y jamás se libró de su pregunta,
y hacia la lamparilla velada del enfermo que, por supuesto,
no estudió
la forma en que habría de morir.
Bajo los arcos del puente
dos esqueletos horribles se pegaban por el oro.
Yo alcé mi pobreza como un escudo gris ante mi rostro
y seguí mi camino sin ser molestada.

A lo lejos el río habla con sus orillas.

Ahora tropiezo al subir por el sendero de piedra,
recalcitrante.
Los guijarros, los matorrales de espinas hieren las manos
que tantean a ciegas:
esperan un gruta,
que en la más profunda hendidura alberga al cuervo
verde metálico, el que no tiene nombre.
Entraré ahí,
me acurrucaré bajo la sombra de sus grandes alas
y descansaré.
Amodorrada, escucharé cómo crece la muda voz de mi hijo
y dormiré, con la frente inclinada hacia el este,
hasta la salida del sol.

EL ÁNGEL EN EL BOSQUE
Dame tu mano, tu mano querida, y ven conmigo,
pues queremos alejarnos de los hombres.
Son mezquinos, ruines, y su mezquina ruindad nos odia
y mortifica.
Sus ojos rondan maliciosos por nuestro rostro y su oído ávido
manosea las palabras de nuestra boca.
Recogen beleño...
Así que huyamos
a los campos soñadores que, gentiles, con flores y hierba,
confortan nuestros pies vagabundos,
al borde del río que, con paciencia, carga sobre su espalda
imponentes fardos, pesados barcos repletos de mercancías,
con los animales del bosque, que no murmuran.

Ven.
La niebla del otoño vela y humedece el musgo con brillos
mates, esmeralda.
Ruedan las hojas del haya, tesoro de monedas de bronce dorado.
Por delante de nuestros pasos, llama roja, temblorosa,
salta la ardilla.
Alisos negros, retorcidos, silban junto al pantano
en el resplandor cobrizo del atardecer.

Ven.
Porque el sol se ha puesto, se ha acostado en su cueva
y su aliento cálido, rojizo, se apaga.
Ahora se abre una bóveda.
Bajo el arco azul grisáceo entre las coronadas columnas
de los árboles estará el ángel,
alto, esbelto, sin alas.
Su semblante es dolor.
Y su vestido tiene la palidez glacial de las estrellas
que centellean en las noches de invierno.
El que es,
que no habla, no debe, sólo es,
que no conoce maldición alguna ni trae la bendición y que no
peregrina a las ciudades al encuentro de lo que muere:
no nos mira
en su silencio de plata.
Pero nosotros le miramos,
porque somos dos y estamos desamparados.

Tal vez
caiga una hoja seca, marrón, sobre su hombro,
resbale.
Nosotros la recogeremos y la guardaremos,
antes de seguir adelante.

Ven, amigo mío; conmigo, ven.
La escalera en casa de mi padre es oscura, tortuosa, estrecha,
pero ahora es la casa de la huérfana, y en ella
vive gente extraña.
Llévame.
En la puerta la vieja llave oxidada se resiste
a mis débiles manos.
Ahora chirriando se cierra.
Mírame ahora en la oscuridad, tú, desde hoy mi patria.
Pues tus brazos se erigirán para mí en muros protectores,
y tu corazón será mi aposento y tu ojo mi ventana,
por la que brilla el amanecer.
Y la frente se alza a tu paso.
Tú eres mi casa en cualquier calle del mundo, en cualquier
hondonada, en cualquier colina.
Tú, mi techo, languidecerás conmigo extenuado
bajo el mediodía abrasador, te estremecerás conmigo
cuando azote una tormenta de nieve.
Pasaremos hambre y sed, juntos resistiremos,
juntos un día caeremos al borde del camino, cubierto de polvo,
y lloraremos...


Tomada de https://elmardeletras.blogspot.com/2015/06/mundos-gertrud-kolmar.html

sábado, 27 de julio de 2024

Que la silueta de la cordillera recostada sobre la noche, nos colgara en mitad de la boca una sed imposible de saciar

 Después de unas copas de vino,

y de esta vaga sensación de estar zozobrando
entre los días, pagamos la cuenta y salimos del bar.
La luna tenía la burlona sonrisa del gato de Carrol.
Al subir a su auto preguntó ¿Dónde vamos?
Al mismo infierno dantesco -pensé- pero le contesté con otra pregunta.
Así es que después de hablar de su jefe, del mío, y las horas extras regaladas a otros bolsillos de otros aromos -que comenzaban a reventar amarillos en esas muertas calles del barrio alto, cercadas con corriente-
Dejamos que la silueta de la cordillera recostada sobre la noche,
nos colgara en mitad de la boca una sed imposible de saciar.
Y a intervalos dormimos, y nos volvimos a besar infernales
hasta que amaneció.
Fingí dormir hasta que despertó, o fingió despertar,
y entonces -como si fuese a decir aquella palabra
innombrable, pactada en el terror del silencio-
dijo, ojalá que gane González.
Cuando llegué a mi casa, el vecino mientras barría la calle,
me contó que González ganó la medalla de bronce.
Desde esa soleada mañana, jamás volví a saber
qué diablos fue de su vida.
Ni quién, carajos, era González.



Malú Urriola, Cadáver exquisito.

El patito feo de mi estómago no puede dormir

 

5 poemas de Irene Solà

Foto: Ignasi Roviró.

Irene Solà es una narradora y poeta nacida en Malla, municipio de la comarca de Osona, en el centro de la Plana de Vic, provincia de Barcelona, en 1990. Es autora de Canto yo y la montaña baila (premio Llibres Anagrama de novela), publicada por Anagrama en catalán y en castellano y traducida al inglés, francés, alemán e italiano, entre más de una veintena de lenguas, y galardonada con el European Union Prize for Literature, el premio Punt de Llibre, el Premio Cálamo Otra Mirada y el premio Maria Àngels Anglada de Narrativa. Recientemente ha publicado Te di los ojos y miraste las tinieblas, también en catalán y en castellano en Anagrama. Su poemario Bestia (premio de poesía Amadeu Oller) ha sido publicado en edición bilingüe castellano-catalán por La Bella Varsovia en 2022 con traducción de Unai Velasco, y se ha traducido al inglés y al italiano. Su primera novela, Los diques, ganó el premio Documenta 2017 y fue publicada por Anagrama en castellano.

***

El patito feo de mi estómago
no puede dormir, y yo no sé cantar,
y las canciones de mi madre son viejas,
y mi cocinita no tiene agua,
porque astilla la madera.

*

L’ànec lleig de la meva panxa
no pot dormir, i jo no sé cantar,
i les cançons de la meva mare són velles,
i la meva cuineta no té aigua,
que la fusta s’esberla.

***

Duermes a mi lado como una montaña
y ni siquiera roncas,
y ni siquiera abrazas. Algunas noches, los recuerdos
suben como regüeldos
y, uno detrás de otro,
dejáis de ser hombres
para ser literatura.

*

Dorms al meu costat com una muntanya
i ni tan sols ronques,
i ni tan sols abraces.
Algunes nits, els records
pugen com rots de pair
i, l’un darrere l’altre,
deixeu de ser homes
per ser literatura.

***

Si la yegua pasta en el jardín
ensuciará los vidrios de babas.
¡Pero es que el sol calienta!
Podríamos hacer muchas cosas:
subir al tejado,
papá tiene una escopeta,
la yegua tiene el pelo suave.
¡Si nieva nos volveremos locos!
¡Bésame en la boca, caballo!

*

Si l’euga pastura al jardí
embrutarà els vidres de baves.
Però és que el sol és calent!
Podríem fer moltes coses:
pujar a la teulada,
el pare té una escopeta,
l’euga té el pèl suau.
Si neva ens tornarem bojos!
Fes-me un petó a la boca, cavall!

***

Las monjas viejas
se sientan aparcadas como sillas
y dan miga a los mosquitos.
A nosotros, melindres.
En el jardín una virgen
pisa una serpiente.
Los intestinos como serpientes.
Los cabellos como serpientes.
Besas como una serpiente.
Cuando matas un mosquito,
la mitad de sangre es tuya.

Cerdeña, verano del 2010

*

Les monges velles
seuen aparcades com cadires
i donen molles als mosquits.
A nosaltres, melindros.
Al jardí una verge
trepitja una serp.
Els budells com serps.
Els cabells com serps.
Fas petons com una serp.
Quan mates un mosquit,
la meitat de sang és teva.

Sardenya, estiu del 2010

***

Tu piel suave
choca contra la mía,
como las placas tectónicas,
los glaciares,
los dinosaurios,
los meteoritos,
los camiones de carreras.

*

La teva pell suau
xoca contra la meva,
com les plaques tectòniques,
les glaceres,
els dinosaures,
els meteorits,
els camions de carreres.