jueves, 22 de abril de 2021

La primera escuela de mi raza es el fogón

 POESÍA MAPUCHE


Graciela Huinao

 

   La voz de mi padre

 

En lenguaje indómito

nacen mis versos

de la prolongada noche

del exterminio.

 

 

   Salmo 1492

 

Nunca fuimos

el pueblo señalado

pero nos matan

en señal de la Cruz

 

 

   Los cantos de José Loi

 

Vuelven

en primavera

donde el campo generoso

honra con los árboles

el paso inmortal

de mis abuelos.

Los cantos de mi padre

cuando borracho de sueños

en el país de mi infancia

me enseñaba la ruta

que siguen las estrellas.

A veces lágrimas

traían las noches de invierno

al enseñarme a descifrar

los cantos de la montaña

a comunicarme con los pájaros

en su idioma infinito

y a entender el mensaje del viento

en remolino sobre el río.

Ahora acuñados sus cantos

a mi vestido digo:

La primera escuela de mi raza

es el fogón

en medio de la ruka

donde arde

la historia de mi pueblo.

Perrimontun

 

Puede ser una imagen de una persona
Un poema de
Maribel Mora Curriao
, poeta mapuche invitada al 29 #FIPM
Perrimontun
Bebí la angustia de la tierra
lentamente
hundí mi savia en el azul
y mi impulso fue sangre
Mi voz oculta entre malezas
se perdió entre laderas y valles
la luna que de niña saludaba
vino a besar anhelos
que deshacíanse en la nada
Hija mía me dijo
no brotes de crepúsculos
cubrirán tus huesos las flores del alba
parirán tus sueños
No temas a las horas marcadas
tu signo no es de muertos
brotaste con las lluvias anhelante
tu paso alumbrará la noche
y tu huella será el camino
No temas hija mía
el grito de la aurora abrió tus ojos
y te abandoné en el valle
pero guardo los sueños
que de niña sembraste
No temas
ya brotan de tus manos
parirán ahora las flores del alba
___________
Perrimontun: Visiones y experiencias
sobrenaturales que le ocurren a la persona
que debe iniciarse como machi.

lunes, 19 de abril de 2021

Si llevan agua son ríos. Si no, son caminos

 

Selección de poemas – Humberto Ak’abal

Foto: babab.com.

Nos alegra presentar esta selección de poemas mínimos, que más bien son ráfagas de luz en medio de la oscuridad que somos como civilización. Agregamos, al final, un poema  intraducible, porque está escrito en todas las lenguas, que nos traspasa y nos refunda como animales de lenguaje.

 

 

El sabor

 

Aprendí el sabor de la vida
como cualquier indio pobre.

Los demás sabores
me vienen sobrando.

 

Oración

 

En los templos
sólo se oye la oración
de los árboles
convertidos en bancas.

 

Piedras

 

No es que las piedras sean mudas;
sólo guardan silencio.

 

Camino al revés

 

De vez en cuando
camino al revés:
es mi modo de recordar.

Si caminara sólo hacia delante,
te podría contar
cómo es el olvido.

 

«Mayuli»

 

Cuando estás conmigo

no sé dónde queda el mundo.

 

Sólo quien

 

Sólo quien no ha esperado
te
hablará
de
paciencia.

 

Vuelo

 

Soy pájaro:
mis vuelos son
dentro de mí.

 

Hablo

 

Hablo
para taparle
la boca
al silencio.

 

Sombra

 

Sombra:
noche pequeña
al pie de cualquier árbol.

 

Dos lágrimas

 

Cuando nací
me pusieron dos lágrimas
en los ojos
para que pudiera ver
el tamaño del dolor de mi gente.

 

A veces ríos

 

Si llevan agua
son ríos.
Si no,
son caminos.

 

Canto de pájaros

 

Klis, klis, klis…
Ch’ok, ch’ok, ch’ok…
Tz’unun, tz’unun, tz’unun…
B’uqpurix, b’uqpurix, buqpurix…
Wiswil, wiswil, wiswil…
Tulul, tulul, tulul…
K’urupup, k’urupup, k’urupup…
Chowix, chowix, chowix…
Tuktuk, tuktuk, tuktuk…
Xar, xar, xar…
Tukur, tukur, tukur…
K’up, k’up, k’up…
Saq’kor, saq’kor, saq’kor…
Ch’ik, ch’ik, ch’ik…
Tukumux, tukumux, tukumux…
Xperpuaq, xperpuaq, xperpuaq…
Tz’ikin, tz’ikin, tz’ikin…
Kukuw, kukuw, kukuw…
Ch’iuwit, ch’iuwit, ch’iuwit…
Tli, tli, tli…
Ch’er, ch’er, ch’er…
Si-si-si-si-si-si-si-si…
Ch’ar, ch’ar, ch’ar…


Humberto Ak’abal. Momostenango, Guatemala. Poeta de la etnia Maya K’iche. Piensa y escribe sus poemas en lengua K’iché y los traduce al español. Es uno de los poetas guatemaltecos más conocidos en el mundo, sus poemas han sido publicados en periódicos y revistas de Guatemala, Centro América, México, Estados Unidos, Venezuela, Brasil, Colombia, España, Francia, Austria, Suiza, Alemania e Italia. Sus obras ya han sido traducidas al francés, inglés, alemán e italiano. Su poemario Ajkem Tzij (Tejedor de palabras) fue editado por la UNESCO en 1996. Su libro Guardián de la caída de agua recibió una nominación a Libro del Año en 1993 y recibió el galardón El Quetzal de Oro APG 1993 otorgado por la Asociación de Periodistas de Guatemala. En 1995 recibió el diploma emeritissimum por la Facultad de Humanidades de la Universidad de San Carlos de Guatemala. Recibió el Premio Internacional de Poesía Blaise Cendrars de Neuchatel, Suiza. Entre otros, recibió también el Premio Internacional de poesía «Pier Paolo Pasolini», en Italia.

martes, 13 de abril de 2021

No es museo de cera la memoria

 Olga Orozco

No han cambiado y son otros

Mi abuela fue una hechicera blanca que heredó en cada piedra un altar de los druidas
donde oficiaba a medias con la luna sus ceremonias blancas.
Encendía las lámparas de un soplo,
bordaba las historias más hermosas con las hebras más largas del invierno
y evaporaba brujas tan sólo con mondar sin miedo una naranja.
Su mundo era un fanal iluminado por rayos y centellas
que guardaban distancia frente al ojo temible del alcanfor y de la naftalina.
Devanó las madejas de los encantamientos en las torres de sombríos castillos
y las puso en su arcón, bajo la forma de una trenzas doradas,
junto con los retratos de los invisibles
y los lentos, fervorosos plumajes de la leyenda y la paciencia.
Con su mirada de agua que se va disolvió enfermedades como flores de fuego,
como encajes de nieve,
y salvó del infierno muchas almas de vivos y de muertos
regateando en voz baja con los santos hasta el amanecer.
Se fue por un jardín con su dócil cortejo de pájaros, de locos y de duendes.
Lo anunciaron los perros.
Cuando llueve me deja una tisana hirviente y un ramito de espliego.

Mi madre fue una reina que trocó sus dominios en la tierra por un lote en el cielo,
un pequeño lugar para erigir de nuevo la casa y la familia.
Se habrá cumplido el pacto, porque tenía el don de acatar e imponer hasta el final,
como una quemadura, la ley de la palabra.
Era tan majestuosa como una catedral y más heróica que cualquier muralla,
pero cambiaba de estatura de acuerdo con la ocasión, tierna o solemne,
igual que los arcángeles.
Hacia retroceder las sombras emboscadas, las jaurías hambrientas,
partiendo en dos los puentes y las noches con sus manos tan suaves.
Dominaba las hierbas venenosas rozándolas apenas con la punta del pie,
descubría al trasluz las burbujas secretas en el fondo de los arroyos y las ciénagas,
y apartaba las máscaras con su mirada tormentosa como si descorriera un cortinaje.
Regresó muchas veces desde los bordes de la muerte, sólo para arroparnos.
Se fue por un larguísimo camino,
así como se aleja, llevándose todo el sol, una montaña.
Cada noche acaricia mi cabeza, rasga la oscuridad y me seca las lágrimas.

Mi padre fue un incrédulo rey mago quellegó a nuestro sur siguiendo la otra cara de su estrella.
Vino de mar en mar,
desde una isla donde se entrecruzaron terremotos, dinastías y vientos,
y fundó unas colonias de secretas nostalgias y traicionera sal
que absorvieron un díua y otro día las ávidas arenas.
Sus manos no estaban hechas para asir;
eran manos de palmas hacia arriba ofrenciendo la perla del milagro a los esperanzados y a los desposeídos.
Tenía los sentidos tan despiertos como las luminarias de los bosques paganos
y era capaz de convertir de pronto un recinto enlugato en un salón de fiesta,
una roja manzana en el más codiciado trofeo del estío,
aunque hubiera debajo de su piel y detrás de las chispas azules de su risa
una lejana brina, algo como una oculta vocación de ausencia.
La enfermedad lo ató con invencibles ligaduras a un inmóvil encierro.
Lo he visto en su Agrigento, en el torso de Júpiter caído entre columnas griegas.
Se fue con la marea, como un náufrago que se deja llevar hacia su orilla.
Me trae con el alba bengalas encendidas y un puñado de almendras.

Ellos vuelven y ocupan sus lugares junto a estas ventanas, esta mesa, este lecho;
vuelven con grandes trozos de paredes y muebles y paisaje disueltos
y construyen con extraños escenarios que intercalan a través de los años.

No han cambiado y son otros:
compartieron conmigo los fulgores y los rasguños de este lado.
No han cambiado y son otros:
una opaca polilla, un objeto que cae, la rama que golpea contra el vidrio,
este frío que corre por mi cara.
Es posible que intenten como yo la aventura de violentar el tiempo,
de mezclar las barajas del presente, del porvenir y del pasado.
No han cambiado y son otros.
No es museo de cera la memoria.


Num. 13 de La noche a la deriva (1984)

domingo, 4 de abril de 2021

Escribe, escribe, escribe con la tinta derramada sangre de sus árboles

 Poética de los árboles    Eugenia Straccali

 

 

 

 

 

 

 

Huida de loba

 

A quien me pregunta cuántos amores he tenido le respondo que mire en los bosques para ver en cuántas trampas ha quedado mi pelo.

 

Alda Merini

 

 

 

¿No te das cuenta de que aquel árbol

 

es testigo de nuestro ahogo?

 

Las hojas transparentes brillan como cristales para nosotros y escuchan nuestros suspiros.

 

 

 

Nadie va a pasar por acá nada

 

nos salva del lobo blanco,

 

es el viento el que trae el sueño de los amantes

 

espolvorea los párpados con polen de flores níveas

 

 

 

(esta muchacha cuando hechiza es tan alta como los árboles)

 

 

 

Nuestra pena... por causa del vino, la poesía y la noche se tornó irremediable.

 


Te cuento antes de que te duermas del todo:

 

el alfabeto de los árboles era utilizado en el culto

 

de las magas de la Bretaña medieval

 

a juzgar por las marcas del diablo

 

tatuadas en las manos de las brujas.

 

Las varitas mágicas agujas en el espacio

 

durante las horas silenciosas,

 

emanan el fluido que viene de los astros.

 


Estoy ahora en la jaula de las bestias.

 

 

 

Esta mujer sabe el ritmo del demonio

 

entiende de hechicería,

 

es veneno de escorpión maneja el tiempo
moviendo sus dedos como tijeras

 

filo colmillo yugular dulce

 

testimonio es licor en tu paladar lleno de hormigas.

 

Una herida de amor

 

mordida letal abre el torrente negro

 

que tiene en las palmas abiertas al cielo (mapa ancestral).

 

 

 

 

 

Extiende su paño sobre la hierba y lanza su talismán sobre el círculo:

 

escribe, escribe, escribe
con la tinta derramada sangre de sus árboles

 

 

 

poesía creciente

 

palabras febriles para un náufrago que llega y necesita asilo.

 

Ella es feroz

 

porque tiene complicidad con las sombras

 

solo podés oler su fragancia terrible.

 

No queda vestigio del cálido verdor de otro amor,

 

verano en que juntos bebimos

 

la suave fugacidad de la tarde copa solar

tal vez en el designio sutil de las miradas que imantaban la noche:

ensueño venéreo liviano

 

oculto, el madero ardido te quema la lengua

 

no hables entonces no hables no mientas.

 

 

 

Tampoco hay herida ya raíz del duelo

 

el árbol asciende quebranto lineal de un tiempo de barro que fue peor

 

 

 

¿qué tenemos? la espera la brevísima historia de una lágrima y un poco de espacio entre el bosque y el mar turquesa el cristal.

 

 

 

Dejemos que las palabras perezcan del todo hay otro lenguaje que surge

 

en el crepitar del fuego o en la llama que se abre pálida.

 

 

 

Lucero muerto en el lago...
estás súbitamente arrepentido pero este árbol ya es ceniza
no respira, crepita su corazón

 

bajo la tierra lombrices, hormigas, avispas, enrededaderas carnívoras

 

invaden su cuerpo de cicatrices

 

su corteza lleva grabada las letras del abecedario de todos los árboles de este bosque sin tiempo.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

(En: El alfabeto de los árboles, Ediciones En Danza, 2017)

viernes, 2 de abril de 2021

Palabra que alegra, palabra que despierta, palabra bella, palabra miel


Los poderes del agua me llevan

 

Dos poemas


Elicura Chihuailaf, poeta mapuche.

Ñi pewma mew vlkantunmu ti puel mapu witrunko

Choñv kachuwvn 
gvnetulmekefiel ti mawvn
ka pvrvm wamfiñ ti pvlef 
       chi mawvn
witrulu lelfvn mew
Gvforechi mu ti mawvn!
allkvtuwvn, puru purugen
       ti rayen mu
Nepeli fey ayiwkvlen witrañ    
       pvramuwan
nvwkvlean feyti kvme nvmvn    
       lafanza rayen mu.

 

Cuando en mis sueños cantan las aguas del este

Marchito pasto soy 
haciendo señales 
       a la lluvia
mas luego siento 
las primeras gotas
que caen sobre el campo
¡Que me moje esta agua!
me oigo decir, bailando  
       entre las flores
Al despertar me elevaré
       emocionado
sosteniéndome en el aroma
       de una lavanda.

 

Ko ñi newen yeneenew

Zewma fvchan iñche aliwen 
       rayilelu mu 
azkintulen fiñ ti afpun mapu
Tunten kvrvf mew miyawken?    
       kimlam
Nome lafken mew petu konchi 
       antv mew
werkvlenew zewma ñi Kallfv Kvyen
amuan ka ñi llowmeafiel 
       pu Fvchakecheyem
Kallfv, kallfvley tati mapu 
       chew yiñ amuan
Ko ñi newen ñochikechi yeneenew
Wenu Lewfv kiñe pichi troykeley 
       mvten tuwaykvlelu kom 
       afpun Mapu mew

Tvfachi Pewma mew mvlewean:
Remumvn pu remukelu! Ñvkvfkvlen     
       amutuan
lakenochi vlkantun mogen mew.

 

Los poderes del agua me llevan

Viejo estoy y desde un árbol 
       en flor miro el horizonte
¿Cuántos aires anduve?, no lo sé
Desde el otro lado del mar el sol 
       que se entra 
me envía ya sus mensajeras
y a encontrarme iré 
       con mis abuelos
Azul es el lugar adonde vamos
Los poderes del agua me llevan 
       paso a paso
Wenulewfv, el Río del Cielo 
es apenas un pequeño círculo 
       en el universo

En este Sueño me quedo:
¡Remen remeros! En Silencio 
       me voy
en el canto invisible de la vida.