lunes, 20 de octubre de 2014

En la orilla se derrumban las olas



dorion-2-web.jpgHélène Dorion


De Retratos de mares
Traducción de Carles Duarte y Pedro Serrano


En la orilla se derrumban las olas.
Llamas semejantes llevan
—como enigma llevándolos—
reflujos celestes.
Toda historia retumba
contra su origen
brota del fondo del caos
—¿a dónde asciende?—  de tierra
nada la nubla
nada la oscurece.


De fuego, este deseo
de tanto roce
me abrasa, y de claridad me envuelve.
Amor, ¿que mundo se agita
más allá de nuestros cuerpos?
Ese llamado nos engendra
con sus llamas, nos quema
sin consumirnos.


Lejos en la línea del horizonte
se deslizan los años
—islas, rostros, el amanecer
a la hora malva, deshojan el cielo
y tocan tierra como se amarran
a lo oscuro nuestros párpados exhaustos.


Allá lejos se turba
—rayo del astro
haciéndola reaparecer—
una flecha de luz
apunta al oscuro
barro de silencio
por encima de las aguas.
Entonces se escaman
flujos de aliento
—la noche, cristal del alma
allí se baña.


¿Sería el agua ese exceso de cielo
inclinado sobre la tierra, que aquí se pliega
como se fusionan cuerpo y alma
en el último fuego, ese exceso de vida
arrojado en la vida, que desgasta los días
y devora las simientes?
¿Sería el agua esta memoria
del puerto en que concuerdan nuestras orillas?


La isla, circundada de agua
como el mundo, rodea al silencio.
Jirón, pulsación de tierra
visible entre lo invisible
no toca bordes
ni se aleja.
En torno a ella, caídas, temblores.
La desembocadura llama, viento de lejos
llegado a labrar el día.

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