JULIA ERAZO DELGADO
tréboles de cuatro hojas
tréboles de cuatro hojas ascienden al cielo
arropan mi cuerpo desnudo
lo guarecen de la lluvia de las tormentas solares
alguien dice mi nombre me llama a través del bosque
pero yo he dejado todas mis pertenencias olvidadas
para sufrir la vida de los árboles
para clavar mis raíces como dedos sedientos buscando otras manos
solo los tréboles de cuatro hojas pueden ascender al cielo
trepar por mi cuerpo desnudo
cubrirlo guarecerlo dejarlo ser sin nombre
el bosque productor de ecos distantes se calla
hambre
soy la cena
un solo cubierto en mi mesa
espantapájaros
deseas
una jarra de té hirviente sobre la mesa
encuentras una estela de polvo y polillas
deseas
un timbre que anuncie visitas halagüeñas
no hallas la puerta ni la ventana
deseas
una copa con bebida fresca
un desierto te ha dividido los labios
los lugares que no te conocieron te reclaman
las esquinas que te vieron pasar no te conocen
alguna vez apareces
cargando tus bronquios secos
alguna otra
tu alma de espantapájaros
tu crucifixión
ha claudicado la velocidad de tus palabras
la novela de aventuras que inventaste
has muerto
nicotina
un cigarro gira en la noche
luciérnaga
mancha fosforescente en el jardín
ciegas alimañas entre los árboles
sus dulces voces
sus cuellos y párpados en tensión
deciden cazarme a dentelladas
rayan mi rostro mis manos
se enfrentan con el veneno de mi piel
destila un amor muerto
fantasmas
algunos girasoles crecen en el centro de mi casa
parecen no necesitar del sol
miran mi rutina de absurdas lecturas
giran su cuello desde el sofá rojo hasta la cocina
vuelven a dormir
palabra
tus poros tus caras tus fracturas
tus azules tu granja de lunas
tus cigarrillos tus tacones
tus abrigos sin mangas
tu invierno descalzo
tus uñas torcidas
tu hipotermia
tus cristos
tu polvo
tu luz
tú
AROMA
a Josué, recuerdo de agua
ocurren las horas los días
una tormenta
el hambre la sed
no estás
sabanas africanas
la aurora el ocaso
una leona
tras una cálida presa
aspiro tu aliento
guardo la flor del baobab
a pesar de las sombras
la caza se consuma
ÁNGELES
a Juan Xavier, José y Josué
en una ronda bailan los niños
el primero una moneda al aire
echa la suerte
aviva volcanes a punto de extinguirse
el segundo una moneda que rueda por el suelo
roza el mundo
se forja sobre el pavimento
el tercero una moneda de agua
se escapa
mas regresa en tardes de lluvia y de llanto
RUTINA
una noche sin luna
sin estrellas
el aura
fugaces pájaros la rondan
algo nos llama a cenar fuera de casa
fuera de la piel
el invierno ha terminado
sangran nuestras alas rotas
un farol alumbra la vuelta
felicidad
una flor bordada
llena el espacio
ahuyenta las distancias
aún en el tambor
en el vacío
en la nada
aún hilo
en la rueca que da vueltas
imagen
la vida un palomar
plumas negras
gráciles
deformes
volando en todas las direcciones
el agua espejismo
la luna y las estrellas miran el agua de la tierra
el agua abre sus ojos sobre la montaña
se desborda como un vestido de encajes
cubre el vientre del planeta
el cuerpo de un hombre es de agua
aún quedan algunos pozos de los que beber
la sed nos alcanza velozmente
el agua de la tierra mira la luna y las estrellas
desiderativo
leer el horizonte
aferrar las raíces a los ojales de la tierra
dialogar con la vida
construir una transparente vecindad
en medio de la comarca de su oquedad
peligrosamente frente al abismo
enorme mar de piedras y fósiles
que no alcanzamos a humedecer
ruido salvaje
el invierno sepulta tus huellas irremediablemente
una araña recupera sus hilos sueltos
unos pies corren descalzos por la casa
no quedan rastros de ti
solo un poco de azúcar derramado sobre la mesa
fantasmas
algunos girasoles crecen en el centro de mi casa
parecen no necesitar del sol
miran mi rutina de absurdas lecturas
giran su cuello desde el sofá rojo hasta la cocina
vuelven a dormir
sentido profundo
la trampa no se sabe satisfecha
su vientre descansa
cueva oscura invadida de ecos
un revolotear de alas
un arrastrarse por terrenos lodosos
un hablar en otras lenguas
la trampa traga saliva
espiral de placeres
refrescan su garganta unas gotas
que deforman el río
aspira el atardecer
el silencio del color que cae
empieza a desear ser barco y no trampa
ser viaje y no jaula
ser viento y no vacuo frenesí
la vida canta sin embargo
alrededor de ella
el recuerdo de un halcón caído
la acompaña
aroma
a Josué, recuerdo de agua
ocurren las horas los días
una tormenta
el hambre la sed
no estás
sabanas africanas
la aurora el ocaso
una leona
tras una cálida presa
aspiro tu aliento
guardo la flor del baobab
a pesar de las sombras
la caza se consuma
cadalso
un buen día
un hombre saca sus redes
pesca su sed
vuelve a llenar su redoma
sus pasos desdibujan el camino
intenta asirlo con las manos
un buen día
ellas aprietan su cuello
espantapájaros
deseas
una jarra de té hirviente sobre la mesa
encuentras una estela de polvo y polillas
deseas
un timbre que anuncie visitas halagüeñas
no hallas la puerta ni la ventana
deseas
una copa con bebida fresca
un desierto te ha dividido los labios
los lugares que no te conocieron te reclaman
las esquinas que te vieron pasar no te conocen
alguna vez apareces
cargando tus bronquios secos
alguna otra
tu alma de espantapájaros
tu crucifixión
ha claudicado la velocidad de tus palabras
la novela de aventuras que inventaste
has muerto
Datos vitales
Julia Erazo Delgado (Quito, 1972) es periodista. Ha trabajado en la cátedra universitaria. Dirigió el centro cultural Galería Imágenes (1997-2000). En la actualidad colabora en el Periódico de poesía del Municipio de Quito. Sus textos han aparecido en importantes revistas ecuatorianas y extranjeras y en antologías de la lírica ecuatoriana actual. Es coautora del libro La voz habitada, Siete poetas ecuatorianos frente a un nuevo siglo (Quito, 2008). Ha publicado el cuaderno de poesía Imágenes de viento y de agua (2008) y el libro Verbal (2008). Ha representado al Ecuador en eventos poéticos en Ecuador, España, Venezuela y Colombia.
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