PAMELA DE BATTISTA
Cinco notas para las batallas minúsculas (Inédito)
1
Un animal
supongamos un pez
se engancha por la boca.
Cuelga,
la corriente empuja.
No alcanza la fuerza ni el movimiento
desde la boca,
duele.
El cuerpo de un pez es frío
un anzuelo es frío
el agua es fría también
y cualquier día la muerte
es otro animal
con la misma temperatura
pero con más resistencia.
2
Apenas comenzó el verano
después de una lluvia pesada y larga
el romero se dobló
casi completo.
Pudo haber sido el crecimiento desmedido
o el tanto peso de la lluvia
pero fue
el poco espacio en el cantero.
Inclinado a la izquierda
buscaba lo alto mirando hacia abajo.
Un líquido le seguía cayendo
en lamparitas
que el sol por fin prendía.
Lo envolví con una piola
que después tensé
y tensé
y apreté con nudos.
El deseo
el movimiento
la paciencia
también se tuercen algunas veces cuando crecen
y quedan mirando
para otro lado.
Voy a intentar
que todo lo que plante tenga más espacio
para que pueda sostenerse
por sí mismo.
3
Si tuviera que elegir entre el mar y el río
prefiero el río, prefiero
la mesura con que respira:
primero,
con las criaturas de la orilla
después,
con el resto de las cosas.
4
Está cerca la noche
la anuncian los reflejos morados en la costa
No sé si viste cómo brillan las mojarritas a esta hora.
Brillan y saltan entre los pies de la gente y es hermoso.
Se puede anticipar la oscuridad
por los destellos de las cosas más pequeñas.
Cuando no sepa qué hay más allá de la negrura
lo sutil
me abrigará del miedo
con su forma tímida de estar presente.
5
en el patio
al costado del romero
Michiyuri me dejó una ofrenda
quieto el cuerpo de un gorrión
boca abajo
no hay herida visible
hay
una pequeñez demasiado tierna
en discordia con la muerte
el silencio pide su ración
el reconocimiento de su parte
retiene con su músculo rígido la carne quieta
el amor de un animal
traspasa el límite
busca lo sagrado en
el dolor del sacrificio
en un canto póstumo de pájaro
en un montoncito de plumas.
Bonus Track
Poema de la bruja
I
La bruja no duerme.
Pinchan
los grillos de la noche
el silencio constelado,
están bordando su amor
sobre el aire,
costureros anónimos
del insomnio.
La bruja no duerme.
Es medianoche
y el cielo profundo la abre como un ojo.
Será la luna,
el gigante silencio de la sombra,
aquello que se sacude debajo,
otra mirada,
o tal vez la propia
ardiendo
sobre ella misma.
II
Llueve con sol,
apenas entendemos esa urgencia,
ese revés con que sucede,
esos pequeños peces
temblando en el aire.
La piedra se lava luminosa
y si miramos mejor
vemos de cerquita
la bruja que se casa.
Se casa
en una celebración misteriosa
un aquelarre protegido por el río.
Pero no de blanco,
como todas las otras brujas que proliferan en el mundo
que se meten en las iglesias para cuidarse de la culpa
que mienten con albor.
Esta hija del diablo ríe con todo el cuerpo
con una carcajada
desde la boca hasta el sexo
con los pechos galopantes de tanto carcajeo
porque llueve con sol y va a casarse desnuda
con sus demonios,
con sus amantes.
Le voy a regalar una montura
de tierra, hierba y rocío
para que su entrepierna huela a monte o a patio,
un abrazo de mil años
sanador de inquisiciones,
la raíz de un silbido creciendo a boca tendida;
le voy a regalar
una cama donde se enreden las estrellas,
también mandrágoras
y amapolas,
un beso en la libertad,
una música vieja,
pero, sobre todo, mi lealtad,
porque
también soy una bruja
y va a llegar el día
en que me llueva con sol
y yo tenga que casarme
coserme
con mis bestias,
con la muerte,
conmigo misma.
La espera
I
Anoche te llamé con mi corazón
y, como yo, estabas sola.
Ese libro amarillento en tus manos
era una inmensa polilla de mil voces
que te invitaba a romper los muros de la casa
con tu pelo suelto.
Pero mi pobre corazón es una bestia destartalada
intentando verte a través de la distancia
abrazarte con piel de lobo.
Solo las palabras no acudieron
a esa comunicación
infinitamente llena
de posibilidades.
II
El silencio del pan sobre la mesa
la mañana mojada
en la calle de tierra,
te espero cantando con las manos
una canción de mariposas rojas
caídas.
Será porque estos días,
que son el otoño,
no dejan respirar el frío
en nuestra casa.
Será porque te espero,
que siento tu nombre cargado en mi espalda
como un par de alas hermosas
que pesan como el infierno.
Será que no hay retroceso
una vez que una espera
así
con la mañana mojada
o el pan sobre la mesa
si el amor circunda
preñando el aire
de semillas.
IV
Hoy descubrí que cantando
se asemillan las palabras
pequeñas semillas condensando un íntimo infinito:
el verde
siempre haciéndose
el aroma a albahaca
de tu nombre.
Mientras no estés voy a plantar mi voz
por toda la casa
a ver si así venís
también cantando.
V
Pronto han de envejecer
estas flores,
estas migas de pan,
aquella canción que te hacía dormir
en las noches de invierno,
este olor a soledad.
VI
Los abrazos que no nos dimos
se quedaron en nuestra casa,
los siento caminar por las noches
moviendo las cortinas,
los escucho rugir su frustración
escondidos en los rincones
más oscuros.
Temo
que cualquier noche de estas
terminen por despedazarme.