“Ya lo advertiste.Yo duermo en un lecho de flores secas. Nadapuedecultivarse en esta tierra. Es por la humedad. Lasraíces se confían, crecen ya podridas. Esa es lacondena, está en el origen. Si las semillas germinan, teme, porquenadie podrá salvar este campo.Yo duermo en un lecho de flores secas que crujen cuandorespiro. Si vas a quedarte no sonaremos. Si vas a quedarte este lecho será el silencio y el huerto yermo.Ya lo advertiste.Volarán proféticas golondrinas hasta tu cuarto,se desintegrarán pronunciándome y sabrás, esel castigo, es el castigo por lucir mi nombre enel pecho. Los valientes son los malditos.La indiscreción se paga con plasma infectado.La imprudencia se paga habitando el virus.De modo que la escena es la siguiente:ella (yo) armada como se arman los idiotas, yasaben,un papel algo con lo que arruinarlo una coraza de viento la boca, eso sí, la boca cubierta por una cinta para que calle cubierta por una cinta porosa para que entre elaire.Ella (yo) dice de acuerdoasumosilencio.Vendrán la enfermedad y el castigo.Ya lo advertiste.De modo que el discurso es el siguiente:soy demasiado joven para agitarme en el airepañuelo de despedida blanco como las palmasde las niñas blancosoy demasiado joven para no ser valientedemasiado joven para no ser estúpidademasiado joven para no estar malditasoy demasiado joven para no dar de comer a la bestia para no alimentar desde estas manos blancas lapsicopatíaVendrán la enfermedad y el castigo.Ella (yo) estará esperando.”
“A la tierra tierradice que no sabeAlejandra PizarnikYo no nos pretendía así, Alejandra,perdidas como vos en la noche en la concha en la palabra.Yo no pretendía el dolor el miedo pero sobre todo yo no pretendía el amor, bien lo sabes.No queríatu genio, no quería este quemar en el pecho.Yo no pretendía escribir pero escribo sobre los que escriben sobre la Muerte. La Muerte que tontea con los hombres-poetasporque le cantan bellos versos al oído. Les dice —a ellos— que sonsiempre el mejor jugando al juegode letras encadenadas. Que les ensalzará, que bordará en la historia sus nombres. Queles convertirá en eternos.A casi todos les miente.A ellas no, a ellas no puede. Ellas, las mujeres-poetas que escriben sobre la Muerte, son menos porque a las mujeres que escriben sobre la Muerte siempre las encierran. A ellas les dicen que las sanarán, les dicen que la tristeza se cura, les dicen que el quemar en el pecho que las clavículas rotasque los pedazos de inviernono son más que un error en ladosis de los fármacos. A ellas, las mujeres que escriben sobre la Muerte, siempre las entierran. A ellas no.A ellos les besa en los dedos, les prometeque todo papel impreso llevará sus nombres.A ellas las besa en la boca, las arrastra.A ellas les dicen locas y entonces la Muerte se ríe un poco, perosus textos sí los guarda de veras porquetambién la Muerte ha sido una mujer escribiendosobre la Muerte. Ahora preferiría echar a la tierra tierra a la tierra cuerpo a la tierra manos de poeta.Alguien debió explicarme que el amor es miedo es muerteque el amor es muerte es miedo.Yo no nos pretendía así, Alejandra. Yo no quería querer yo no quería locura yo noquería escribir escribir escribirsobre la Muerte.”
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