martes, 25 de abril de 2017

Sus manos corrigen el error que la luna produce


¿Cómo ama una mujer?

 Por Miriam Cairo
* Las Marosas
Hay mujeres que aman como Marosa.
Diablas de diversos tipos y colores. No es necesario detenerse y preguntarse de dónde salen porque se nos imponen ante los ojos en un entrechocar de nácares, de tacones, de espuma.
Las llamadas 'catalinas' son de ojos azules y pestañas muy largas.
Las 'lorenas', con pechos exuberantes en bandeja; dulces tartas caídas para acabar con el hambre en el mundo.
Las 'juanas' se pintan las uñas de las manos y de los pies. Se embarazan muy fácilmente. Hacen dulce de higo con los hijos hervidos en azúcar.
Estas diablas están a las veras de los tazones de porcelana transparente y de las inminencias. Son de diversos tipos y colores. Las hay con cabello trenzado y con cabellos de niebla.
Las hay azucenas.
Las hay suplicantes.
Las hay perdidas en su propia casa.
Las hay nacidas con tacos altos, rojos, finos, precedidas por una jauría de perros invisibles.
Las hay morenas.
Las hay prohibidas.
Las hay desmelenadas que caen sobre los labios de los hombres como diamelas.
Se ven sus carnadas de diablos en los árboles, en las bocas de tormenta, en los postes de luz, en las cucharas de té, en el revoltijo hechizado de los agapantos. Los cebos de sus malignidades cuelgan del anzuelo del día y de las redes el anochecer.
Las muy diablas caminan por las calles de la ciudad como gladiolos travestidos de personas.
Las muy diablas suspiran.
* Las Giocondas
Hay mujeres que mueven los hilos de la marioneta con el talento de Gioconda Belli. Gatunamente enrolladas en la cama, siguen paso a paso las fórmulas de su mentora. El muñeco se les acurruca en un nido prefabricado de besos, tacatá, tacatá,
y de palabras, tacatá, tacatá,
y lo alimentan con un panal de miel rancia hasta desmentirlo,
tacatá, tacatá,
hasta hacerle vomitar diminutivos espeluznantes,
tacatá, tacatá,
que atontan los sentidos, tacatá, tacatá,
y horadaran el huequito,
tacatá, tacatá,
despacito,
tacatá, tacatá,
hasta el bosquecito de arbustos, tacatá, tacatá,
ese lugarcito apretado,
tacatá, tacatá.
Estas diosas lujuriosas enseñan al muñeco a caer una y otra vez en todos los lugares comunes, tacatá, tacatá, guiadas por su mentora, tacatá, tacatá. Son los corceles del amor, tacatá, indómitas gacelas, tacatá, tacatá, ariscas yeguas, tacatá, tacatá,
la poesía estupefacta,
casi muere, tacatá, tacatá.
El juguete dopado de obediencia, construye el castillo de arena y abre la puertecita por donde la arisca yegua se amansa, tacatá, tacatá, como un ama de casa, tacatá, tacatá, y una vez adentro del palacio cambia los frenesíes del amor por el melodrama, tacatá, tacatá.
Ascendentes, salientes, entrantes en todas las direcciones posibles, las mujeres diminutivas se instalan como un corazón suplementario. Y la asfixiada marioneta tiene por futuro morir ahogada en su propio esperma, tacatá, tacatá.
* Las Cheever
Hay mujeres que aman como Cheever, nadando contra corriente, flotantes y encendidas, sin que el orden de sus asuntos les impida incidir en los asuntos del mundo.
Sus cabezas son nubes a la hora de la desnudez cabeza abajo.
Sus pies vienen de un país visitado por un sueño reciente y sus manos corrigen el error que la luna produce.
Un polvillo de azúcar sobre la frente les da una blancura de esmeralda, amatista o misterio.
Son mujeres que aman con un pie en la confusión y otro en las tormentas.
Con un pie en la ternura y otro en el espejismo.
En la absoluta inmovilidad del tiempo y del espacio, siguen hacia delante porque saben que en este siglo no pueden detenerse.
Las mujeres que aman como Cheever les temen a los diminutivos.
Les temen a los anzuelos.
Les teman a los estribillos.
Les temen al subconsciente de Gioconda Belli. Les temen al subconsciente de las marionetas. Al subconsciente de los Reyes Magos. Al subconsciente de Dios. Al subconsciente de las indómitas gacelas.
Con qué esmeril, con qué esmeralda, con qué esmero corren peligro las peligrosas mujeres que temen a los diminutivos.
Las mujeres que aman como Cheever están en alguna parte del aire, debajo, o detrás, o del otro lado de las sombras, en puntas de pie sobre el límite sobrenatural de las cosas, o sobre una pluma de cisne.
Es casi imposible que las mujeres que aman como Cheever no atraigan la mirada de los lectores de Cheever, que las distinguen entre la multitud con destreza desesperada.
Así es.
El fenómeno de las mujeres en sí es inquietante, porque todas coinciden en el mismo mundo, como los animales medio dormidos coinciden en la selva con los animales medio despiertos.
cairo367@hotmail.com

Un mesías hembra, sobre este caldo de mortales semivivos

Psicodelia pura
 

1.

Se estiran como lobos arcaicos, como ideas estúpidas sobre terrores ergonómicos, eludiendo el último hálito de conciencia que pudiera modificar el recorrido de la mano, la construcción del discurso. Pero de todos modos, lo que nunca será está ahí, llega y toca la olla astral llena de muchachas del montón, vivarachas y crédulas, con el miedo hidrogenado y la adrenalina explosiva, a tal hora.

 

2.

La escena planetaria.
La nube luminosa.
Cuántas mujeres que bien alumbran cientos
o miles de tentáculos,
mientras sus atontados vientres
implosionan algo gordo,
algo profundo,
algo tuerto,
casi ciego.
Una nueva teoría del Big Bang
penetra.

3.

Mediodía casi entero, casi vivo, como muchachas en baldíos que se hacen el favor, unas a otras y otras, en todas partes, fuertemente, en  intimidad extensa, opuestas a la retórica sexual desplazada de sueños.

4.

Las luces rojas se ven desde lejos.
Siembran el pánico.
Tanto se evapora lo sublime.
Es de rutina.
Nadie puede decir que no vio a las muchachas de los baldíos en el impulso de rebolear una aparición, un mesías hembra, sobre este caldo de mortales semivivos.

5.

De una manera u otra, terrible silencio que pasa de castaño a oscuro. Dulce eclipse de agua y terror que orbita toda la noche, yendo a la fosa del día salvaje en el que la madre mata, bomba hijo, hijo madre, hombre contra hombre, a rabiar, a rabiar, todo muera, todo muera. Que muera todo otro.

6.

Los peces rojos van y vienen sin aire, a medio cocinar, esperando que se abra un portal a lo largo de un seto de sombras y espinas, cerca de un salvajismo anterior a la vida.

7.

Un templo espacial.
Alas, y después, el cuerpo
lleva viudas sus gallinas al rebaño
y cambia la cosecha
pero las cosas ficticias
salen a sus anchas.
Ellas también tienen derecho a volar.
En un soplo destellan a su gusto
todos los platillos que practican
ese deporte violador, 
cuando ya la devastación no es más que ese todo.

8.

Pero ponientes madrugadas tal vez hayan envenenado el rayo bélico de la tarde, tan antiguo como el tiempo que naturalmente llega al verbo y también al pequeño escarabajo subacuático, abrazado a la pierna azul de la luna.

9.

Apenas víbora ávida
de soledad humana
consecuencia esencial del ser,
o más aún,
del no ser,
la niebla tambor.

10.

El corazón sí responde con besos de diente a diente, descongelándose como un pulpo gigante, temblando en el crepúsculo. En tal día, de repente late muy de prisa y ni siquiera sabe llamar a una puerta. Pero late. Suelta su pequeña encina
con una lengua azul
que titila
en cierta postura aureolada

11.

Semántica que hurra, que aúlla, a pesar de la ilusión única, forma de ser que atañe y vencerá.
De repente, sus disfraces de esperanza propia o de algún otro, se llenan de pelos de muchachas y de lenguaje ahora demasiado visible y demasiado tarde.

12.

Debe deslizarse lentamente sobre la superficie vacilante. Ojalá golondrinas de este mundo necesario. Y eso. Descifrar signos en el alma de quien descuida regar sus sueños. Escribir en el refugio antiaéreo, pa‑pa‑pa‑pá, o sea que no ahora, sino siempre, pa‑pa‑pa‑pa‑pá, escribir, escribir, escribir para construir un refugio antiaéreo.

cairo367@yahoo.com.ar

miércoles, 12 de abril de 2017

En el agua que es su piel y al mismo tiempo

NACIÓ EN MENDOZA EN 1972. PUBLICÓ LOS LIBROS: ÁSPEROS ESMEROS (COLECCIÓN FENIX, ED. DEL COPISTA), DUELO (ED. EN DANZA), VIAJAR SOLA (ED. ABEJA REINA), LA ISLA -TERCER PREMIO DEL FONDO NACIONAL DE LAS ARTES EN POESÍA 2009- (ED. BAJO LA LUNA) Y LA HIJA DE LA CABRA, PRIMER PREMIO DEL FONDO NACIONAL DE LAS ARTES EN NOVELA 2011(ED. BAJO LA LUNA).

VIAJAR ES COMO JURAR
Los tigres de bengala resultaron
amables, pequeños y seriales
suaves y fríos de fina cerámica
con fauces abiertas talismanes
dorados, alegres, banales
cualquier camino es útil
para evitar hundirse
en el mar bramante
cardumen empetrolado
motos de acero y plástico
destilando carburantes
envidiamos la estela azafrán
de los budistas tan vaporosa surge
desde sus espaldas, mirá, mirá
cómo el sol dibuja aureola y preña
cabeza y nuca de los hombres calmos.
Hoy de cenar quiero wong-tang humeante
tan delicioso y apesta mezclado
con el hedor del agua fétida en los canales
tantas veces grité fue por las ratas pero nada
dije al taxista cuando murmuró aterrado
son cientos los campos minados
el cuerpo resiste en el viaje
sin palabra mientras el viejo auto
devora bicicletas y los bueyes
y los hombres se ofrecen a cargarnos
sobre sus propios hombros de uno
a otro lado.
Ya comienza el año del dragón
y cientos de parejas tienen cita
para unirse en matrimonio.
Nacerán varios millones este año
anuncia el tendero
nada hay como tener un hijo dragón
dice él que es serpiente.
Contemplamos fijamente a esos esposos
con sus caras de astro y ademanes lentos
aunque en minucias nos regodeamos
las costureras y sus bordados
o si el tigre de fuego quedará
-en la espalda del kimono negro-
estampado tal cual lo dibujamos.
No existe Saigón, Ho Chi Minh
es lo que vemos
pero el mismo mar vegetal
con sus nueve dedos
el Mekong de bosques densos
y vacas esqueléticas o rutas derramadas
como lágrimas o suturas toscas
entre arrozales en los que un millar
de mujeres cosecha de rodillas
tan quietas, parece
que alisaran el campo de arroz
en vez de rastrillarlo.
Un viejo trae su balsa colmada de naranjas
sin tener que llegar por fin ni nunca
a tierra firme, una suave reverencia
al de la canoa mitad hombre mitad vertebrado
y allá viene esa mujer parecida a un tiburón
la gorra amarilla es la aleta
en el agua se abre paso, en el agua
que es su piel y al mismo tiempo
las escamas del cuerpo del río mismo.
Se desplazan hacia el intercambio
sin palabras
uno lleva flores, el otro hojas de palma
y ella bananas.
Habrá que rendirse al extravío
rezarle al sol y andar sin miedo
también es posible estar aquí
y al fin irse igual a quien no estuvo
ni surcó este Kraken plateado.
Viajar es como jurar
siempre es posible hacerlo en vano.
POESÍA ARGENTINA / BUENOS AIRES POETRY

lunes, 3 de abril de 2017

Insisten las cosas hasta tal punto en perderse

3 febrero, 2010 

Elizabeth Bishop – El arte de perder

por Fernando Pérez


Este poema de Elizabeth Bishop (1911-1979) me fascinó a la primera lectura. Creo que el contraste entre la vulnerabilidad desde la que habla y la impecable ejecución formal, aliadas, son una excelente muestra de las mejores cualidades de su obra poética. Intenté varias versiones: la primera conserva la métrica y rima, lo que me obligó a alterar algunas de las imágenes, la segunda se ciñe lo más posible a la sintaxis de Bishop y al significado del texto, la tercera intenta recuperar algo de su apariencia oral. Creo que es esencial al poema la tensión entre el juego pueril, en apariencia tan inofensivo, de la rima o el verso y la tristeza de su contenido o, mejor, que es sólo gracias a su transposición a un plano casi musical es posible decir este tipo de cosas sin caer en melodramas. Germán Carrasco incluyó, en su libro Calas, una variación de este poema que me pareció muy acertada al escucharla. Al pensar en la distancia entre el texto inglés y mis tres intentos, me digo que la traducción es también un arte como el que describe Bishop.

ONE ART
The art of losing isn’t hard to master;
so many things seem filled with the intent
to be lost that their loss is no disaster.

Lose something every day. Accept the fluster
of lost door keys, the hour badly spent.
The art of losing isn’t hard to master.

Then practice losing farther, losing faster:
places, and names, and where it was you meant
to travel. None of these will bring disaster.

I lost my mother’s watch. And look! my last, or
next-to-last, of three loved houses went.
The art of losing isn’t hard to master.

I lost two cities, lovely ones. And, vaster,
some realms I owned, two rivers, a continent.
I miss them, but it wasn’t a disaster.

– Even losing you (the joking voice, a gesture
I love) I shan’t have lied. It’s evident
the art of losing’s not too hard to master
though it may look like (Write it!) like disaster.



El arte de perder



El arte de perder no cuesta tanto
irlo aprendiendo (insisten las cosas
hasta tal punto en perderse, que el llanto

por ellas dura poco). Y el espanto
por perder algo cada día, rosas
que se deshojan, horas, llaves, cuanto

pueda ocurrírsele a uno, no es tanto.
Practica entonces perder más, y goza
el ritmo de la pérdida, su encanto:

pierde ciudades, nombres, y en Lepanto
pierde una mano, un destino, una moza:
nada de esto será para tanto.

Perdí el reloj de mi madre, y el manto
con que cubría mis hombros, la loza
en que tomaba el té, pero igual canto.

Perdí mi tierra, mi rumbo y aguanto
de lo más bien tanta pérdida. Es cosa
de acostumbrarse: no, no es para tanto.

Perderte a ti, por ejemplo, tu encanto
y tu cariño perder, dolorosa
prueba sería, pero nunca tanto
(aunque parezca condena espantosa).

* * *

Un arte

El arte de perder no es difícil adquirirlo.
Tantas cosas parecen empeñadas
en perderse, que su pérdida no es un desastre.

Pierde algo cada día. Acepta el tumulto
de llaves de puertas perdidas, la hora malgastada.
El arte de perder no es difícil adquirirlo.

Practica entonces perder más aún, y más rápido:
lugares, nombres, y el sitio al que se suponía
que viajarías. Nada de esto será un desastre.

Perdí el reloj de mi madre, y -¡mira!- la última, o
penúltima de tres casas que amaba se fue.
El arte de perder no es difícil adquirirlo.

Perdí dos ciudades, ambas adorables. Y, más ampliamente,
algunos sitios de los que era dueña, dos ríos, un continente.
Los echo de menos, pero no fue un desastre.

-Hasta al perderte a ti (la voz bromista, un gesto
de amor) no habré mentido. Es evidente que
el arte de perder no es demasiado difícil de adquirir
aunque parezca por momentos (¡Escríbelo!) un desastre.

* * *

Este arte de perder

No, no es difícil adquirir el arte de perder:
hay tantas cosas empeñadas en
perderse, que su pérdida no importa.
Pierde algo cada día, acepta el río
de llaves que se pierden, horas malgastadas.
No, no es difícil adquirir el arte de perder.
Practica entonces perder más, más rápido:
nombres, lugares, ¿para adónde ibas?
Ninguna de estas cosas es desastre.
Perdí el reloj de mi madre, y -fíjate- la última
o la penúltima casa querida que tuve.
No, no es difícil adquirir el arte de perder.
Perdí mis dos adoradas ciudades, e incluso
algunos sitios de los que era dueña, dos ríos, un continente.
Los echo de menos, pero no es un desastre.
-Incluso si te pierdo a ti (tu voz bromista, esos gestos
que adoro) no habré mentido. Es obvio
que el arte de perder no cuesta ni tanto adquirirlo
aunque por momentos parezca que (¡escríbelo!) sí es un desastre.




Tomado de http://www.letrasenlinea.cl/?p=153