Florencia Defelippe
Bombuchas
Trepo el tiempo
como una tarántula
la casa, el barro
tantas cosas detrás.
Las hamacas, los postes de luz
el sauce cortado
el ruido a bombuchas
la palabra c a r n a v a l...
Miro por fracciones
algunas fotos
idealizando muertos.
Lo que no está se vuelve sublime
y lo que está,
se pudre.
Nunca supe cómo cruzar el terreno baldío
Nunca supe cómo cruzar el terreno baldío
ni atravesar en skate las calles de tierra
ni hacer chistes visionarios y precisos
pero me trepaba a los árboles
y a los postes de luz
con la habilidad de un chimpancé.
Podía ver, entonces, la proyección diminuta de:
la casa los primos el lomo de un perro
el viento allá arriba era otro y el silencio
me pertenecía como
pocas cosas pueden pertenecer en la vida.
Después estaba el vértigo, y ese mareo
de hamacas
cuando se arrojan las piernas
como serpentinas al cielo
en un primer instinto de supervivencia.
Más que objetos que desaparecen en el aire
Estoy cansada y quiero un café
O algo que me fuerce a resistir.
Empiezo un cuaderno escribiendo
este poema y
ya no importa el tamaño de las cosas
ni los límites
que las desbordan.
Ahora
que las hojas se derrumban
y su perfume entra en el viento que las agita
entiendo que no pertenezco a este lugar
ni a ningún otro
que me despida amablemente.
Cuando era chica miraba
por la ventanilla el reflejo
de los árboles deformarse
hasta perderse para siempre
Un auto dobla la esquina y
por la ventana vuela la mano sola
de un niño
que no puede acariciar más que objetos
que desaparecen en el aire.
La orilla
Se disuelve la resaca de los días
a la luz del sol
duplicada en el oleaje.
Arriba, en el puente, los rayos, las bicicletas,
sus cortes limpios y su proyección
en el agua iluminada.
Un pez irrumpe el reflejo:
lleva a Urano en su ojo izquierdo,
el planeta que habito.
La imagen devuelve
una versión distorsionada de nosotros, donde
yo soy el pez
y viceversa.
Del otro lado de la orilla hay libros, amigos,
gente que conocí ayer y que ahora
se desenvuelve con temeraria hermandad.
No entienden que mi cuerpo quedó ahí,
en un planeta lejano, el ojo grisáceo de un pez
y puedo volver al sol y a su luz cálida
como un niño débil y enfermo
que ha dejado escapar
su única idea posible del mundo.
Flor Defelippe
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