Circe Maia
En el tiempo
II
Los veranos de años futuros
niebla, humo dorado de mañanas
atardeceres nebulosos, noches
como frutas oscuras
pero de oscuras frutas no nacidas
como cuando están en flor los ciruelos
todavía en flor y el verano lejos.
Tiempo que no ha venido y que quizá ya empieza
a dibujar sus formas, despacio, a delinearse
así, como perfiles en las nubes
como formas de espuma o arena movediza.
Se adivina un silencio latente de rumores
una sombra madre de un chispear de luces
como un agua negra, río subterráneo
subiendo, acercándose a la luz de afuera.
Desde el presente, alzando los ojos a lo lejos
es posible pensar que han levantado el vuelo
y vienen por un aire silencioso, los días
con aletear sin ruido.
Y están después atrás, terriblemente fijos
-palabra dicha, hora vivida, noche muerta-
fijos de una fijeza feroz, y no se puede
no hay nada, no se puede
ni los ángeles pueden
tocar un solo punto del tiempo sumergido.
(de En el tiempo, 1958)
He visto
Policías. Soldados.
Camiones y camiones. O a caballo.
O a pie. Juntos, armados.
Veo tu rostro inquieto, ciudad querida
y en todos lados, miedo.
Planta voraz, trepándose a las casas
subiendo las paredes
devorando, creciendo.
Si te arranca del sueño
puesto delante de una luz- cuchillo:
¿Qué has de sentir? ¿Te taparás los ojos?
¿Sabrás quedarte y resistir?
Prepárate.
El día duro ya está amaneciendo.
(de El puente, 1970)
Voces en el comedor
La puerta quedó abierta
y desde el comedor llegan las voces.
Suben por la escalera
y la casa respira.
Respira la madera de sus pisos
las baldosas, el vidrio en las ventanas.
Y como por descuido se abren otras puertas
como a golpes de viento
y nada impide entonces que se escuchen las voces
desde todos los cuartos.
No importa lo que dicen.
Conversan: se oye una,
después se oye otra.
Son voces juveniles,
claras.
Suben
peldaños de madera
y mientras ellas suenan
-mientras suenen-
Sigue viva la casa.
(de Superficies, 1990)
Doble Imagen
Muchas veces el pensamiento
envidia a la mirada.
A la mirada sin pensamiento
a la pura mirada
Ahí están esos árboles
doblados, invertidos
en el reflejo de la laguna
y no, como otras veces,
con mucha claridad, no, porque el agua
está ligeramente rizada, muy ligeramente.
Entonces
la imagen está un poco
desdibujada
-la imagen inferior, temblando, apenas
un poco menos nítida-
Y es como si expresara alguna cosa
cuyo tema es la otra, sin duda.
Pero ¿Qué cosa?
¿Propone doble mundo?
Pensamiento confuso.
Mirada clara.
(de Lo visible, 1998)
En Circe Maia, Obra poética, Montevideo, Ediciones Biblioteca Nacional- Rebeca Linke Editoras, 2007. Hay una edición argentina de su obra La pesadora de perlas, Obra poética y conversaciones con María Teresa Andruetto, Coedición Viento de Fondo con Biblioteca Nacional Argentina y Biblioteca Nacional de Uruguay, 2013.
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