UNA VEZ ESCRIBÍ TODO, de Natalia Iñiguez
Lo
primero que te llama la atención de este libro de poemas es cuánto cuerpo
tiene. Primero porque no es “cuerpo” sino cuerpa, segundo porque aparece en
todos los poemas casi y tercero porque la cuerpa se describe sudorosa, estriada,
desprolija, reviva en el todo y en sus partes no-petrarquistas: párpados, uñas,
cuero cabelludo, úvula, tetas de madre, pestañas viudas, ojo miope, sangre
suicida, fetos asesinados, anarconcha, codo partido, vejiga. A veces es una
cuerpa individual y a veces es una cuerpa múltiple que se habla y se contesta
sola, que es igual que las otras o que no quiere ser como otras.
Me
encantaron estos versos:
“de cuando éramos vírgenes
sólo nos queda la música
y el sabor a fruta fresca
huye en la boca de la rutina.”
Y estos:
“hablemos de lo necesario
qué caliente está el mate
hoy que cenamos
creo que ya no doy más
hay que comprar lentejas
pero me parece que si me voy
vas a pudrirla
aunque podría traer algunas frutas
vos que decís?
ya que estás calentá el agua”
Lo que
te llama la atención después es cuánto barrio tiene este libro. Podestá con
gatos y perros, y laburo y colores de la naturaleza y de la contaminación, y
esténcil y tacos en el barro. Mirá, por ejemplo:
“podestá al atardecer
es rosa bebé de madre prematura
es amarillo hoja otoñal
es siempre verde limonero
es gris tanque de agua”
También
me gustó eso que todas las cuerpas que escribimos poesía amamos y detestamos
con la misma o variable intensidad: hablar de escribir y de qué es la poesía y flagelarnos
con si hacemos bien o mal o peor o al pedo esto de escribir (y sobre todo:
hacer leer a otres) nuestra poesía. Yo, cada vez que me pasa, me consuelo con
versos como estos de Natalia:
“pensamos mientras escribimos
mentalmente por la vereda
si lo que escribiremos
en la hoja al llegar
no es más de lo mismo
y sobre todo pensamos
maldita sea
hubiéramos tomado el colectivo
para no pensar en las
otras.”
Y puteadas como esta:
“Soy la bruja que la inquisición de la buena onda
lleva a la hoguera
todos los días
¡Te vas a quedar sola!”
Y decisiones que tanto cuesta
mantener sin repetírnoslas todos los días para que nos entre en el culo (como
decía mi terapeuta) y en la cuerpa toda (propia y compartida):
“Desconfiar hasta decir basta,
desconfiar como manifiesto,
decir basta y decir tragedia.
decir lágrima para no soltarla.
decir muerte para transitar.
Intento una forma y me digo mujer:
esta que ensayo
no mira con ojos de poeta.
Mis ojos no se pulverizan con las rosas
Ni con las calles
Ni con el sol
Ni con la tierra mojada”
Y qué
bueno tener los ojos y toda la cuerpa entera y latiendo para seguir mirando y
diciendo.
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