POESIA
Canto revolucionario
En lucha contra la ola oscura del tiempo, la poesía de Diana Bellessi reverbera y deja filtrar enseñanzas amables sobre la naturaleza y el lenguaje.
Por Daniel Gigena
“Diana Bellessi es una figura muy importante por varias razones. Por un lado, cobijó a las poetas de mi generación como una hermana mayor que nos aglutinó, nos enseñó algunos principios de la conciencia de género, nos brindó su saber y en muchos casos ayudó a parir nuestros libros. También hizo lo mismo con generaciones más jóvenes. Es una maestra en el mejor sentido de la palabra. Excelente traductora, dio a conocer tempranamente a las principales poetas norteamericanas. No es un talento ‘injustamente ignorado’, ya que en estos años recibió muchísimos homenajes: fue declarada Ciudadana Ilustre, ganó el Premio Nacional, viajó al Salón de París, se publicó su obra reunida en Adriana Hidalgo. Faltaba un homenaje: el nuestro.” Quien habla es la poeta Mónica Sifrim, editora del flamante sello editorial Cienvolando, que acaba de publicar en la Argentina Variaciones de la luz, un libro fulgurante de la autora nacida en Zavalla, provincia de Santa Fe, en 1946. Este libro, el primero de una editorial que próximamente publicará la novela póstuma de la crítica, docente y narradora Gloria Pampillo, había sido editado en España por Visor, pero no era accesible para lxs lectores argentinxs.
Desde el itinerario juvenil aventurero hasta la formación de un jardín personal hecho de miniaturas que en los poemas crecen hasta un despliegue “transido de belleza”, de la curiosidad por las formas orales de América latina al asombro por los mínimos milagros universales de todos los tiempos, la obra de Bellessi aúna la sonoridad del canto con utópicos mensajes revolucionarios. Una revolución que se hubiese gestado en una casa del Delta envuelta en lluvia y neblina, rodeada de verde y de pájaros, con la sombra de la presencia materna (la madre es, en los poemas de Variaciones de la luz, un motivo recurrente cargado de ofrendas y misterios del pasado resueltos ingeniosamente).
“Cae serenamente la lluvia en la mañana/ y es tan hermosa quizás porque la luz/ se ve como promesa cuando el día recién/ empieza...”. La musicalidad de los poemas de Bellessi, en los que conviven no siempre con facilidad lo grave y lo liviano, rinde homenajes a varias configuraciones poéticas del pasado y del presente (entre las que se incluye, no sin actitud risueña, su propia obra): la métrica del Siglo de Oro español, los enlazamientos del folklore popular argentino (“Después del sol qué lindo es el nublado”), las paradójicas enseñanzas de los maestros orientales, expresadas en epigramas inmejorables: “Lo pequeño no es menos que lo grande”, “... el compás del ojo sabe/ que todo movimiento/ a todos modifica” o “Despertar llorando no es despertar a la vida”.
Para modular con delicadeza modos nuevos de mirar una rama, una flor, a un faisán o a un ciempiés, a un jardinero hosco o a un visitante inesperado (“Distraído quizás por la luz de los altos ventanales/ el colibrí entró a mi casa y ahí se quedó solito/ unos segundos con su encantado vuelo en círculos y yo/ que nunca lo había visto tanto y tan de cerca rogaba/ que él hallara en la puerta su regreso al canal de aire”), Bellessi compone sus poemas como instantáneas imperecederas. A partir de las variaciones del ánimo y del ojo, su modesta magia verbal, en la que el yo navega como un camalote, hace fluir la belleza de lo grande y la de lo pequeño por igual. “En el principio fueron las variaciones de la luz”, dice Sifrim en cómica paráfrasis del Génesis bíblico. En un extenso poema de libro, compuesto por tercetos, se lee: “... sólo a veces y las más a solas/ sentimos ese amor por lo mirado”. Bellessi, consciente de que la mirada no alcanza para captar el alma de todas las cosas de este mundo, acerca el torrente de su lenguaje poético para amurallar “por un rato/ el sentido y la belleza”.
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