lunes, 22 de septiembre de 2025

Nada tiene que ver el dolor con el dolor

ENRIQUE LIHN




 Nada tiene que ver el dolor con el dolor

nada tiene que ver la desesperación con la desesperación

las palabras que usamos para designar esas cosas están viciadas

No hay nombres en la zona muda

Allí, según una imagen de uso, viciada espera la muerte a sus

nuevos amantes

acicalada hasta la repugnancia, y los médicos

son sus peluqueros, sus manicuros, sus usurarios usuarios

la mezquinan, la dosifican, la domestican, la encarecen

porque esa bestia tufosa es una tremenda devoradora

Nada tiene que ver la muerte con esta imagen de la que me retracto

todas nuestras maneras de referirnos a las cosas están viciadas

y éste no es más que otro modo de viciarlas

Quizá los médicos no sean más que sabios y la muerte —la niña

de sus ojos— un querido problema

la ciencia lo resuelve con soluciones parciales, esto es, difiere

su nódulo insoluble sellando una pleura, para empezar

Puede que sea yo de esos que pagan cualquier cosa por esa tramitación

Me hundiré en el duelo de mí mismo, pero cuidando de mantener

ciertas formas como ahora en esta consulta

Quiero morir (de tal o cual manera ese es ya un verbo descompuesto

y absurdo, y qué va, diré algo, pero razonablemente,

evidentemente fuera del lenguaje en esa

zona muda donde unos nombres que no alcanzan a ser

cuando ya uno, qué alivio, está muerto, olvidado ojalá

previamente de sí mismo

esa cosa muerta que existe en el lenguaje y que es su presupuesto

Invoco en la consulta al Dios

de la no mismidad, pero sabiendo que se trata

de otra ficción más

sobre la unión de Oriente y Occidente

de acápites, comentarios y prólogos

Un muerto al que le quedan algunos meses de vida tendría que aprender

para dolerse, desesperarse y morir, un lenguaje limpio

que sólo fuera accesible más allá de las matemáticas a especialistas

de una ciencia imposible e igualmente válida

un lenguaje como un cuerpo operado de todos sus órganos

que viviera una fracción de segundo a la manera del resplandor

y que hablara lo mismo de la felicidad que de la desgracia

del dolor que del placer, con una sonriente

desesperación, pero esto es ya decir

una mera obviedad con el apoyo

de una figura retórica

mis palabras no pueden obviamente atravesar la barrera de

ese lenguaje desconocido

ante el cual soy como un babuino llamado por extraterrestres

a interpretar

el lenguaje humano

Ay dios habría que hablar de la felicidad de morir en alguna

inasible forma

de eso que acompañó a la inocencia al orgasmo a todos y a

cada uno

de los momentos que improntaron la memoria

con impresiones desaforadas

Cuando en la primera polución

—mucho más mística que la primera comunión— pensabas en Isabel

ella no era una persona sino su imagen el resplandor orgástico

de esa creatura

que si vivió lo hizo para otros diluyéndose para ti carnalmente

en el tiempo de los demás

sin dejar más que el rastro de su resplandor en tu memoria

eso era la muerte y la muerte advino y devino

el click de la máquina de memorizar esa repugnante devoradora

acicalada en palabras como éstas tu poesía, en suma es la muerte

el sueño de la letra donde toda incomodidad tiene su asiento

la cárcel de tu ser que te privaba del otro nombre de amor

escrito silenciosamente en el muro

o figuras obscenas untadas de vómito

tu vida que —otra palabra— se deslizó, sin haberse podido

engrupir en lo existente detenerse en lo pasajero hundir el hocico

feliz en el comedero, golpear por un asilo nocturno

con el amor como con una piedra

la muerte fue la que se disfrazó de mujer en el altillo

de una casa de piedra y para ti de sombra y humo y nada

porque ya no podías enamorar a su dueña, temblando

del placer de perderla bajo una claraboya con telarañas

tienes que reconstituir ese momento ahora que la dueña de

la casa es la muerte

y no la otra, esa nada ese humo esa sombra

darte el placer de ser ella y de unirte a ella como los labios de Freud

que se besan a sí mismos.

 

HAY SÓLO DOS PAÍSES

Hay sólo dos países el de los sanos y el de los enfermos

por un tiempo se puede gozar de doble nacionalidad

pero, a la larga, eso no tiene sentido

Duele separarse, poco a poco, de los sanos a quienes

seguiremos unidos, hasta la muerte

separadamente unidos

Con los enfermos cabe una creciente complicidad

que en nada se parece a la amistad o el amor

(esas mitologías que dan sus últimos frutos

a unos pasos del hacha)

Empezamos a enviar y recibir mensajes de nuestros verdaderos

conciudadanos

una palabra de aliento

un folleto sobre el cáncer.

 

[EL YO DE LOS DEMÁS NO TE DARÁ NINGUNA LUZ…]

El yo de los demás no te dará ninguna luz sobre tu propia muerte

Ella y la memoria —esa ciudad fantasma— coinciden

búscala en tu pasado

Sin haber sido un sueño tu vida es un campo perfecto para

el estudio in situ de la irrealidad

la simple superposición de la memoria y la muerte

es todavía una idea general

(y “generalizar es ser un imbécil”)

Pero, ¿cuántas creaturas has sido tú, que no tienen una historia en común

sino en el haz de la memoria muerta?

Recuerdos prenatales de guarisapo coleteando el cieno amniótico

Recuerdos de un salto de rana a la niñez, palpitante y de ojos desorbitados

Recuerdos embetunados del misticismo de los púberes que

tienen poluciones nocturnas en la creencia de que se

trata de un encuentro con los ángeles

jetas de las que cuelga un hilo de luz

Tiempo de garzas besándose con los cuellos en el paraíso del incesto

hasta que cae la ley como un hacha

Recuerdos con olor a lobo:

el cojo rural de las iniciaciones

daba clases de masturbación sentado a poto pelado sobre el

fluir de un arroyo símbolo de la virginidad

y la bestialidad en el corral de la ovejas

Recuerdos de un fiel discípulo aventajando años después a

su maestro en relaciones con la flora y la fauna:

recuerdos de lobo

y los de tantos tiempos en que el mismo individuo se arrastraba

de un especie en otra

apelotonando los fragmentos sueltos de su identidad

que nunca han hecho una vida en común

recuerdos de escarabajo pelotero.

 

[TODAVÍA ALETEO…]

Todavía aleteo

con el pescuezo torcido y las alas en desorden

no se congreguen a mi alrededor como si yo fuera en su

restaurant

El pirata suizo

Hay manos que me torturan al hacerme una atención

hay bocas que repiten su disco grabado en la tierra

Hay pies a partir de los cuales se alzan figuras aterradoras

Déjenme acabarme en mi ley

no en la de les hommes d’equipage.

 

[EL ORDEN HA SEDUCIDO MI CASA…]

El orden ha seducido mi casa

La Comet que funciona para mi sorpresa

envuelve todas las habitaciones de calor casi humano

El sistema eléctrico ha dejado de ser un árbol de pascua a la intemperie

Como en un cuadro impresionista

respiro un aire de luz difusa

No se ven libros revueltos en la mesa del comedor ni papeles en el suelo

mi casa se ha desprendido de ese abandono de las plazas públicas

poco frecuentadas

de ese aire de mala vida que me persiguió por todas partes

Mis amigas, aunque unidas a la segunda de la trilogía por

un hilo que es un soplo

tienen derecho a llave en esta casa a la que me siento unido por ellas

equidistante de todo

y de ellas que alimentan esa equidistancia

Toda esta tranquilidad responde como se comprenderá

a la presencia de la muerte en mi casa.

 

[LOS QUE VAN A MORIR…]

Los que van a morir pueden no esperar

que termine el horror de la historia

De los moribundos es el reino de la duda

la desesperanza y la convicción

Dudan que el monstruo doble la cerviz

desesperan del ovillo de Ariadna un camino tan irreal

y de la realidad del tal Teseo

Saben que el laberinto se desmoronara por sí solo

sobre la cabeza de un viejo minotauro incapaz ya de sostenerlo

con sus cuernos

inapetente ante la carne viva

Los que van a morir sospechan que otros horribles trabajadores

reconstruyen el laberinto un poco más allá

para los devoradores que vienen.

 

[NADIE ESCRIBE DESDE EL MÁS ALLÁ…]

Nadie escribe desde el más allá

las memorias de ultratumba son apócrifas

En la casa de la muerte sólo se encuentran agonizantes lectores

algunos vivos que curiosean allí, pero no muertos.

Aunque el libro tibetano de los muertos diga que se dirige a ellos

no hay lectores en el más allá, muertos que no guarden las

formas y la gravedad de la noche.

Sólo se recuerdan apariciones

fantasmas, más bien, fantasías, enfermedades de la memoria

Esos señores, en lugar de hablar, responden a la desesperación

de preguntas mediúmnicas sin interés.

Peor aún, suspenden mesas de tres patas para probar que existen.

Como invisibles pionetas

bajan un piano del quinto al cuarto piso.

Quiero saber qué son los muertos, si son

No lo que hacen ni lo que dicen de otros

no las pruebas de su existencia, si existen.

 

 

ANIMITA DE ÉXITO

Me he convertido en una animita de éxito

entre los camioneros y sus familias

Una casita de la muerte iluminada a vela,

piadosamente; con flores frescas a sus pies

Me he convertido en un actor que va a morir, pero de verdad

en el último acto

en un afamado equilibrista sin red que baila noche a noche

sobre la cuerda floja

El teléfono suena constantemente en mi camarín.

No me pueden llamar para derogar mi aparición en escena

lo hacen sólo para pedirme que les reserve entradas

aunque sea para el tercer acto

Tinguirinea gente cercana a mi corazón

ahora vacío pero no indiferente

y gente que estuvo a miles de kilómetros de él

estos últimos para reconciliarse con Jesús, su paralítico,

a pito de mí, para obtener la absolución en el último momento

Par delicatessen voy a perder lo que me queda de vida

la alegría de morir, recibiendo a estos jetones

La muerte es un éxito de público

Basta con doce personas

No quiero a nadie más en la platea.

 

 

(De Diario de muerte, 1989)


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