sábado, 22 de julio de 2017

Astillarse como una ventana que alguien atraviesa

Sharon Olds


Después de 37 años mi madre me pide perdón por mi infancia



Cuando te inclinaste hacia mí, los brazos hacia adelante
como alguien que trata de atravesar un incendio,
cuando te balanceaste hacia mí, gritando que
sentías mucho lo que me habías hecho, tus
ojos llenos de líquido terrible como
gotas de mercurio de un termómetro roto
patinando por el piso, cuando gritaste suavemente
¿A quién más podía acudir? ¿A quién más tenía? La
porcelana rota de tus manos se mueve hacia mí, el
agua que mana de tus ojos como la humedad
que sale de las piedras bajo mucha presión, yo no podía
ver lo que haría con el resto de mi vida.
El cielo parecía astillarse como una ventana
que alguien atraviesa, tu
cara pequeña destellaba como con
cristales rotos, con verdadero arrepentimiento, el
arrepentimiento de tu cuerpo. No podía ver como iban a ser
mis días contigo arrepentida, contigo deseando
no haberlo hecho, el
cielo caía a mi alrededor, sus astillas
brillando en mis ojos, tu viejo cuerpo suave
caído contra el mío horrorizada
te tomé en mis brazos, dije Está bien,
no llores, está bien, el aire lleno de
vidrios, no sabía lo que decía o quién sería yo ahora que te había perdonado.




Sharon Olds, San Francisco, 1942
en La materia de este mundo, Gog & Magog, Buenos Aires, 2015
Traducción de Inés Garland e Ignacio Di Tullio

domingo, 9 de julio de 2017

Las aguas del río ahora inexistente también se mueven

Rimsky cita a Santa Cruz

Formas borrachas

 SUBRAYADOS 
"Guadalupe Santa Cruz, murió el año 2015, murió joven, escribiendo. Cuando llegó a mis manos Quebrada no pude dejar de admirarlo", dice la autora de libros como Poste restante, recién editado aquí por Entropía, y Ramal.
Ph María Aramburú
Ph María Aramburú
Por Cynthia Rimsky.
Guadalupe Santa Cruz, murió el año 2015, murió joven, escribiendo. Cuando llegó a mis manos Quebrada (Francisco Zegers Editor, 2006) no pude dejar de admirarlo. Santa Cruz recorre las quebradas del norte de Chile, por minúsculas que sean, recoge la palabra de sus habitantes, toma apuntes como pasajera y traza bocetos que luego convierte en grabados (matrices) que están en el libro. Los invito a internarse por los fragmentos de esta Quebrada. 

PASAJERA III
A veces estos paisajes de debajo los párpados se alfilerean sobre un emplazamiento, como molde de papel de costura sobre una tela estampada. Me sobrecoge la forma de un cuadrilátero arrombado, de un círculo incierto. El modo preciso, aunque indescriptible, del declive de un terreno (…) Las formas son borrachas y los pueblos parecen tan nítidos, pero son desconocidos.

LA MATRIZ
Vivo en la tinta que me produce lo vivido, lugares, luz echada sobre la plancha que fija un detalle y vuelve a prender aquella otra estancia. Con el bruñidor, remarco. Con la punta seca. Despejo una esquina insistiendo con viruta fina y papel de lija, deseo ver la palabra del mapa que me permite sentirla.

QUEBRADA DE LOS CHOROS
Dicen que antes el mar traía choros inmensos. Que bajo las arenas se encuentran conchales de estos choros gigantes. Luego el mar dejó de arrojarlos. Por años se perdieron y de la noche a la mañana volvieron a aparecer. Dicen que las arenas de la playa son blancas debido a esas conchas trituradas por el tiempo.
Las aguas del río ahora inexistente también se mueven. En otros tiempos se hacían tan abundantes que los habitantes de San José de Los Choros Bajos se mudaban de vivienda, ocupaban una ribera en invierno y otra en verano.

LOS NOMBRES
En San José de Los Choros Bajos hay gentes, cuerpos cargados de tal manera que, aunque no porten bulto alguno van ellos mismos formando el camino de tierra que recorren. Fue así con la joven que emergió de un sendero nocturno desde los huertos de olivos, iba maquillada y vestida de fiesta, pedía fuego para un único cigarro que encendió camino al local de la plaza de donde brotaba música electrónica. Llevaba el sendero de tierra en la espalda, como estela. Fue así con un hombre grueso que venía por otro sendero, a plena luz del día. El compás de su paso iba abriendo camino con el trazado que dejaba atrás.
Sin embargo, los senderos están allí. No pienso que hayan sido consignados en el plano de San José de Los Choros Bajos, pero están marcados en el suelo y son de uso común.

El camino del Inca
“De la Finca hacia el Norte, a pie, usted no tiene una parte recta. A un kilómetro, más o menos un kilómetro y medio, de ahí sale directo, al costado de un cerro, más o menos como ése pero más piedrudo, donde hay una quebrada que entra para arriba. De ahí se descuelga a otra quebrada y cruza una huella que está para la Polola, después cruza la mina la Abundancia, más o menos a unos cuatrocientos metros para abajo y se tira derechito al portezuelo de Topón Azul y de ahí se descuelga a Potrerillos, cruza, baja a la quebrada, que es una quebrada áspera, y cruza por el río Sal al poniente y al cerro de Salvador hacia el naciente. De ahí no conozco más”. 

Domingo Pérez Zepeda
QUEBRADA DEL LOA
Dos niños de Chiu-Chiu introducen sus coladores en las aguas musgosas del Loa en búsqueda de pumpuyos, dicen que es carnada para la pesca de truchas un poco más abajo, en el Salado. Uno de los coladores ha sido confeccionado con una malla amarilla para cebollas y limones. Dicen que pumpuyo se escribe con y. 

LOS NOMBRES
En Lasana la comida que se ha servido al finado queda ahí por varios días, los invitados tienen que comérsela tal cual, mientras en Toconce, dice Irene, a diario se prepara la comida favorita del difunto. En los dos pueblos se queman al final los restos de la comida. Algunos ven en el humo quiénes van a morir después. Hay veces que no se ve nada, dice Francisco Pérez.

LA MATRIZ
No doy con el Loa, un río misterioso, aunque su misterio sea sencillo, es pequeño y se camufla entre la chilca y las algas, la espuma que produce el agua al contornearlas lo disimulan verde entre los verdes de las vegas. No doy con el Loa, cuesta diferenciar en la plancha de aluminio el blanco del agua del blanco más blanco de la espuma y resaltar su suave curso entre las hierbas.

LAS RUINAS
Las ruinas rara vez son cerradas, tienen huecos que se ama recorrer. Por eso las ruinas, no por otra cosa.

LAS SOMBRAS
Al subir la niebla hasta Andacollo y traspasar la Cruz Verde en los cerros, sabe el pueblo que viene la camanchaca buscando a alguien y habrá velorio.

LAS QUEBRADAS
¿Qué significa emigrar?
Solo dos escolares de los pueblos del interior del Elqui
supieron darle sentido a esta palabra. 
Es cuando mi padre estuvo cesante, dijo el niño.
Es cuando cae la quebrada, dijo la niña.


Todas las citas fueron tomadas de Quebrada, de Guadalupe Santa Cruz. Francisco Zegers Editor, 2006, Santiago de Chile



Tomado de https://eternacadencia.com.ar/blog/contenidos-originales/subrayados/item/subrayados-cynthia-r.html

Si tu lengua apoya las cacerías del silencio

DOLORES ETCHECOPAR



si tu lengua apoya las cacerías del silencio
sobre mi lengua
hablaré
montaña oscura
madre clavada en la nieve
madre clavada en el ángelus de la caverna
en la vidriera en la rueca de los cuentos
en la tonada de mi tonada puesta del revés
que no puedo sacarme sin muerte
palabras lentas de mi cuerpo en otra parte
palabras fuertes mis enemigas
raspan la noche el sol que me embarazó
sumergida campana que cruza
los caminos y los huesos
me pusieron por nombre una raya roja
en la ingle
alegría
antes que el otoño fusile a las mariposas
estaremos en el fondo de las pudriciones
caballo blanco
tubérculo que brilla en el regazo
y arroja el oro de los muertos
sobre el recién nacido
el sol su cadera móvil y simple
pasará frente al lenguaje
y hablaré
alguien corta los hilos del bosque
y deja los ojos de mi madre
en el suelo oscuro
puestera del silencio
yo vi una luciérnaga
y las llaves que sólo cierran
el alba y los ojos
adiós dije adiós a las palabras
voy a dormir sobre el sexo de un color
el agua que yo tuve en la infancia
está dentro de tu boca
la lentitud abre sus muslos de colores
y me separo de la muerte
con algo que la luna mece en mi cadera
muchacha que saltas a la soga
sobre la vereda caliente
o la caída de las hojas
o el miedo
feroces mandíbulas te educan
puestera del silencio
la camisa planchada y doblada
los ojos de mi madre en el suelo oscuro
adiós dije adiós a las palabras
la basura decora mi piel
como un relámpago




De Notas salvajes