MANSILLA
Graciela Cros
Dice labios y las mujeres nos soltamos el pelo,
lo esponjamos con las manos o la sacudimos
girando la cabeza a un lado y otro
con movimientos rápidos.
Dice ojos verdes y hay un desmayo momentáneo,
generalizado, sin previo aviso
todos perdemos la noción.
Dice ojos rojos y los hombres experimentan
un peso lapidario en el centro del pecho
mientras las mujeres ejercemos
la superstición y el rezo.
Dice coartada, rehén, y todos
nos tambaleamos un poco, perdemos el equilibrio,
nos aferramos al pasado, a barandas y respaldos de sillas.
Dice sur, araucaria, barda canal, Neuquén,
Roma, Los Ángeles, gramilla,
padres, dentaduras, perros,
mesa del escándalo, campos de Señor,
y los terapeutas no dan abasto,
ponen el cartel de no hay más turnos,
las ojeras les tapan la cara
y sueñan con playas remotas.
Es que el poeta habla
del nudo que nos ata y no se ve
y todos lo sabemos.
Mansilla dice domingo y la melancolía
se derrama sonámbula como petróleo en el mar,
el Titanic vuelve a hundirse y con él nos vamos todos a pique,
comprobamos que las profundidades marinas
son cosas de temer, hay oscuridad, desolación y frío.
Pensamos que vendrá a rescatarnos
de esta caída fatal.
¿Vendrá Mansilla?
¿Vendrá la poesía?
Mansilla dice estepa y las mujeres
giramos como autómatas hasta quedar
de espaldas a la montaña,
achicando los ojos buscamos
la línea de horizonte
pero está perdido
y aunque parezca tonto y sentimental
comenzamos a caminar
para encontrarlo.
No es cataclismo ni profesía,
no es devoción ni desmadre de
la naturaleza,
Mansilla es poeta
y como todos los poetas
ignora su poder.
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