martes, 28 de octubre de 2014

No es más trabajoso que hacer un barco o desplumar un pájaro

VALERIA PARISO



Deseé un mundo con todas las ganas.

¿Qué hacer, siglos después de
que nos fue concedido
el pavor de un amor
que aprendió a decirse?

Yo no sé. No sé.

Como parte de mi ofrenda
te entrego este aturdimiento mudo.
Estoy callando con todo
lo que se grita en mí.

Ya ves,
no es más trabajoso que hacer un barco
o desplumar un pájaro.

Finjo la quietud de la sangre.
Mi silencio no te reconoce.
Con ternura de abrigo
te devuelvo al misterio.

domingo, 26 de octubre de 2014

Cuando mi mamá le lleva flores a su mamá

NO HAY NADA QUE ME DUELA MÁS


MARTA KORNBLITH



No hay nada que me duela más
que el dolor de mis padres
por sus padres muertos.
Cuando brindan calladamente en su memoria,
en un almuerzo frente a su niña linda viva.
Cuando mi mamá le lleva flores
a su mamá en el cementerio.
Yo me veo frente a su tumba
llorando algún día.
Porque ya no la tengo,
y ella ya no tiene a su niña linda.
Me acordaré que me contaba
cuentos sobre su mamá que a mí me aburrían
como una forma de dejar un atisbo
de su memoria.
Yo estaré alerta de rescatar que:
a mi papá de niño sólo le podían dar un penny
para ir a jugar a
Coney island.
Que mi mamá se estrujó toda la vida
entre sentimientos de culpa
porque en su época no existía
el confort de los psiquiatras.
*
Martha Kornblith (Lima,Perú, 1959 - Caracas, Venezuela, 1997)
de Oraciones para un dios ausente (Monte Ávila Editores), 1995 

sábado, 25 de octubre de 2014

Pero qué va

LUZ ROJA

Si mis hijas no estuvieran
pondría boleros
y una luz roja en la puerta.

Pero, qué va, ya no me queda ese vestido.


María Montero Zeledón

Creí ciegamente que la mala vida me llevaría directo a la buena literatura

Ultimadamente



María Montero Zeledón



Juro que estoy aquí por razones de fuerza mayor

Incluso contra mi voluntad

Pero que me obligan las circunstancias de mi vida

Y la paternidad de estos versos.



Declaro que los recitales de poesía

Deberían ingresar al protocolo del trato inhumano a las personas

En primer lugar a las que leen

En segundo a las que escuchan

En tercero a las que se los pierden

Y en último lugar a las que siempre se equivocan de actividad

Y llegan preguntando a qué hora empieza el concierto.



La poesía misma es tan contaminante

Y a la vez tan poco rentable

Que siempre estoy tratando de olvidarla para no dejarla en paz.



Quisiera decir que fui llevada a esos lugares de lectura

Bajo serias amenazas

Pero lo cierto es que ni siquiera fui por dinero

O necesidad

Sino porque las palabras me intoxicaron

Antes de dar el primer paso

Y creí ciegamente

Que la mala vida me llevaría directo a la buena literatura.



Y cada vez que leí en público

Tuve la odiosa sensación

De que a todos nos sobraba ropa y nos faltaba un tubo

Y de que el exceso de luz en la sala

Se debía únicamente a mi falta de honestidad.



Qué daño puede hacerme ya la poesía

Si fue quien me dejó

Sin dios y sin marido

Sin patria ni carrera

Sin el menor interés por la belleza

Que no sea masculina
Sin el menor talento para la codicia

Que no sea la de estar conmigo adonde quiera que voy.



Juro que tengo muchas ganas pero ya no tanto tiempo,

Si no, encantada.

Humildemente, se los digo:

Ya es hora de tomar el camino más corto

Y volver a casa.

Barren el viento con la cabeza y van llenas de escarcha a cualquier parte

LA ÚLTIMA ISLANDESA



MARÍA MONTERO ZELEDÓN

Soy la última de las mujeres islandesas
que jamás vivió en Islandia
ni supo pronunciar Reykjavik
ni mandó siquiera una carta a ningún amigo islandés
y de hecho no llegó a poner un pie más allá del paralelo 60.

Pero soy la última de esas mujeres que barren el viento con la cabeza y van llenas 
de escarcha a cualquier parte, insoportablemente lívidas, y dicen lo que tienen que 
decir y hacen lo que tienen que hacer en el fondo del único abismo rocoso de su barrio. 
Y ven la fuga de las cosas con devoción. Y casi se mueren de frío alrededor de sus hijos. 
Y añoran la planicie despavorida más que ninguna promesa.

Soy la última de las mujeres islandesas que jamás aceptó (pero entendió) la ley de 
un clima incompatible con el aburrimiento entre el Atlántico Norte y el océano 
Glacial Ártico, la combinación más generosa de las corrientes abruptas, la geografía 
abrupta y la irrupción permanente.

Soy la última de las mujeres islandesas sin código genético que tampoco experimentó 
la soledad en medio de la nada y aún así arriesgó todo en ese punto ciego y blanco 
de los confines. Soy la última de las mujeres heladas que desde lo profundo de los 
trópicos siempre supo que daba pasos en falso. Porque hay paisajes que no son lo 
que uno es.

Yo fui una mujer islandesa sin saberlo.
Ahora soy una mujer islandesa sin hogar.
Es decir, una piedra, la última ficción del hielo.

--

Una mujer se esparce en el aire

DISCURSO


MARÍA MONTERO ZELEDÓN



Una mujer no tiene dirección:
Todos su costados son profundos.
No anhela caminos de regreso
más sí un horizonte indefinido
de pájaros centrífugos.
Una mujer necesita el asombro
de la oscuridad sostenida ante sus ojos y no los límites precisos de un espejo.
Una mujer se esparce en el aire.
Una mujer nunca está sola.


*
María Montero Zeledón (Burdeos, Francia, 1970) Vive en Costa Rica
de La mano suicida, Ediciones Perro Azul, San José de Costa Rica, 2000

jueves, 23 de octubre de 2014

Estás toda megusteada

cada cual tiene su bob patiño

Mariana Mariasch


Caballa loca y alada, qué linda foto elegiste
soy una papa cabeza de pasto, un bebé anciano y obeso
buscando alimento en el basural, sos también pendeja y estás
toda megusteada, me gusta
bailarte cerca, bailo bien? no me digas
ya lo sé, sos la peor, bulling del orto
en todo momento que paso con vos lunes, jueves
en mi casa, si salimos sos mi jenny y salto cuando llegás
como un tapón. si querés te doy clases
de diábolo a domicilio pero nada de un affaire con le prof
esto ya es muy rambo, plis, mamu, i take u to the barrio chino
y te lleno de dedos y de baratijas
we, dejemos de nerdearla
te odio no mentira te amo pero sacá esa foto
y esa carita de angry bird

Vas bajando en mi bandeja de entrada

perdón o aniquilación


Mariana Mariasch


todo lo malo que me dijeron de vos era verdad
el domingo los vecinos hacían un asado
me preguntaste qué hacía si quedaba 
tuvimos sexo sin cerebro yo pensaba 
en mi ex era rápido, sí, pero era
una rutina aceitada, ya sabíamos todo 
lo que al otro le gustaba y lo extrañé 
mientras creías que prolongarla te hacía
macho. no voy a decir nada
malo de vos, no soy así. cuando te vi
no me gustaste tanto, estabas todo de negro, 
re oscuro, pero me gusta 
conocer a las personas, perdón
por escribir mal de vos, vas bajando
en mi bandeja de entrada, te vas perdiendo
en el montón, todos somos brumosos
me servías para no pensar tanto en mi ez
para escribir poemas de amor 
al final todo se trata de uno mismo, 
perdón :)

miércoles, 22 de octubre de 2014

Del error o del deseo que a veces son lo mismo

Paula Jiménez, Los pájaros III

Poesía argentina | Etiquetas:  | 24 julio, 2013
Entrada
Si yo fuera el gorrión
que una noche calurosa de diciembre
se sentó en una rama junto a otro
y se puso a cantar.
Y yo quisiera serlo,
silbar el tiempo que dure la canción,
cosquilla en la garganta o nerviosismo
por el ritmo inevitable.
No cantar más que eso, ni volar
si el aire está tan quieto que no ayuda.
Quedarme junto a otro repitiendo
la intimidad, la forma del amor,
vivir con calma las pausas solitarias.
Quiero decir, si yo
tuviera esa sapiencia que indicara
una razón real para quedarme
o salir a buscar.
O si supiera dónde y cuándo
los momentos elevan su señal,
si mirara el azar con ojos plenos
sin estos torpes
fragmentos de memoria,
no quedaría nada en el camino
ni sentiría vergüenza del error
o del deseo
que a veces son lo mismo.
 De Espacios Naturales (2009)

lunes, 20 de octubre de 2014

En la orilla se derrumban las olas



dorion-2-web.jpgHélène Dorion


De Retratos de mares
Traducción de Carles Duarte y Pedro Serrano


En la orilla se derrumban las olas.
Llamas semejantes llevan
—como enigma llevándolos—
reflujos celestes.
Toda historia retumba
contra su origen
brota del fondo del caos
—¿a dónde asciende?—  de tierra
nada la nubla
nada la oscurece.


De fuego, este deseo
de tanto roce
me abrasa, y de claridad me envuelve.
Amor, ¿que mundo se agita
más allá de nuestros cuerpos?
Ese llamado nos engendra
con sus llamas, nos quema
sin consumirnos.


Lejos en la línea del horizonte
se deslizan los años
—islas, rostros, el amanecer
a la hora malva, deshojan el cielo
y tocan tierra como se amarran
a lo oscuro nuestros párpados exhaustos.


Allá lejos se turba
—rayo del astro
haciéndola reaparecer—
una flecha de luz
apunta al oscuro
barro de silencio
por encima de las aguas.
Entonces se escaman
flujos de aliento
—la noche, cristal del alma
allí se baña.


¿Sería el agua ese exceso de cielo
inclinado sobre la tierra, que aquí se pliega
como se fusionan cuerpo y alma
en el último fuego, ese exceso de vida
arrojado en la vida, que desgasta los días
y devora las simientes?
¿Sería el agua esta memoria
del puerto en que concuerdan nuestras orillas?


La isla, circundada de agua
como el mundo, rodea al silencio.
Jirón, pulsación de tierra
visible entre lo invisible
no toca bordes
ni se aleja.
En torno a ella, caídas, temblores.
La desembocadura llama, viento de lejos
llegado a labrar el día.

domingo, 19 de octubre de 2014

La alegría de no ser yo el lobo de sus ovejas

"AGRADECIMIENTO"


WISLAWA SZYMBORSKA



Debo mucho
a quienes no amo.
El alivio con que acepto
que son más queridos por otro.
La alegría de no ser yo
el lobo de sus ovejas.
Estoy en paz con ellos
y en libertad con ellos,
y eso el amor no puede darlo
ni sabe tomarlo.
No los espero
en un ir y venir de la ventana a la puerta.
Paciente
casi como un reloj de sol
entiendo
lo que el amor no entiende;
perdono
lo que el amor jamás perdonaría.
Desde el encuentro hasta la carta
no pasa una eternidad,
sino simplemente unos días o semanas.
Los viajes con ellos siempre son un éxito,
los conciertos son escuchados,
las catedrales visitadas,
los paisajes nítidos.
Y cuando nos separan
lejanos países
son países
bien conocidos en los mapas.
Es gracias a ellos
que yo vivo en tres dimensiones,
en un espacio no-lírico y no-retórico,
con un horizonte real por lo móvil.
Ni siquiera imaginan
cuánto hay en sus manos vacías.
"No les debo nada",
diría el amor
sobre este tema abierto.




De “El gran número”, 1976
Versión de Abel A. Murcia

En el espejo el rostro de mi madre

YOLANDA BLANCO

Cuando al mirarme en el espejo
veo en mi cara el rostro de mi madre
crezco en tiempo.
Me ilumino inmensa.
Unidos a esa cara
se asoman
se anudan
se suman
el ombligo de mi abuela
de su madre
de la abuela de mi abuela
de la Luna.
de la Madre Tierra.



'Ancestras' de Yolanda Blanco (Managua, 1954)


sábado, 18 de octubre de 2014

Sofía (in memoriam)

ERNESTO AGUIRRE

El mundo
se reparte.

En cada ojo
una parte.


ESE PEÓN


Era tanto el cansancio
de ese cuerpo
que su sombra
apenas
oscurecía su territorio
no enfriaba las arenas
que tocaba
era una sombra en penumbra
de tanto cansancio
que ese cuerpo llevaba.



PIEDRAS


Cuánta saliva
en los vientos
para esta dureza
de arenas
en viaje.



CUANDO EL MONTE RECLAMA SUS ÁRBOLES CAÍDOS


Este escándalo
de ramas
y hojas tiernas
es mi cama
y su nostalgia
de árbol.

Deberé
dormir entre sus pájaros.



ES LA UTOPÍA


Se oye
un silbido
de árbol
en cada semilla.



ARTE POÉTICA II


Digo
pez
sòlo
para humedecer el lenguaje.
Para darle brillo.


APURANDO


Hay tanto tiempo
en el tiempo
que todo el tiempo
es poco
si no nos desnudamos
ya.



EN LA QUEBRADA

De puro
viento
es esta
luz
que despeina.


ME DESPIERTO


Con
este sudor
de pez

Una vez más
las aguas regresan
mi cuerpo
sin piedad.




En Sofía (In Memoriam). 1995.


viernes, 17 de octubre de 2014

Yo permanezco aquí no me confundan

2


MARIO ORTIZ



yo permanezco
estoy aquí no me confundan
con un paseo nocturno
aunque sea menos que un cartel
diga un cartel papa 3 x 1
picada el kg 20,50
al decir vino tetra oferta
menos que un cartel porque ni eso
cuando no hay para nada
ni qué para nada
en el mundo de la nada
avanza hasta por la calle la nada
por los caños la nada
por los cables la nada
por los sueños
y como si nada en el mundo

permanezco y no
me confundan a mí que yo /
para qué hablar
cuando sin/etc.

que yo no:
a mí me han
esto es así
a mí mean los perros pero
yo estoy cuando todos duermen
Ud. sabe Cano
gracias por el oído
no es poco un oído
no es poco un oído
que venga, una oreja
ha venido Cano y Ud es una oreja
a mí me han y ud sabe Cano, que es una oreja
yo estaba ahí & ahora afuera cano madre oído
que x estar era allí en bueno pero no /
ahora aquí donde estar junto al árbol que
ya otra rama ser casi menos cano

cano
cano
cano
un oído vino hasta el árbol

El homoscopio pudriéndose en el patio

:: ENTREVISTAS ::

Loops en alta definición



17-10-2014 | 


Entrevista a Mario Ortíz en Bahía Blanca por su nuevo volumen de Cuadernos de Lengua y Literatura: Conectores temporales.

Texto y fotos Valeria Tentoni.

Mario Ortiz

En La poética del espacio, Gastón Bachelard inicia su escritura pensando a la casa como fuente de “imágenes dispersas”: “La casa es nuestro rincón del mundo. Es –se ha dicho con frecuencia– nuestro primer universo. Es realmente un cosmos. Un cosmos en toda la acepción del término. (…) Veremos a la imaginación construir muros con sombras impalpables, confortarse con ilusiones de protección o, a la inversa, temblar tras unos muros gruesos y dudar de las más sólidas atalayas”. Como si le hablara directamente al oído al Mario Ortíz de este nuevo volumen de los Cuadernos de Lengua y Literatura, más allá Bachelard dirá: “Abordando las imágenes de la casa con la preocupación de no quebrar la solidaridad de la memoria y de la imaginación, podemos esperar hacer sentir toda la elasticidad psicológica de una imagen que nos conmueve con una profundidad insospechada. En los poemas, tal vez más que en los recuerdos, llegamos al fondo poético del espacio de la casa”. ¿Cómo no unir el último tomo con estas palabras del francés –poeta, filósofo, profesor, físico, del quien se predicaba ese adjetivo que también ha caído sobre Ortíz, “inclasificable”? Las preocupaciones del autor de La intuición del instante por el espacio y por el tiempo –mejor decir: la duración– dialogan deliciosamente con Conectores temporales, tal el subtítulo que le dio el entrevistado a su libro recién editado por Eterna Cadencia.
La imaginación del poeta vuelve a la carga y permite la exploración de la realidad por intermedio de un novedoso invento hecho nada más y nada menos que con la carcaza de un viejo televisor Zenith abandonado. Aquí, como ya dijo antes, “la poesía no es, sino que funcionalo mismo con el “homoscopio”, que ser no es otra cosa que un traste, pero funcionar funciona como una máquina del tiempo. Con ese disparador, Ortiz visita la casa familiar y a los últimos días de vida de su papá. Es una despedida, este volumen, una suerte de elegía. El cierre de un ciclo, a su vez.

Mario Ortiz 1

Hay un relato de tu adolescencia que reescribiste dentro de este volumen. ¿Comenzaste con cuentos antes que con poesía?

Sí, cuando empecé, en el colegio secundario, a los 16, escribía relatos. Mi formación literaria en ese momento era absolutamente deplorable. De las escuelas, en ese momento, uno salía con la idea de que la poesía se escribe únicamente con rima y métrica. Entonces me volqué a la narrativa. Recién cuando entré a la universidad, a Letras, empecé a darme cuenta de cómo venía la mano.

Ya desde el primer volumen la casa figura como espacio poético.

De algún modo sí; la casa, el barrio, los vecinos. El barrio como una gran familia. y en ese lugar que aparece en este Cuaderno, esa habitación que describo, estuve desde que nací hasta que me casé. Ahí hice la carrera, estudié, ahí nos juntamos con los chicos.

Te referís a los mateístas.

Yo estuve muy poco, en los inicios del mateísmo, que coincidió con el año en que entré en la universidad. Fue un momento en el que andaba mucho en la bohemia, me dedicaba a escribir, y no estaba estudiando mucho. Entonces mi santa madre me puso un freno: o estudiás o laburás. Pero, si yo no recuerdo mal, el primer poema que se pintó del mateísmo fue uno mío: se había blanqueado la pared y pintado con aerosol. Después vinieron artistas plásticos. Pero yo estuve al principio, siempre aclaro, porque lo que es el mateísmo propiamente dicho lo llevaron adelante Marcelo Díaz, Sergio Raimondi, todos ellos. Ya para ese momento yo estaba totalmente en otra. Estuve a punto de dejar la carrera.

¿Y qué te retuvo o te hizo volver a la literatura?

La pulsión de la literatura, de un modo o de otro, pienso que la tuve siempre. Pasé largos momentos sin escribir, sí. En el año 89 estuve muy vinculado ciertos grupos de iglesia y había abandonado absolutamente todo. Pero después corté con eso y de algún modo se vuelve, siempre uno vuelve.

Borges decía de Macedonio Fernández que su tarea no era tanto escribir sino pensar. Algo así, me da la impresión, podría predicarse también de vos, que pasás más tiempo pensando que escribiendo, ¿es así?

Paso más tiempo pensando o mirando que escribiendo. Es más, al día de hoy, yo no tengo una producción regular. Durante el año, durante la época de trabajo, puedo escribir textos más bien breves. Yo lo admiro mucho en ese sentido a Luis Sagasti, que termina su jornada laboral, se concentra, engancha y escribe. A mí no me sale. El otro día le decía a una ayudante en la universidad que la literatura es un hobby. “¡¿Cómo que es un hobby?!”, me respondía. Claro, no, la literatura para uno es muy importante pero, en lo material, ocupa el espacio de un hobby. Y no me parece mal, porque entonces es un espacio de libertad, no hay condicionamiento de ningún tipo, no respondés a imposición de contenidos, a ningún mandato. En ese sentido la poesía es improductiva económicamente. Pero no como hobby en tanto puro pasatiempo, como los escritores domingueros, porque, como dice Maiakovski tenemos que hablar de una profesionalización. No en tanto hacer carrera, sino en cuanto a tener unas determinadas competencias, conocimientos y técnicas. Un profesional en algo es aquel que tiene ciertos conocimientos y destrezas y está dispuesto a trabajar sobre eso.

Al trabajar tus libros en volúmenes bajo un mismo nombre, ¿no te sentís de algún modo apurado o comprometido a sacar otro y otro?

Uno quiere ir sacando cosas. No es que tenga apuro, pero en este momento quiero ir desagotando algún material. También hay una cuestión, no sé si llamarla biológica… Pero van pasando los años y hay cosas que uno quiere ir cerrando, liquidando.

Este volumen es el fin de una serie, ¿no?

Sí, este es el fin de una serie más bien autobiográfica. Ya desde el volumen quinto estoy trabajando la recuperación de la memoria, de la infancia; cierta obsesión por volver. Porque yo soy un tremendo nostálgico, esa es la maldición mía. Yo sufriría la condena al infierno de Fausto. A mí me gustaría a veces que las cosas tuvieran el orden y la disposición que tuvieron en un momento anterior, cuando se fue feliz. Y bueno, uno tiene que luchar contra eso. En el volumen quinto por ejemplo yo había puesto la secuencia en la que vuelvo a un aula de mi infancia, y la profesora me dice: “¿Y vos qué hacés acá?”

Pero en el volumen cinco era una visita menos intencionada, ¿no? Digo, no había la voluntad de la “cancelación del presente”, como en este.

Claro, lo que pasa es que este libro último lo escribí no solamente después de la muerte de mi padre, sino cuando ya estaba la casa cerrada y la venta. Estas cosas y algunas que al final no incorporé las escribí el día 4 de enero de 2013, cuando tuve que venirme del campo en las vacaciones porque firmábamos la venta. Yo no volví a pasar por la casa, no pude, me da mucha impresión. Pero están construyendo un edificio y voy a volver pasar, pero con el libro. En él está la idea de la vuelta al pasado y, como en el cuento del final, hay un loop. Hay una encerrona de la cual de algún modo hay que salir, hay que saltar. Es como intentar, simbólicamente, volver a poner en marcha la historia.

Es fuerte la figura de tu papá en el libro, que además nos enteramos también escribía.

Escribía, sí. Lo que  ocurre es que mi madre, que fue una presencia tremendamente querida para mí, tenía un carácter fuerte y mi padre estaba, de algún modo, un poco opacado. Después de su muerte, con mi padre empezamos a tener mucha más relación y terminamos siendo grandes compañeros, se reveló como una persona de muchísima sensibilidad. Hay textos que incluyo en este cuaderno que eran de él; y lo que pongo, tecleando, es lo que sentí en ese momento. Yo sentí felicidad, porque a través de su escritura estaba viviendo la felicidad que estaba viviendo él en ese momento de plenitud y contemplación en el ventanal. Era, al mismo tiempo, como un televisor ese ventanal que miraba toda la tarde. Un teatro, un escenario.

¿El televisor cuándo lo encontraste?

El viejo estaba vivo todavía. Lo levanté de la calle, al homoscopio. Es lo que está en el libro: 6 de diciembre de 2011. La elaboración del texto fue posterior. Yo no soy un escritor tan imaginativo, tomo cosas de la realidad. El homoscopio, en tiempos de tecnología, hiperrealismo y reproducción de altísima fidelidad… ¿qué aparato puede tener más fidelidad de imagen, más brillo que éste? Es más, hasta podés tocar lo que proyecta. No te sirve para nada, porque no amplía ni acerca, pero por otro lado sí sirve, porque a partir de fijar la atención así sobre la cosa, la estás viendo de un modo distinto. Bueno, con todas esas cosas yo me iba colgando el día que firmamos la escritura. Incorporé el cuento al final, porque era como cerrar ese momento.

Fue volver a la narrativa, desde la poesía.

Claro, volver a la narrativa desde la poesía, y ademas darle otro cierre. O sea: volver para darle un cierre. Permitir la posibilidad de la vida, permitir la posibilidad de la muerte. Ese loop enfermizo que también se ve en Sísifo –por eso Sísifo no puede ser feliz, hay una contestación a Camus también-, y también el loop enfermizo de Narciso. Él quiere agarrarse, amarse y no puede: amarse a uno mismo, besarse, es tan imposible como pretender levantarse en el aire. Sería lo imposible. Pero levantarse en el aire a uno mismo, en el relato que terminé, sí es posible. Ahí sí se rompe ese círculo. Bueno, cada uno se cura las obsesiones como puede. Yo escribiendo. Si no tenés que ir a terapia. ¿No es más lindo pasarlo escribiendo? Es una cosa más productiva.

Mario Ortiz 10

Y después de este libro, ¿viene otra voz?

Otra voz, o seguir experimentando. Por lo menos alejarme de esta recuperación de la memoria y de la infancia, de ese universo. Armé hace poco una antología para España con unos textos distintos, es una colección más inorgánica. Ahora estoy escribiendo otro: este volumen fue sobre el tiempo, y el que viene será sobre el espacio. Es poesía pero habrá análisis, ensayo, fragmentos en prosa; allí voy vinculando distintas cuestiones que tienen que ver con las escalas. Empecé a tomar notas sobre un monumento, y me fui acercando hasta pegar el ojo contra el cemento: desapareció el mapa que se ve de lejos y lo que tenés son granitos de pintura. ¿Lo mismo pasará cuando nos acercamos a la materia? ¿Y si traspasamos la materia? Y acá como una especie de contestación a la tendencia materialista: y si traspasamos la materia, ¿podemos encontrar algo? Ah, ahí tiene que haber algo… Habría que reivindicar la palabra “metafísica”. La preocupación metafísica. Yo soy materialista, me parece perfecto, la inmanencia, enclavarse allí en el objeto, fenómeno; pero para mí siempre hubo una inquietud dentro de la cual el materialismo puro y crudo me deja un poco con hambre. Entonces el asunto es cómo pensar la posibilidad (porque en definitiva uno no lo tiene tan claro, está tanteando, buscando) de plantear estos interrogantes sin caer en una poética más abstracta. Cómo plantear algunas cuestiones de orden metafísico para un lector de nuestro momento. Para mí es una preocupación de fondo que nunca desaparece. Tampoco me interesa caer en una literatura religiosa. Pero determinadas cuestiones de orden metafísico, sí. En definitiva seguimos navegando en un mar de misterio y de absurdo, como en Camus: las preguntas que él está planteando todavía siguen vigentes. La metafísica es una rama de la literatura fantástica, decía Borges. Lo entiendo, pero tampoco me convence demasiado. Por algo tomaba eso.

Entonces la idea es romper con ciertos loops también dentro de la serie.

Una cosa que últimamente también me había estado preocupando es la de quedarse encerrado en la especificidad de la propia literatura o del propio ambiente literario. Hacer carrera, clausurarse, y entonces lo que yo escribo es algo que funciona al interior del texto, o en determinado circuito. Me interesaba problematizar cómo se pueden perforar esas paredes -que en definitiva es la cuestión de la vanguardia; cómo se vincula el arte con la vida. El otro día una alumna de la escuela había tomado el volumen quinto y el padre lo había estado leyendo. Resulta que llegó a la parte de la foto del cartel de la panadería, y él pasó y vio la panadería con las letras. La alumna me contaba que su padre se emocionó, que le parecía increíble que en un libro aparecieran cosas que podés ver en la realidad. ¿Y por qué no? De algún modo es eso, buscar los puntos en donde la literatura -sin perder la especificidad de su trabajo con la palabra, con la técnica- se abra y se vincule, hacia los objetos, las prácticas, las personas.

Lo que le hace la literatura a la realidad.

Lo que le hace la palabra a la realidad. Lo que nosotros hacemos con la palabra y lo que la palabra hace con nosotros. Más que la literatura, el lenguaje, porque en definitiva la literatura es producto del lenguaje. Por eso me interesaba abrir a otros géneros y también a otro lenguaje, al visual, a las fotos. Y por eso también aparece la figura emblemática de Mallarmé. Y la de Flaubert, encerrado en sí mismo, todo el día, buscando la palabra perfecta. Bueno, pará un poco; salí y tomá aire. Ese me parece que es un riesgo en el que se puede caer en el trabajo con la literatura; quedarse mirando el ombligo. En definitiva, la literatura -o la poesía, más concretamente: ¿qué finalidad tiene? Si vos preguntás, muchos dirán no tiene ninguna, o en todo caso la finalidad es alimentar el propio ego, o bien que es un puro acto gratuito. Y no, la poesía no es un puro acto gratuito. La poesía tiene determinadas finalidades, tiene que servir para algo, desde su propia especificidad. Usos extraños, quizás, sí; para ver un cartel, o para que a alguien le ayude a percibir las cosas de otra forma. Está bien, es la pura gratuitad, y por eso es un trabajo no remunerado. La pura gratuitad es el don, en el sentido de Bataille, el potlatch: lo hacés no porque vas a ganar un dinero o porque estás recibiendo un mandato. Pero si nos quedamos pensando que eso es la pura y más gratuita inutilidad de nada, creo que termina siendo un pensamiento un tanto empobrecedor. La poesía tiene distintas finalidades, distintos objetivos: no son las finalidades convencionales, estándares, macro, que podrían pensarse en otras actividades. Pero a lo mejor pequeñas, mínimas, mínimas intervenciones, ¿por qué no? Si no termina reduciéndose a una actividad fantasmática y eso me angustia un poco. Yo creo que tiene un sentido; aunque sea el sentido de declararte a vos mismo, aunque sea la mínima función esa.

El televisor en el libro termina apuntando al cielo. ¿Dónde quedó el homoscopio?

Lo tengo ahí en el patio, se está pudriendo.


Tomado del blog de Eterna cadencia