Del fuego
Fredy Chicangana
Es de noche y en las montañas
las puertas se iluminan y tiemblan
con el resplandor del fuego;
las rendijas y las ventanas son esas líneas
que cruzan la oscuridad para calentar nuestro corazón.
Los hombres y mujeres yanakunas,
que son gente que se asiste en tiempos de oscuridad,
hablan, lloran y ríen en un río de humo espeso.
En el fuego está el tiesto de barro
y en el tiesto de barro negro
la hojita de koka que gira en círculos
como gira el tiempo.
El abuelo tuesta la hoja y atiza el fuego,
luego se lleva tres hojas a la boca y
mambea mirando hacia las cenizas;
ofrenda tres hojas tiernas al fuego,
pasándolas por encima de su cabeza.
«Hay que compartir», dice,
«ellos también quieren mambear»,
brota del fuego un hilo de humo y da vueltas sobre la cocina
mientras toma su camino al cielo.
Pregunta el corazón de la abuela:
«¿Qué será lo que dijo el fuego?».
Hay un silencio que se rompe
con el crujir de la leña seca.
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