viernes, 27 de febrero de 2015

El lenguaje que revoluciona



PAULA JIMÉNEZ ESPAÑA

"Canciones de amor" reúne poemas con una fuerte impronta musical

Al influjo de de Janis Joplin, la poeta y periodista Paula Jiménez España enhebra un poemario, Canciones de amor, inspirado en temas que escuchaba durante la adolescencia, una conexión fluida y musical donde los recuerdos disparan al presente episodios vividos en esa época y cuya impronta perdura en el tiempo.


"Yo busqué la musicalidad, trabajé con eso, los poemas están inspirados en canciones que escuchaba durante la adolescencia y ya la misma evocación de éstas, el escucharlas en el proceso de escritura, me iban marcando el ritmo", dispara Jiménez España en una entrevista con Télam.

El libro, recién publicado en conjunto por Ediciones Vox y 27 Pulqui, comenzó con una inspiración, con un recuerdo en particular: "Escribí el primer poema, Cry baby (en 2012), y ahí trabajé un recurso -la repetición de un no que antecede a los verbos- que me pareció muy musical y me dio ganas de seguir explorándolo, lo asociaba con ese momento de mi vida", cuenta.

"Caminé por la ciudad, mirando/ las puertas de los bares todavía cerrados/ y tomé la avenida. No había un alma/ solamente la mía ocupada en buscar/ no el colmillo colgante/ que el soldado israelí te regaló en Jordania/ o Gaza o Cisjordania, ni el humo de tu hash/ que olía densamente a incienso y a patchuli./ No iba a ver ese solero a rayas/ ni los borcegos negros que usabas todo el año/ aunque hiciese calor.........

La autora de Ser feliz en BaltimoreFormasLa casa en la avenidaLa mala vidaEspacios naturalesNi jota y La vuelta explica por qué finalmente este tema ocupa el segundo lugar en el libro: Empiezo con Pearl, el nombre del último disco de Janis, es como el inicio y el cierre. Esa idea de testamento deja algo, va a contar algo de lo que vivió, lo que deja de esa experiencia".

Sobre el amor entre chicas (abrazadas, bailábamos/ dando vueltas, o el Gin Tonic las daba/ con las luces girando alrededor y nosotras en ellas/ adentro de las luces te decía que Wish you were here.) dice la poeta: "El sentimiento en sí, creo, no puede definirse y menos cuando es la primera experiencia, lo que sí me parece es que con el paso del tiempo, cuando te vas conociendo, es necesario".

"En el caso del lesbianismo o ser gay, se trata de definir para poder defender la experiencia. Una mirada política, más que una necesidad literaria aunque la literatura me ha servido como una vía de liberación y de expresión".

"Estoy despierta, pero el mundo duerme/ su antigua siesta/ y en un zaguán Basil, el palestino,/ me da un beso. Su lengua asoma femínea y delicada entre los pelos negros de la barba cuando suena Move Over...", En ese momento tení­a un amante palestino y estaba enamorada de una chica de la colectividad, era muy chica y no tení­a idea que me estaba metiendo en la guerra", evoca Paula.

El último poema del libro lo terminé de escribir en 2014 pero el resto vino todo junto, más que nada me inspiraban los temas de Janis Joplin, desde que tení­a 20 años. Me emocioné cuando escuché los versos de Move Over, empieza con la batería, con la guitarra, todo al palo... el recuerdo de ese vigor fí­sico, de esa potencia, era algo que yo necesita recuperar", desliza.

"Al escribir estos poemas -confiesa- me había vuelto a enamorar, y entonces todo me llevaba a aquellos días, uno se siente joven cuando ama".

Algunos de los trece poemas de "Canciones de amor" son en inglés, otros en castellano: "Como no se hablar bien en inglés, no me condiciona la letra, me permite más relacionar la canción con una emoción, un momento determinado, independientemente de lo que se diga".

Primer Premio Nacional de Literatura Tres de Febrero y Hernández de Plata 2006 y Primer Premio Fondo Nacional de las Artes en 2008, Jiménez España dice que antes escribía todas las mañanas. "Durante años fui una gran trabajadora de la poesía, y en un momento eso cambia. Ahora cuando termino uno libro me quedo un tiempo largo sin escribir".

¿Cómo se conjuga tu trabajo de periodista con la poesí­a, con la literatura?
Siempre escribí y me gusta muchí­simo también ser periodista, me gusta porque logro un equilibrio, el periodismo es más objetivo y la poesía es más etérea, abstracta, satisfago dos cosas distintas.

La poesía la vivo a full, no siento que me pida mucho, lo disfruto, no siempre es así­ en el periodismo, pero siempre en lo que haga me comprometo a fondo.

¿La poesía tiene un carácter político?
"Creo que la poesí­a es polí­tica porque es el lenguaje que revoluciona, crea algo nuevo y pone en cuestión muchas cosas. Y me permite trazar algunas lí­neas que no podrí­a hacerlas desde otro lugar.

¿Qué poetas de tu generación te gustan o te han marcado?
Claudia Masin, Teresa Aguijón, Mercedes Araujo, Enrique Salinas, Susana Villaba y Diana Bellessi, una maestra total.

miércoles, 25 de febrero de 2015

Ancho pecho para que no anide la serpiente

ELENA ANNÍBALI

10 años después

Elogio del silencio
Escribir la primera palabra será como empezar a no ser, como
engendrar o como morir, los dos extremos
que son una y la misma embriaguez, pavorosos principios,
triunfos, catástrofes, glorias.

De “Cristóbal Colón inventa el Nuevo Mundo”,
poema que pertenece al libro Los días de tu vida, año 1977, Eliseo Diego.
Invocación primera
 
Como montar este caballo tierno a toda velocidad por la autopista.
Como abrir la boca, encima de este caballo tierno y tragar insectos.
Así, el silencio.
Así la virgen del mutismo absoluto.
Envuelta en velos. Castísima. Sin pecado concebida,
y enormes, sus piernas, que abrazan al potro, y lo conducen,
ebrio de uvas negras hacia alguna eternidad,
hacia alguna apertura en el cielo,
que nuestros tristes, nuestros nublados ojos, no ven.
Silente, la virgen. Frente nacarada, ancho pecho
para que no anide la serpiente, y resbale, lúbrica,
hacia la tierra,
hacia la rama retorcida y reseca.
No exhala, no gime, no discurre,
tu oscura y alta garganta de contessa.
No hablarás, mia virgine poderosísima,
donna descalza,
mujer posmoderna y floral. Tus plegarias,
apenas este trote vacío y elemental,
este fascinante silencio al cual, devotamente, me entrego.

Invocación segunda
 
Signora dei capelli d’oro, ¿qué cáncer de garganta te consume?
Se cimbra, en ese hueco, un grito,
como en un columpio estéril.
Es la palabra para el hombre, Prometea,
sombra que robaste al dios tu pedazo de razón,
eidolon que migras por la autopista.
Mi Lady Godiva, mi Señora, tu pelo de orquídea y de nido
se estremece bajo el sol de las tres.
Yo te persigo en pos de la palabra.
Pan no, ni hijos, ni gorjeos.
Una palabra, dame.Una palabra.

Invocación tercera
 
Considera nuestras hambres de sonido, fémina etrusca.
Tú, apparizione, lanzada a la tierra, mírame:
a mí, que me puse en la boca el vientre oscuro de la cigarra,
que vertí en mi cabeza la verde conciencia del sapo en la charca,
yo que estuve esperándote, Madre, en medio de augurios
que algunas antenas emitían tristes,
como destellos.
He cruzado el campo para verte pasar, montando, iluminada,
he cruzado, herida de soledad y espanto,
para verte, Regina, con tu aura de neones.
No sé si tu patria es la Jerusalem o el Infierno,
pero traes un fuego aparte,
y mis huesos exhalan un olor a hongo y humedades,
porque se cumple en mí lo de todo mortal:
el deseo, la furia, la nostalgia, el desencanto.
Por eso abrázame como a una niña cautiva,
y dame la palabra que abra el mundo,
como un damasco pletórico en su edad,
como las negras rosas, a la hora de los crepúsculos.

La madre
 
Ah, tú, con tus caderas de nigromanta bamboleándose por toda América,
tú con tus hierbajos, tus verdolagas, tus sopas fragantes de ahuyentar lechuzas,
tú con tus ojos de caída helicoidal en la muerte,
fascinante en la maleza,
fascinante como una pantera, como una perra en trance de parir,
¿qué haces aquí? ¿qué quieres?
En mi ventana hay cruces rojas, y astros de sal cruzados por si acaso,
y estrellas de siete puntas.
Hay, también, mastines, negros mastines flacos, enormes,
para morderte toda si te acercas. Si te acercas, te colgarán
de tus collares de jade. Si te acercas, te destrozarán
mis bestias húmedas de rocío,
mis mansas bestias de roer huesos y calaveras.
No quieras llegar a mi ventana, bruja,
no quieras embeberme como un espantapájaros con tus ungüentos,
con tus infusiones cálidas hechas para sudar el diablo y deslenguarse,
¿no ves que de mi puerta he colgado rojos trapos, y flores rojas para ahuyentarte?
¿no notas el suelo barrido y asperjado con ruda y malvón hervidos y machacados?
Tú vienes a hacerme hablar,
a darme la lengua de las matriarcas,
a ponerme unos ojos nuevos para alumbrar todo lo lejano,
allí, donde se cuece lo verdadero tras de las apariencias.
Hembra de América,
tú que quieres ser mi madre,
que me esperas en la sombra, con tus artificios
y tus nalgas alzadas con trapos y perfumes,
vete de aquí, porque no te he llamado,
porque quiero romperme sola, en mi casa sola,
como un puñado de huesos de pájaros,
quiero romperme y hacerme música que se eleve pronta
y se pierda de una vez para siempre.

Estudio sobre el signo, basado en Charles Peirce
“...el sueño difiere de la realidad sólo por ciertas marcas, por su oscuridad y carácter fragmentario”.
(Obra lógico-semiótica;
 pag. 41; Ed. Taurus)
Llegada a la casa-Avistaje de uno o dos animales
Está sobre la heladera.
Es una mancha negra, con dos puntos brillantes y verdes.
Esa mancha encarna la gatidad, sin ser aún en un gato.
La gatidad absoluta o ideal antes de la mueca del dios que la formule.
Alguna clase de gatidad superior,
un fuego de artificio,
alcohol ardiendo en una hendidura de la noche,
una hermosa ferocidad gimiendo por las ratas,
clavándome algunas uñas en un pecho,
una imagen de París,
una suavidad moldeada en el infierno.
Nota: que la primeridad, según Peirce, es el modo de ser de aquello que es tal como es positivamente, y sin referencia a ninguna otra cosa. Vendría a comprenderse como la posibilidad o sensación de su existencia, un sentimiento.

Acercamiento-Visión
Lila.
La veo merodear casi sexualmente sobre la alacena.
Tiene el aire luciferino de quien muerde y traga sangre y nervios.
Tiene el alma angostada por la saciedad del hambre,
se lo noto en el latir caliente y animal.
Se mueve entre mis piernas con una cadencia cercana a Bach,
y la caricia, el certificado de que existo.
Nota: que la segundidad es el modo de ser de aquello que es tal como es con respecto a una segunda cosa pero con exclusión de toda tercera cosa. Se comprende que es la instancia del choque con el mundo, que define al sujeto por oposición a lo otro. Sujeto frente al objeto.

Cocinar es un arte-Actividad
Aún no encenderé la luz.
Me basta la lumbre náufraga del cigarrillo para verla brillar y gemir.
Entretanto, saco las flores amarillas de calabaza,
las dispongo sobre una fuente junto a las zanahorias y los alcauciles.
Esta escena deberá ser de una ceguera inusitada,
y me guío por el perfume y el silencio.
La tomo de una de sus suavidades: el cuello.
De un solo tajo la parto al medio mientras una parte me muerde la mano,
y yo grito y ella ya no puede.
El agua hierve con especias, sal y hojas de laurel.
Dejo caer allí sus dos puntas,
ambas hermosas y ya de una mortalidad visible y casi triste.
Me siento a la mesa. Sirvo el vino.
Me desnudo.
Pienso que cocinar es un arte.
Nota: que la terceridad es el modo de ser de aquello que es tal como es, al relacionar una segunda cosa con una tercera cosa entre sí. Pertenece al orden del pensamiento y la representación.

La imagen
“Plinio el Viejo, un historiador que murió en el 79 d. C. cerca de Pompeya, víctima de la erupción del Vesubio, en su célebre Naturalis Historia narró la leyenda de la joven mujer de Corinto que, presa del amor por un hombre que debía alejarse de la ciudad, trazó sobre la pared el contorno de su sombra, utilizando la luz de una vela y un trozo de arcilla seca. Quería conservar el recuerdo de su apariencia”.
(Lunes)
Busco —le dijo— la tinta de mariposas negras.
Al fondo de la habitación, sobre un banco de piedra,
había, derramado, el ángel ambarino de la luz,
un pañuelo azul para la frente amplia de Leda,
y un vaso de agua, porque el verano era grave.
De lejos, se escuchaba cómo se alimentaban los cuervos
en los trigales,
un rumor a Apocalipsis,
como si la eternidad se hubiera roto en alguna parte,
y sangrara...

(Martes)
Busco —le dijo a la segunda noche—
el fino pincel de pelo de caballo.
Era muy dulce la visión de los relámpagos
alumbrando a Dzhaidar.
Se podían contar los latidos en el pecho,
y el murciélago blanco de un pensamiento viejo,
(quizá el recuerdo de una mujer bajando al río)
a través de la piel traslúcida.
Leda lo lavaba, con una esponja y agua tibia,
y respiraba, en las axilas del hombre mojado,
un aroma a jazmín y madera de sándalo,
que recordaría muchos años después.

(Miércoles)
Al amanecer, sobre las quintas,
el movimiento de los heliotropos
y una lluvia de peces vivos y brillantes
auguraban el escándalo de la destrucción.
Sentada frente a la pared,
arremangado el vestido, mojado el pecho de lágrimas,
Leda paseaba los dedos sucios de arcilla y carbón
por el contorno de la sombra.
La luz temblaba, y Dzhaidar.
Nacía la imagen desde el fondo de la vida,
como de la muerte, doliente y efímera,
como siempre, de mujer y de hombre,
para habitar este mundo,
de carnadura de diablos y transparencias.

Elipsis
Mi padre sembró a mi madre, y la noche era como magia de cuervos:
algunos rezaban en el campo, entre las verduras,
arrodillados, con vestidos azules, y tocados de novia.
Algunas viejas secas, sostenían el rosario.
Mi madre, que soñaba con sembrar tomates, se abría de piernas,
y emulaba, en los ojos, los guiños de los pájaros,
piaba, maldecía, se frotaba contra mi padre,
como contra un vidrio resplandeciente y fresco.
Y todo eso pasó en una noche.
A mis diez años, me sentaron en una silla a observar los corderos,
sus sacrificios graves, de donde sacábamos la carne de comer,
morada y mística, en comuniones vibrantes y olorosas.
Luego las habas, los duraznos llamados corazón de buey,
y el sudor terrestre de las axilas de los peones,
sus oscuridades de pomelo, agrios y sexuados,
sobre los caballos.
No me brotó la adolescencia líricamente.
Me aterrorizó la sangre,
los pechos escapándose de la sutilidad de las blusas,
los muslos apretados contra las faldas, y contra los hombres,
las poses de amar y olvidar,
el rito floral y húmedo de la masturbación
y muchas casas para ausentarse hasta ser mujer,
de pie, sola ante y con el mundo.
A los 27 me llaman los muertos desde abajo,
y yo no respondo, me enfermo de realidad,
quiero ser lo cotidiano, el pozo de aguas sucias,
los chicos de la calle con el corazón a media asta,
la miseria de Dock Sud, el hambre de los perros,
quiero ser Buenos Aires, con su inmensidad,
con sus pangramas de piernas y de brazos,
quiero ser ese hombre último que recuerdo de ayer,
el Chevrolet rojo apretando dos ojos azules en la distancia,
para enseñarme el don de la espera y la fatiga.

La isla, o de la palabra como laberinto
“Una vez que habíamos recogido madera de resaca, hecho un fuego
y colgado nuestro caldero como un firmamento,
la isla se quebró por debajo de nosotros como una ola”.
(The disappearing island,
 Seamus Heaney)
Escenario I
Es posible que jamás encontremos la salida:
Ariadna era frágil y murió hace mucho tiempo,
antes de los satélites y de la pasión de Cristo.
Había dejado un camino de migas de pan,
su cabello, de un rojo violento y occidental,
la leve huella que acabó donde empezaba el Minotauro.

Escenario II
Mirábamos al Sur, a veces,
donde Lesbia creía ver naves, peces brillantes,
y otras formas grotescas del espejismo.
Un pájaro enorme de hierro.
Instrumentos para contar el tiempo inasible.
Animales, lenguas y frutas que el oráculo no lograba descifrar.
—Es éste sol, Lesbia, y el mar tan infinito y azul—.
Volvíamos a casa, entonces,
a podar las vides que se enroscaban, vivas, en los templos,
como las víboras que, en el Nilo, hacen gemir a las mujeres.

Escenario III
Sentados aquí, mirando esta lluvia,
jugamos a los pájaros ciegos
y nos anduvimos el cuerpo con las manos.
El vino parece más dulce,
Y Hestia preside el fuego.
¿Qué hay de vestal en ti, Lesbia,
que se aclara tu frente al invocarla?
¿En qué otra vida paseaste los negros ojos
por estas habitaciones consumidas por el tiempo?

Escenario IV
El cielo se ha llenado de presagios.
Aquí abajo, las flores maduran en violentos amaneceres,
y nos llegan noticias de un Odiseo atado a su mástil,
ciego y sediento.
Bajo la negra nave, cruzan sirenas,
un submarino alemán,
y algunos sueños, en donde todo tiene lugar.

Polifonía (notas sobre un naufragio)
—Este animal con ojos de Madonna...
—Esta criatura que se acerca a mí con su cuerpo encendido
como un relámpago...
—Esta oscura premonición de la muerte..
—Este color sumergido en esta zona ausente de mi conciencia,
della follia che non mi hanno conosciuto...
—Esa ventana hacia tus ojos donde habita la bruja...
—Esta luna que vuela en las profundas aguas del Hemisferio Boreal...
—Esta última contemplación antes de la oscuridad...
—Esa bestia de carne de agua, que no sabe del mono
ni del hombre...
—Ce cadeau que les putas de l’América et de la France, hubieran
amado más que el perfume...
—Esa sensación de que el diablo sonríe a mis espaldas...
—Este impresionismo vital y torpe...
—Este pez...

Sobre la biografía como género
Alguien más escribirá tu memoria.
Alguien que entienda que no tuvo márgenes, tu vida,
ni astillas para encender los fuegos del olvido, y los eclipses.
Abrevará en tu historia como un ciego en una casa
llena de muebles y de recuerdos ajenos, tanteando,
especulando con el tacto, manoseándolo todo,
abriendo la espesura de los recuerdos,
como quien parte una ciruela negra,
y encuentra, en su médula,
el crisol dulce de su pulpa transparente y acuosa.
Pero esa constelación de códigos perdidos
no serás tú. Será el fantasma, el gólem construido
a partir de tus pedazos, de la dispersión de tus sílabas y actos,
a partir del fragmento que afirma y niega tu unidad,
como si la imagen de lo que fuiste nos llegara
desde la visión fulgurante y triste de los espejos rotos.
No serás tú. Serás otro. Y surgirás desde el fondo de la noche
como desde el tiempo, como una isla,
con tu nombre,  tus señas,
con las criaturas de fantasía que urdieron tus sueños.
Pero habrá un detalle, un signo que te niegue,
que te acerque un poco más al silencio en que te hundes,
y te habrás perdido para siempre,
en esas zonas últimas de soledad y naufragios.

La fotografía
La foto es sepia. Tú apareces de pie,
a un costado de la mesa larga donde quedaron
las migas, los licores agrios, la marca del vino
sobre los manteles, los perfumes de siempre,
la aspereza del lino.
Eras joven y tal vez ibas a ser hermoso,
estirado hacia arriba como el silencio del campo,
como esas horas donde los muertos zumban bajo tierra
y siembran hogueras y rastros invisibles en nuestras casas.
Algo ocurrió, después: el derrumbe de las cosas
en que creíamos, de las habitaciones en que dormimos,
mientras nos crecían las uñas y los ángeles. No advertíamos
esa primera desfiguración de la realidad, ni, acaso,
ese fantasma concupiscente que te mordía la mano
para tomar tu lugar, para borrarte del mundo
como se borran las marcas de agua en los retratos.
Luego sentimos nostalgia de ti. Pero era tarde,
y tus signos habían sido cambiados. Alguien más
comía en tu plato, habitaba tus camisas, usaba
tus temblores para anunciar la hora del crepúsculo.
Lo vimos repetido en tu espejo.
Lo vimos por toda la casa, disperso en cada objeto.
Lo vimos acumularse en nuestros recuerdos.
Por eso volvimos a la fotografía, desde donde él sonreía,
con la sonrisa cambiada, pero tuya, pero ajena.
Eras tú, eran tus huellas, tus latidos,
y era él, que comenzaba a ser tu muerte.

El tiempo (o el verbo encarnado)
Esto es el tiempo: una piedra arrojada desde la altura
de Dios o de los hombres,
circular, pulida por el camino de fuego y aire que atraviesa,
ese espacio vacío en que —dicen—,
se desarrolla la falacia de la eternidad.
Cae sobre el agua y abre el círculo de nuestra vida.
Todo cabe allí:
las máscaras desiguales que nos protegen o evidencian
—como en un absurdo teatro de luces y sombras—
el número de los días en que fuimos felices,
cada uno de los ásperos amaneceres en que negamos los sueños,
la vidriosa transparencia de los animales que acariciamos,
la rara inocencia que no pudo pervivir en nosotros.
La piedra cae. Y cuando el círculo alcanza
su máxima definición, desaparece,
y las ondas no son ya más que un eco triste
disperso entre otros círculos, de otras vidas,
que no son las nuestras. Ese roce sutil,
ese leve toque de agua será el encuentro
entre dos cuerpos,
ese pedazo de amor, rabioso y breve,
hurtado a la muerte.

Anticipaciones I
Hablemos, por ejemplo, de la muerte,
de la rota iridiscencia de sus vestidos,
de la indiferencia con que asienta sobre nosotros sus manos,
y una mañana, a pesar del patio que está quieto y sin novedad,
a pesar de que la ciudad sigue tragando obreros
como en un festín impiadoso,
se te aparece ella y te dice: “vamos, muérete, que a eso viniste”.
Entonces tú, que has aprendido las mañas de la bestia,
le dices que no, que por papeles eres joven,
que no has alcanzado la edad en que aparecen las canas,
ni que conoces, por decir lo primero, Sumatra.
Y te defiendes del hueco que empieza a abrirse en la tierra,
ese, que al fin será tuyo, sin tasas ni hipotecas,
y te defiendes de las más lozanas flores
los epitafios grotescos, repetidos, impersonales.
Ella sigue ahí, tranquila, limándose las uñas,
bebiendo tu café, fumando con impostada o natural soberbia
dejando que te agotes, que le hables,
que le digas lo de siempre, la injusticia, el tiempo,
que considere todo lo que aún no hiciste,
las mareas que no acabaron de lamer tus tobillos,
esos crepúsculos entre naranjos del Tucumán que nunca viste,
los hombres que no probaste...
Al fin se va, se levanta con esa elegancia de matrona raída,
y crees que la has convencido, cuando consideras tu vida,
y tomando la soga que sin querer, ella ha dejado sobre la mesa,
la pones en tu cuello y te lanzas al vacío, impiadosamente,
poniendo, en el salto, esa última mirada de esperanza,
esperando la mano amorosa que no habrá de salvarte.

Acerca de la inutilidad de una palabra
Tú crees que la muerte te sucede solamente una vez.
Que hay un signo o dos que la anticipan,
pero no.
Hay una cifra finita de actos que nos acercan al final:
cuando cruzas una ciudad silenciosa en el taxi amarillo
a las 2:30 de la mañana,
y tienes tiempo de pensar en tu cuerpo que pesa y duele por el cansancio,
y recorres con la mano la humedad de los vidrios,
la textura rota de las calles que se pierden en alguna forma de misterio.
Cuando tomas tu café, presuroso,
y lees en el diario el desastre cotidiano,
como si la guerra, la locura y el hambre fueran cosas
que sólo le pasan a otros.
Cuando amas, o crees que amas, y elaboras el complicado discurso
que te proveerá de un animal tibio en tu cama, en tu mesa,
en los sueños que otros te negaron.
Cuando decides por el vestido rojo, o el vestido negro,
cuando doblas la esquina,
o te ves en el espejo, en que algo, una mueca,
te salva del espanto otra hora más.
Cuando, distraído, eliges un kilo de manzanas,
una fecha para mudarte, la mudanza misma,
hasta el simple acto de levantar una lámpara e iluminar un cuarto,
Todo es una marcha lenta e inexorable hacia tu muerte.
¿Para qué, entonces, necesitas la palabra suicidio?

Disolución de la realidad
Fantasmales 1
Todos los días,
atrás de un árbol oscuro y deliciosamente profundo,
los fantasmales esperan.
Empiezan a crecer de noche,
tras el cierre de transmisión de los partidos de fútbol,
después de los micros religiosos,
mientras Marilyn Monroe gira incansablemente
en las sucias estaciones de trenes,
y alguien comenta, como soñando:
—Yo conozco esa tristeza, de algún lado...
A los fantasmales los hiere el perfume violento de las amapolas.
Es que a veces, ellos son viejos como catedrales,
y necesitan la amabilísima luz de los vitreaux,
las lámparas apenas insinuadas en los ojos de las muchachas vírgenes,
o la fosforescencia tenue de las luciérnagas.
Yo vi sus ojos clarividentes
una noche de lluvia,
dolorosos y enormes como l’Inferno, de Dante.
Es imposible que salgan de esta ciudad.
Primero,
porque la ciudad es un laberinto de rutas y espejos
nacida de un remoto sueño de Escher.
Segundo,
porque los fantasmales casi no tienen deseos.
Tercero,
porque son felices en esa zona perdida,
entre la Plaza de las revelaciones,
y las plantaciones de rosas.
Ellos abren todas las ventanas, aún en invierno,
porque el alma, a veces, no les cabe en los hoteles.
Los fantasmales suelen ampararse
bajo la mirada amarilla de los perros callejeros.
Los aman por dóciles,
por hambrientos,
porque arden en la noche,
pero sobre todo,
por las heridas de los autos de las avenidas furiosas.
Ambos reconocen en el otro,
a un hermano de la tibieza,
y, cándidos, serenos,
duermen abrazados, en los portales,
hasta que se encienden las manzanas,
y nace un crepúsculo de entre las piernas de una mujer hermosa.

Fantasmales 2
Esta habitación, triste como un lieder de Schubert,
se ha llenado de sombras.
Se pasean como tigres viejos,
mordiendo el desorden de las sábanas,
hacia cuya suavidad se derrama el tenue resplandor de la lámpara,
y el color grave y efímero de las caléndulas.
Mueren de amor y de miedo, a las tres,
cuando pasa Juan con el caballo negro,
y se les eriza el sexo por la música acompasada de los cascos.
Entonces, se los ve abrirse de piernas,
para contemplar la emigración de cuervos,
las translúcidas mariposas nocturnas,
y ese perfume como a rosa, que precede a los entierros.
Así son cuando aman:
la boca se les vuelve de pan y azúcar,
y si los frotas suavemente,
exhalan un inconfundible olor de ángel y cerezas.
Desaparecen trémulos, desnudos,
con la sexta campanada que anuncia el alba,
dejándonos con un ansia tal de volar,
que buscamos el edificio más alto y gris,
para despertarnos muertos y solos, contra el asfalto.

Fantasmales 3
Eidolon, una vez bajabas entre incendios y desnudeces.
Había, en ti, algo de máquina y de tigre.
Tu traje, de ojos y alas de calandria,
provocaba, en mi patio, una exasperación de viento Norte
y luego de abrevar en los aljibes,
me viste y me hablaste,
y yo corrí a mecerme en tus piernas,
como en un columpio suspendido en el abismo.
Las horas de caricias se hicieron inmensas.
El tiempo se ahuecaba en su lengua,
donde yo comulgaba sal y ostias,
un sabor de laurel y paraísos,
o de bestias dormidas.
Suicídame, Dios.
Soy un pájaro y me han vaciado el ojo izquierdo.
He perdido, como los desamados,
la visión de la mitad del mundo,
y mi vuelo es circular e infinito,
como tu juego de dados,
sobre la cabeza de los corderos.
¿Qué eternidad me has dado, Eidolon?
Se abrió, ante mí, una habitación edénica,
de flores secas y papeles viejos.
Era infinito el espacio, e infinitos los espejos
que la reproducían.
Empecé a desandar la tristeza,
sin ganas, casi sin esperanza.

Fantasmales 4
Todo lo aduraznado.
Todo siempre del vuelo hablábame. De sus angelosidades que le tremaban,
que le resbalaban, como un vaso sobre las ancas de las yeguas.
Algo santo, ¿no?, algo levitativo le ocurría en las mañanas,
porque de pronto, era un zeppelín que soltaba cuerdas
—encordada, solía dormirse, con todas sus extremidades
de austronauta, a salvo—
Desde siempre, le vi la mariposidad saltándole por los ojos,
por las antenas de resolana
(de felpa)
(de polvo de oro)
por donde se dispersaba el viento,
vibrando, como en un arpa.
Temblaba, al alzarse las cortinas de luz,
el aro anaranjado, álbico, que doraba serpientes
y músculos de codornices. Algo, no sé bien qué,
se le encendía gravemente adentro,
algo, una fogacidad volcánica.
Luego, entonces, comenzaban a volársele
los pollerines almidonados, las trenzas,
los tazones de beber agua-mate, el pabilo,
y entre tantos ojos azorados, volaba,
en direcciones equívocas, un poco hacia arriba,
como una perfecta bruja, madura de oscuridades.

Me habló su lengua de pájaros y neblina

Elena Anníbali




tuve rabia y no pude dormir
tuve tristeza y no pude dormir
ni fumar, ni hablar entre dientes
pero el monte, esa noche, vino a mí
como un lagarto negro
me habló con su lengua de pájaros y neblina
me dijo: levantá tu corazón y andate
me dijo: levantá tu casa y andate
me dijo: levantá tu hijo, tus perros domésticos
tus papeles y andate
no te quiere el pez, ché, el río se pone sucio, vienen
las lluvias y la flor se pudre, la naranja se pone
amarga, el sirirí se esconde como si viera
al zorro que lo come
lo único que queda, el crespín, triste como vos, ché
triste cantando para vos
y yo le dije que había una ceniza espesa trabándome la sangre
ceniza de muertos, le dije, que no podía
caminar, andar, trocar el dolor en marcha
la rabia en marcha
le dije no, ándate vos, lagarto negro, hermano
monte mío, le dije, y miré y vi
mi lengua hablando a quién
mis ojos mirando qué
mis pies sobre cuál tierra, cuál lugar
no estaba yo o nada estaba
apareció, entonces, una codorniz pequeñita y suave
un ave de ojos negros y mística, un ángel ave
se acurrucó a mis pies, me dictó los salmos de reconciliación
y mi corazón seco como un palo, empezó a echar flores de durazno
grandes flores de durazno y azahar rompían mis costillas
y yo verdecía, y ah!... me elevaba, pues, frutalmente,
yo tocaba al mismísimo señor de los montes y de los cielos
me tocó con sus manos de mamita el ave de fuego
cantando volví a mi casa, cantando
levanté los árboles talados, aparté las hierbas malas
di pan a mi hijo a quien ya le asomaban dientes, di
agua buena, clara
monte suspiró, una electrizante bandada de pájaros
me saludaba
la hondura de la mañana era todo gloria y regocijo

Como sujeto y no solo como objeto

CULTURA

Las mujeres olvidadas de la Generación Beat

Día 23/02/2015 - 17.01h

Una antología poética recupera las voces de diez grandes autoras que, pese a la sombra de Ginsberg, Kerouac, Burroughs y compañía, resplandecieron por su talento y personalidad

El 14 de enero de 1967 tuvo lugar, en el Golden Gate Park de San Francisco, el mítico Human Be-In Festival, preludio del «Verano del amor» y escenario en el que la psicodelia de la contracultura se hizo carne. Junto a Allen Ginsberg, Timothy Leary o Michael McClure subió al escenario para hacer historia una única mujer: Lenore Kandel. Ella, nacida en Nueva York en 1932, es uno de los numerosos (e ignorados) rostros femeninos que formaron parte de la Generación Beat, llamada a cambiar la cultura de la segunda mitad del siglo XX.
En un meritorio intento por reivindicar su legado, la editorial Bartleby ha publicado «Beat Attitude»antología bilingüe que recoge las voces de diez poetas hasta ahora (casi) inéditas en España y que esta semana llega a las librerías. Con prólogo de Annalisa Marí, también encargada de la traducción y la selección, la obra supone una oportunidad única para descubrir a autoras como la mencionada Kandel, Denise Levertov, Elise Cowen, Diane di Prima, Mary Norbert Körte, Hettie Jones, Joanne Kyger, Ruth Weiss, Janine Pommy Vega y Anne Waldman.
La intención de Annalisa Marí era establecer «un punto de partida, una puerta que se abre», según explica en conversación telefónica con este diario desde su domicilio en Francia. «Tener diez nombres juntos da una idea de la presencia de las mujeres en esa época», más allá de Jack Kerouac, Allen Ginsberg y William Burroughs, los tres escritores que componen la definiciones más estrictas de la Generación Beat.
Pero, ¿qué ha pasado para que, hasta ahora, no supiéramos nada de ellas? Marí no encuentra una razón y es consciente de que, «aunque los tiempos están cambiando, durante muchos años interesó seguir mitificando a ciertos personajes». El resultado es esa «especie de vacío» que esta antología viene a llenar, con el «trabajo de las mujeres que habían estado publicando y recitando», hasta convertirse en «memorialistas» y en cuyos «escritos no hay ningún rencor».

Mujeres contestatarias

«Eran mujeres muy contestatarias y lo que menos les interesaba era ponerse una etiqueta. Es a posteriori cuando los críticos, e incluso ellas, empezaron a ser conscientes de que formaban parte de aquella generación», cuenta Marí. Los poemas recogidos en «Beat Attitude»reflejan, en su mayoría, un punto de vista femenino, sin olvidar los temas Beat fundamentales (la espiritualidad, el sexo, las drogas, el jazz), pero poniendo, por primera vez, a la mujer como sujeto, y no sólo como objeto.
Leonor Kandel fue, de hecho, la primera a la que Ginsberg y compañía miraron con cierto respeto. Tras conocer a Jack Kerouac en San Francisco, éste la inmortalizó en una escena de «Big Sur», describiéndola como «inteligente» y asegurando que lo sabía «todo». Antes de sufrir un accidente de moto que le causó graves secuelas físicas, Kandel publicó dos libros de poemas, el primero de los cuales fue acusado de obscenidad y confiscado en librerías.
Junto a ella, Marí destaca a Elise Cowen, quien fuera, durante un tiempo, la amante de Ginsberg: «Sus poemas son desgarradores, son como tesoros que guardo en mi estantería». Tras sufrir graves problemas psiquiátricos, Cowen se suicidó antes de cumplir los 30 tirándose por una ventana. Al poco tiempo, sus padres intentaron destruir todos su poemas por miedo a sus referencias a las drogas y a sus experiencias lésbicas; sólo sobrevivieron algunos versos, hoy presentes en esta antología.
Denise Levertov fue la «precursora», de las pocas mujeres incluidas en «The New American Poetry». Políticamente muy activa, se mantuvo siempre «férrea» en su poesía, muy crítica y social. En la misma línea de reivindicación, Diane di Prima, dispuesta a codearse con la Generación Beat, pero sin perder su rol de madre (tuvo, de hecho, cinco hijos de padres diferentes).
Sin olvidar a: Mary Norbert Körte, que dejó los hábitos tras escuchar recitar a Ginsberg; los poemas «íntimos y domésticos» deHettie Jones (su matrimonio interracial, de los pocos de la época, fue todo un escándalo), una mujer «atribulada»; el estilo «fluido» deJoanne Kyger, quien fuera mujer de Gary Snyder y todo un referente poético con más de veinte libros publicados; ruth weiss (tras escapar del horror nazi junto a su familia judía, dejó de utilizar las mayúsculas para distanciarse de su lengua materna, el alemán), una viajera insaciable que aún está en activo; Janine Pommy Vega, una de las primeras mujeres publicadas por City Lights, cuyos poemas están dotados de una «fuerte melancolía» (su marido, Fernando Vega, murió en Ibiza de una sobredosis); y Anne Waldman, a la que Ginsberg consideró su «mujer espiritual» y que supone «la continuación de que lo Beat sigue vivo, es atemporal».
Todas ellas fueron mujeres pero, sobre todo, poetas. Porque, como escribió Hettie Jones: «Siempre he sido a la vez / tan mujer como para derramar lágrimas de emoción / y tan hombre / como para conducir mi coche en cualquier dirección».

sábado, 21 de febrero de 2015

La vida que le cae sobre los hombros

ELLA SE PEINA
Va de la raíz a la punta desenredándose la memoria.
El tiempo le ha crecido en la melena.
El peine agita los nudos y abre laberintos ondulados, mellas agridulces, rastros de tijera, íntimos calendarios.
Se acaricia el cabello y se pregunta si algún tramo guarda el recuerdo de los dedos de su madre, el vértice de alguna caricia o la palma de su padre coronando su cabeza de nena definitiva.
Qué queda del mechón en su nuca donde él trazaba resortes con el dedo índice.
La vida que le cae hasta los hombros la va dejando calva de nombres y vivencias y sin embargo, se arremolina en los olvidos pendientes que ha cortado y recortado sin disimulo.
Ella se peina intuitivamente, no necesita espejo para mirarse el alma.
Y se recoge las canas en un rodete tieso y disciplinado aunque ampare una nostalgia antojadiza y despeinada.
*
Claudia Tejeda (Alta Gracia, Córdoba, Argentina, 1969)
Ganadora del Concurso Nacional del Grupo Paco Urondo 2014
de Como racimo de abejas, relatos breves, Pirca Ediciones, 2009
en Anizacaterías, Editado por Almas Nuevas, Córdoba, 2014
http://emmagunst.blogspot.com.ar/…/claudia-tejeda-2-poemas-…
Fotografía de B. Berenika
Gracias Marcelo Lopez

Lilith debiste quedarte con Eva

:: POESÍA ::

Poesía ecuatoriana reciente II



El periodista y poeta Javier Lara Santos, desde Quito, nos trae una segunda entrega para su serie de autores de Ecuador. En esta oportunidad, Cristina Pavón Burbano.

Selección y comentarios por Javier Lara Santos (@JLaraSantos)


Poesía ecuatoriana reciente II


Con economía de lenguaje, Cristina Pavón logra versos de una fuerza desgarrada. El yo, aquí, es parte del cuerpo del poema, como extrapolación, como autora y como personaje. Referencias e influencias de autores universales aportan a su trabajo un acopio sutil y ciertas veces en ciernes. La calidad es inminente, hay que decir que la visión de la poeta tiene el brío de la juventud, a veces, con tonos contemplativos.



HUÉRFANA
A Georg Trakl
Padre,
La noche está herida, gime como un animal
Y las huestes del tiempo huelen mi miedo.
En la superficie oscura los cántaros se parten
Derramando la sangre de los pájaros.
En la aldea de la huérfana,
Los niños se marchitan ante la voz de un dios sodomita.
La niña viento
Busca dormir en los campos.
Oye cómo los ángeles lloran desplumando sus alas
En un sacrificio de amor.
Hay un lugar en tus ojos, padre,
Donde las lámparas de aceite alumbran,
Cubres con hojas de otoño mi desnudez
Y el agua se tiñe de luna
La huérfana danza en los negros arbustos
Que coronan tu frente.
Padre
Mi cuerpo rueda en el campo de rastrojos
Mientras la lluvia negra comienza a caer.*
Desde la tumba, padre,
La novia del viento nos cantará a los dos.
Padre,
Detrás de mí
Los dementes muertos hieden.
Asaltaré el bosque
Para buscar a la huérfana y a la hermana que perdiste.
Padre, lloverás siempre en mis ojos…
 Llora la huérfana,
           La huérfana
                Es mi espejo
Padre, arroja mi cuerpo a las parcas
Para que tejan la nueva humanidad con mi carne.
a



*Referente a un verso del poema De Profundis de Georg Trakl.
a



LAPSUS
“el azul es la luz que yace en el interior de lo oscuro” 
Heidegger
Despídete del sol mientras se desmaya sobre el agua
                                                                            El mar es más azul por la noche
Corté la cabeza de varias sirenas
Y nada me mostró el oráculo
Sólo brotaron algas de sus gargantas,
Y peces bicéfalos que amenazaron arrebatarte de mi lado.
                                                                             Luz escondida bajo las aguas
Lo apacible
(dejó de existir)
Lo femenino
(soy yo)
Lo pálido
(la difunta yo)
Lo humano
(mi carne)
Lo mortal
(el cuerpo)
Lo oscuro
(el corazón)
Lo dorado
(el sol)
Lo viril
(otra vez el sol)
Lo hostil
(tu recuerdo)
Lo extraño
(yo también)
Lo soñado
(el mar)
Lo sufrido
(el amor)
La muerte,
La muerte es inocente
Más inocente que un no nacido
Ella
Asiste de mi mano al funeral del sol
El mar guardará la ceniza de mi voz
El mar guardará al sol de la muerte
El mar guardará a la muerte del sol
                         El mar
Esconderá
                            Mi luz.
a


SOLARIUM
Para olvidar es necesario el sol.
Y casas hechas de aire
Casa de techos de aire y paredes de sol
Así, prefiero ser yo
Y ser carne, para poder llorar
Con un sol azul colgado de mi tímpano enfermo.
Me llaman las voces columpio
En la procesión de los niños perdidos
Solo en ese momento entiendo que la vida es
Un conjunto de espejos deformes.
¿Por qué no nací árbol?
Yo quiero raíces grandes que se hundan en las cavidades rosas del corazón de la tierra
Pero soy yo
Y soy sol
Y miro, desde arriba
Desde la ventana húmeda de la soledad
A los alienados.
Me aburro,
Me aturdo,
Me…
Me pierdo.
                           Mejor pensar en mis lunares.
El camino de lunares que se intercepta en mi ombligo,
Donde los peces más bellos, nadan.
                          Mejor pensar en la lucha de un cuerpo dentro de otro cuerpo
Por la vulnerabilidad,
Pensar que el odio se expande fácil y frío por el torrente sanguíneo.
                          Creer que para olvidar es necesario el sol.
¿Cuándo murieron mis ojos y
Por qué no los enterraron?
Están tan secos que los habitantes de mis pupilas migraron.
Para olvidar es necesario el sol
De preferencia el sol azul
Que cuelga de mi tímpano en-fer-mo.
a


EL SECRETO DE ADÁN
Lilith debiste quedarte con Eva
Eva, debiste quedarte con Lilith
Tonta disputa
Por un hombre que las traicionaba a ambas
Y se acostaba con Dios.
OBSCURITAS
Han raptado la oscuridad, la llevan caminoabajo.
Dos pies que llevan a un solo camino,
caminoabajo
sendas, miles, pero solo un camino; caminoabajo.
¿Qué hacer cuando el espejo niega haberme conocido?
                                                Susurro…s
voces equivocadas corren por los pabellones de mi oído
caminoabajo por mi oído se resbalan
¿Serán mil conciencias extraviadas que no lograron encender la luz?
NO ENCIENDAN LA LUZ
Caminoabajo,
                      yo
                            abrazo
                                        lo negro.
Cabezabajo mira el cielo
CABEZABAJO se ve mejor
Oscuridad, no es falta de luz
                                         (oscuridad es infinito)
oscuridad es lo que somos
oscuridad es
                         lo
                              que
                                    somos
Caminoabajo                                              .
la copa de la locura derrama su aceite sobre las cabezas
que no encuentran sus cuerpos,
cuerpos que (caminoabajo) flagelan espaldas
de niños caníbales.
Madre oscura, que no te maten
virgen de la noche, que no te violen
doncella negra, que los sauces cuiden de ti
¡Oscurana no he de negarte, tú exististe siempre!
Antes que él
                  antes que él
                                    y antes que Él.
Caminoabajo,
en la cocina de mi cabeza se cuecen las más deliciosas perversiones
en mi útero reptan mil serpientes ansiosas por salir y engullir a la luz
                                negar la oscuridad,
                                                          es negarse a sí mismo.
Ósculo a la madre negra, madre de los silencios
guardiana de los sepulcros…
caminoabajo
rescata la oscuridad,
la que nos fue negada
cuando un imbécil dijo:
“hágase la luz”
aa



Cristina Pavón Burbano (Ecuador, 1991) Nació en Quito. Estudió periodismo de la Universidad Tecnológica Equinoccial. Varios de sus poemas fueron publicados en Polución, Antología de poesía ecuatoriana-salvadoreña y en las revistas PataSalada, Matapalo (en Ecuador) y Mutantres (Lima, Perú). Es parte de la editorial independiente “Murcielagario Kartonera.” Su primer poemario está en proceso de edición. Se desempeña como locutora, productora y guionista. Realiza textos periodísticos para revistas de su país. Es editora general y del área cultural de la revista Supay, proyecto creado por ella y varios colegas como una oportunidad para el periodismo joven independiente.
*


Tomado del blog de Eterna Cadencia