martes, 31 de julio de 2018

Estas voces comunitarias y acusadas de “salvajes” por los centros de poder


El no-camino de la heroína en Mujer ajenjo, de Svetlana Makarovic


Paula Irupé Salmoiraghi


            Svetlana Makarovic, poeta, dramaturga, narradora y actriz, nació en Eslovenia en 1939 y es considerada actualmente la principal referente de la poesía de los Balcanes en la segunda mitad del siglo XX. Sus posturas respecto del medio literario y político de nuestra época la han transformado en un personaje polémico. De ella dice Julia Sarachu, traductora al castellano de su poesía:
...es quizás la voz más original y potente de la poesía eslava contemporánea. En 1974, con la publicación de su libro Mujer ajenjo sacudió la estructura conservadora de la escena cultural yugoeslava dominada exclusivamente por hombres. Pero solo después del éxito indiscutible de su obra poética y teatral para niños, que la llevó a la fama y a transformarse en un personaje público, fue imposible ignorarla y obtuvo el reconocimiento como poeta. Sin embargo, su relación con el campo intelectual continúa siendo problemática, pues para Makarovič la poesía es “un cuchillo filoso” que el poeta debe usar para herir las formas cosificadas del pensamiento y la hipocresía de la sociedad en la que vive. De este modo, la función del poeta es despertar a su pueblo del letargo de las instituciones y las estructuras de poder naturalizadas que lo adormecen, para devolverlo a la contemplación de la realidad desnuda. (Sarachu, 2018, 767)
 
Mujer ajenjo, poemario editado en Buenos Aires por Gog y Magog, es una selección de toda su poesía hecha por la autora misma. A través del libro vemos cómo el lugar de la poeta y su voz se ven directamente enraizados en las voces populares del folclore y la oralidad, en la tradición ancestral natural que el sistema de violencias patriarcales en que vivimos desfigura y destruye. Dice Makarovic en entrevista realizada por Sarachu:

MAKAROVIČ: No diría que mi poesía es pesimista, no es una descripción del mundo sino un reflejo del mundo. El mundo es horrible, desde que existe la humanidad existe el deseo de matar al semejante, matar a la otra gente, matar lo que está vivo, matar lo que es más débil, matar todo lo que es diferente. Por eso hay guerra, todo tiempo es tiempo de guerra porque la guerra nace con la humanidad desde el principio; quiero decir, mi postura frente a la guerra es mi postura frente al mundo. Esto lo tomo como una posición realista frente al mundo. No amo al mundo, no quiero a mi vida, porque si hubiera tenido la opción de nacer en este mundo o no, hubiera dicho “por favor, no”. Pero como Dios no existe no tengo con quien quejarme, entonces escribo poesía de la misma manera que un compositor escribe su música. (Sarachu, 2018, 768)

La tradición femenina, marginada durante siglos al lugar de “lo natural” y lo animal como inferior al “hombre” culto, ha sostenido desde siempre la importancia de estas voces comunitarias y acusadas de “salvajes” por los centros de poder (Pinkola Estés, 2010). Esta característica de la poesía de Makarovic da vitalidad a sus versos y a las traducciones de ellos que llegan hasta nosotras:

En sus poemas la sonoridad, la rima y su vinculación con la cultura oral y la lengua materna resultan decisivas. Dado que no hay en Makarovič un procedimiento racional de construcción de una idea objetiva que el traductor puede identificar para comenzar desde allí su intento de reconstrucción, sino una búsqueda, a partir de la materialidad sonora de las palabras, para hacer surgir el poema como reverberación de voces antiguas que actualizan en su interior la experiencia de una genealogía femenina que se retrotrae hasta Ajda, la mujer eslava originaria. (Sarachu, 2018, 796)

Los personajes y motivos que la poeta nos muestra son productos de un trabajo personal y colectivo femenino que trenza introyección, validación y pervivencia de voces ancestrales. Los personajes y creencias paganas le sirven para rechazar el mundo del catolicismo impuesto por encima de la vida salvaje y natural que pervive como sustrato. En sus propias palabras:

… yo a San Juan no lo voy a reconocer, yo llevo en mi corazón al Krešnik pagano, el bello Jorge por ejemplo que es el que enciende, alimenta, las fogatas, lo que el cristianismo después proclamó como pecaminoso. El cristianismo entonces determinó que la erótica, el sexo, debía encuadrarse en una linda ley, pertenecer a una institución bendecida. El Krešnik pagano por otro lado para mí representa el coger universal. Y expresamente utilizo esa palabra “coger” en el sentido de coger a la naturaleza, las plantas, los animales, los pájaros y a la otra gente; utilizo la palabra con toda intención, “jebanje” (coger), es una palabra eslovena, es una palabra eslava y la quiero utilizar con todo el sentido y no peyorativo, porque coger es la esencia, el fundamento, el inicio de toda vida. (Sarachu, 2018, 772)

La poeta articula así lo que Donna Haraway en Manifiesto para cyborg (2018) define como “una imagen condensada de imaginación y realidad material”, un cuerpo (del poema, de la poeta y de las heroínas) que canta “al placer de la confusión de fronteras y a la responsabilidad de su construcción” (Haraway, 2018, 11). Como el cyborg de Haraway, las heroínas de Makarovic son opositivas, utópicas e inocentes, producen acoplamientos en un ecosistema como “polis tecnológica basada parcialmente en una revolución de las relaciones sociales en el oikos, el hogar. (donde) La naturaleza y la cultura son redefinidas: la primera ya no puede ser un recurso dispuesto a ser apropiado e incorporado por la segunda.” (Haraway, 2018, 13)
En los poemas de Mujer ajenjo, hay múltiples formas de heroísmo pero no vemos escenas bélicas, violentas y entramadas en la lógica del premio y el castigo, el vencedor y el vencido, en consonancia con el héroe tradicional estudiado por Joseph Campbell (1972). Aparece un tipo de heroísmo no lineal sino circular, centrado, plural, dotado de capacidad de reproducción, memoria, narración y solidaridad como bienes primordiales. Este arquetipo heroico, que he llamado “heroína” a falta de nombre más apropiado y alejado de binarismos, se relaciona de igual a igual con los vivos y los muertos (“Canción vespertina”) y con todas las “personas” (Viveiros de Castro, 2014) que componen su espacio vital (“Vecino montaña”, “Girasoles”, “Deuda”). A través de las heroínas de los poemas de Makarovic se cumple la canibalización o “tecnodigestión” de las dicotomías, de los “dualismos orgánicos y jerárquicos que controlan los discursos de Occidente desde Aristóteles”:

 la mente y el cuerpo, lo público y lo privado, el organismo y la máquina, lo animal y lo humano, la naturaleza y la cultura, los hombres y las mujeres, lo primitivo y lo civilizado, están puestos ideológicamente en entredicho (...) El hogar, el sitio del trabajo, el mercado, la plaza pública, el propio cuerpo, todo puede ser dispersado y conectado de manera polimorfa, casi infinita, con enormes consecuencias para las mujeres y para otros… (Haraway, 2018, 41)

La yo lírica de Makarovic toma del folclore esloveno la sabiduría transmitida por los cantos y las rondas para alimentar su creatividad y sostenerse como poeta individual enraizada en la tradición popular más que letrada. Tanto el “hada noble” como la “décima hija”, “la bruja”, la alimentada por el burja (“Ser solo”), Verónica que hace huir a Jelengar pero no puede evitar cargar con el perfume del miedo que él produce en todas las mujeres, la no-novia y no-madre de “La noche oscura”, la amiga del ciervo que escapa en “Cacería”, la que puede ser a la vez una flor y un monstruo, la que debe atravesar el pueblo de los babosos que han matado a la hija, la mujer del zarzal, Bvantinova, que está muerta, cuya memoria es un basurero del “hombre” pero aún así es la encargada de parir el atardecer entre las hayas, son heroínas dotadas del poder del conocimiento heredado, de la memoria, del sacrificio por el grupo y de la comunión con personas de todos los reinos naturales. Sus recorridos son cíclicos (“la luna rejuvenece para mí, / rejuvenece, envejece” y “cada cien años nos volvemos a encontrar”) y sus cuerpos son anfibios entre los reinos de la lógica falogocentrada.
Estas heroínas se mueven en la imaginería de  la fragmentación y la reconstrucción de los cuerpos y los territorios. El principio que las hace subvertir el orden de los mitos patriarcales es el poder de la Vida/Muerte/Vida (Pinkola Estés, 2010) como entidad eterna y arquetípica de cuya voz toda poesía es manifestación creativa. Para ellas, el lenguaje poético no es un medio de comunicación sino un placer sagrado, aquello que Ivonne Bordelois (2005) llama “una forma, acaso la más elevada, de amor y de conocimiento” (p. 12) y “un tejido fuerte y resistente, y tan necesario a nuestras vidas como la nutrición” (p. 25).
El devenir poético se suma al todo universal y compartido (“el mundo es la tumba y la cuna”) y no clasificable en nacionalidades, lenguas traducibles u olvidables o cargos jerárquicos definidos por las guerras (“El verdugo”) y las relaciones binarias en las que “seremos lápidas uno para el otro” (P. 75).
En Makarovic, lo infantil y lo animal no son disvalores ni etapas a superar sino que se integran al cuerpo de la heroína como bienes. En “Juego de niños”, por ejemplo:

JUEGO DE NIÑOS

Me gusta comer cerezas rojos,
y las negras aún más,
me gusta apartarme del camino de la gente,
cada año más,
estaban de pie en el umbral,
contaron las cerezas,
estas son mías, estas son tuyas, y estas son de él.

Me gusta mirar las amapolas rojas,
y las negras aún más,
me gusta la niebla y el atardecer,
cada año más,
estaban de pie en el umbral,
contaron las vidas,
estas son mías, estas son tuyas, estas son de él.

Me gusta cantar canciones,
insultar aún más,
me gusta también callarme,
cada año aún más,
estaban de pie en el umbral,
contaban cadáveres,
estos son míos, estos son tuyos, estos son de él.

Lo lúdico aparece unido a lo vegetal (las cerezas) y al placer de los sentidos (deambular, la niebla, el cantar y el silencio), en antítesis con lo clasificatorio y lo bélico que cuenta cadáveres, propio de la épica masculina y nacionalista.
Del mismo modo, en “Soga” y en “El mundo es así”:
Soga

Soga negra,
ciega,
¡fuera de mi corazón!,
yo te conjuro tres veces
con esta hierba roja de junio,
con este trébol exquisito:

¡Fuera!, hacia donde está tu hogar,
entre aquellos, que viven de a dos,
entre aquellos, que se comen uno al otro,
para que nunca más vuelvas.

¡Fuera!, hacia donde está tu hogar,
entre aquellos, que viven de a dos,
que se pisan uno al otro,
para que nunca más vuelvas.

¡Fuera!, hacia donde está tu hogar,
entre aquellos, que viven de a dos,
de a dos, con su atadura,
para que nunca más vuelvas,
soga negra,
ciega,
tres veces envuelta alrededor del mundo.

Florecé, florecé para mí hierba roja,
mil veces lindo trébol.

La “hierba roja” y el “lindo trébol” son los que florecen para la heroína que expulsa de sí al elemento violento propio de “los que viven de a dos” y “se pisan uno al otro”, a la vez que se ríe irónica de los que se hacen daño unos a otros mientras sostienen que eso es lo natural e inmodificable:

El mundo es así

Nosotros vamos por el mundo,
uno a otro nos hacemos daño,
uno a otro nos hacemos daño,
el mundo es así.

Yo correré y te cazaré,
porque es algo que ambiciono,
porque es algo que ambiciono,
ya es así el mundo.

Te voy a arrancar el ojo
porque me molesta mucho
porque me molesta mucho
ya es así el mundo.

Con tus lágrimas voy a limpiar el piso,
porque me gusta tener la casa limpia,
porque me gusta tener la casa limpia,
ya es así el mundo.

La poeta, en cambio, la que rehuye los contactos humanos dominados por la frivolidad, la crueldad y el status quo, “se aferra a la palabra vos, /porque yo significa frío” (“Nacido”, p. 105) y de este modo borra sus límites corporales y lingüísticos para zambullirse en un universo pletórico de multiplicidades y calores donde son posibles todas las formas de vida otras, tal como vemos en el poema que cierra Mujer ajenjo (p. 115-116):
La aguja
Camina camina la aguja silenciosa
ligera, con pasos minúsculos de acá para allá,
cose con apenas visible hilo
uno con el otro.
Que siga cosiendo, que siga cosiendo
a mí con vos, a vos con él,
cuanto más densa es la costura,
menos palabras pronuncio.
Pincha, tira, tensa
delgado, filoso, hilo ardiente,
cuando te das cuenta, ya es demasiado tarde,
con mil puntadas estás cosido.
Garganta con garganta, la tuya con la mía,
cada vez más denso, cada vez más fuerza,
la piel se injerta en otra piel,
cada vez más apretado, cada vez más cálido.
Junta las mejillas, las espaldas,
los pechos, los miembros sudados,
ya siento tu aliento de odio,
ya no podés apartarte de mí.
Qué es mío, qué es tuyo,
apuntás con la piedra entre mis ojos –
la aguja se apura, pincha la palma,
que se afloja y la deja caer.
Lo que fue anudado,
no se puede desatar
y lo que fue arrugado,
nunca más se alisa.
A uno se le corta el aliento
y presiente y reconoce.
El camino se revela solo.
Es un camino para uno solo.
Se estremece con fuerza, se lanza,
arranca la piel de los huesos,
se levanta entre los harapos del cuerpo
y se pierde en la oscuridad.
Allá en lo desconocido. Allá en lo alto.
Fue y es y será.
Allá en lo infinito. Allá único.
Esa estrella sobre la montaña.


BIBLIOGRAFÍA

Bordelois, Ivonne (2005) La palabra amenazada. Buenos Aires. Libros del Zorzal.
Campbell, Joseph (1972) El héroe de las mil caras. Psicoanálisis del mito. México: Fondo de Cultura Económica.

Haraway, Donna. (2018) Manifiesto para cyborgs. Ciencia, tecnología y feminismo socialista a finales del siglo XX. Mar del Plata. Letra sudaca.

Makarovic, Svetlana. (2010) Mujer ajenjo. Buenos Aires. Gog y Magog.

Pínkola Estés, Clarisa. (2010) Mujeres que corren con los lobos. Buenos Aires. Planeta.

Salmoiraghi, Paula (2012)  “Cruce de espacios, identidades y tradiciones en Río de las congojas de Libertad Demitrópulos”. Disponible en  http://2012.cil.filo.uba.ar/sites/2012.cil.filo.uba.ar/files/0333%20SALMOIRAGHI,%20PAULA.pdf

Sarachu, Julia (2018) Tesis doctoral: “Interpretación de la historia de la poesía eslovena a la luz de los procesos políticos, sociales y culturales que incidieron en la constitución de Eslovenia como Estado nacional independiente”.

Viveiros de Castro, Eduardo (2014) La mirada del jaguar. Introducción al perspectivismo amerindio. Buenos Aires. Tinta limón.


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