viernes, 29 de enero de 2016

Mi voz se escucha mientras venís para la escuela


Dos poemas de Maria Lucesole:
Una alumna me dijo que mi voz se escucha mientras
venís para la escuela en camioneta por la calle de
tierra, cuando yo les pregunté si esta hablando muy fuerte.
Con los alumnos del campo leemos poesía de campo.
La poesía de la ciudad no le gusta a ninguno, y a mí
estando en el campo, tampoco.
La misma alumna que viene en camioneta me contó
que tuvo que salir a mirar el atardecer para comprobar
que la poesía que le di para que leyeran hablaba de
ese momento del día.
ES POSIBLE GUARDAR UN SECRETO
DURANTE UNA ETERNIDAD SIN SABERLO
De haber caminado entre el pasto largo
y sobre caminos descascarados donde vuela la tierra
mientras caen dos o tres gotas calientes
que son absorbidas enseguida por el suelo
y de ver y oír los mismos mosquitos
que van a quedarse todo el verano,
todas las tardes
antes de todas las lluvias
que no van a caer,
aprendo a dejar de interpretar al mundo y la naturaleza.

lunes, 25 de enero de 2016

Cuando era niña solía correr detrás de los conejos

RITA GONZALEZ HESAYNES


La cena de los monstruos




Esa noche vinieron los monstruos a buscarme.
Les destrocé la tráquea y los fui amontonando
en un trance salvaje en la cocina.
Afilé las cuchillas, despellejé los cuerpos
y herví su carne en grandes ollas grises.
Por las habitaciones circulaba un aroma
siniestro y delicioso. Sobre un mantel a cuadros
con cubiertos de plata los devoré en silencio
y fueron agridulces los bocados, lo juro,
algunos tenían sabor a viaje y a trofeo y a brote,
otros a grillos muertos y teatros vacíos
y todo lo comí, como si no hubiera
otro pan en el mundo.

Porque acaso no haya otro pan en el mundo
que los monstruos.
















Cuento de hadas


“Wer reitet so spät durch Nacht und Wind?
J. W. Goethe – Der Erlkönig


Cuando era niña solía correr detrás de los conejos
Abandonado el libro sobre el césped silvestre,
corría con mis demonios siguiendo a la aventura
con la mente absorbiendo cada hectárea de bosque, cada lirio entreabierto
Detrás de los conejos y detrás de los lobos corrí cuando era niña,
los vi devorarse en las encrucijadas y entendí que era bello,
salí con mi canasta en busca de una réplica
cuando hubiera bastado apenas un espejo para reconocerme
No me faltó crueldad ni amor por los puñales:
cuántas veces entreví mis zapatos empaparse en un charco de linfa
saltando la soga del ahorcado,
pisoteando el velo de un ensueño nupcial
Recorrí países imaginarios en un carromato de gitanos,
países terrenales en convoys con baulera y aire acondicionado,
me encerré en la ciudad con vidrios de glacé
esperando que una bruja caníbal o algún príncipe anfibio
succionaran el opio de mi aorta hechizada.
Incluso la demora se ha tomado su tiempo
Extraño a los conejos. Aúllo con una garganta de medusa
ahora que estos tobillos no saben conducirme a ningún sitio
ni siquiera a una caverna roída por el musgo
lejos de los candelabros y las melodías cortesanas
No acudirá Tristán a esta gruta de parquet y tubos fluorescentes;
es preciso danzar ante el coro de todos los amantes traicionados por reinas
hacer llover la bilis de los muertos rugiendo entre las llamas
con mis manos cadavéricas que se aferran aún a los columpios,
a las habitaciones de la infancia donde una cuna tiembla
y asciendo por los aires hasta verme dormir sobre una almohada tensa,
rígida de la sangre de las madrastras de los cuentos y las heroínas de tragedia,
el lenguaje inhumano de las fábulas carcomiendo la alfombra,
los ojos de los osos,
el odio de los genios,
las manzanas mordidas brillando entre las lápidas tejidas por la sífilis,
las agujas narcóticas hilando sin cesar su red para hedonistas,
una sirena ahogándose en el living,
gigantes encadenados a su tosca avaricia,
el abrazo final de Madre Nieve,
este disfraz de plumas y alquitrán que me seduce desde las pasarelas,
este cabello que crece como la hiedra en torno a mi rascacielos de marfil
Hay un cuerpo que duerme y no ha cumplido su quinto aniversario,
-una muñeca de trapo, de desechos ancianos y galaxias extintas-
que se asemeja a mí remotamente. No había aprendido todavía
la postura del cisne; me bastaba graznar con entusiasmo
cerca de los estanques, pidiéndole al rey elfo que me lleve consigo
al corazón de la tormenta
¿Quién reposa, ella o yo, en un lecho olvidado,
en una camilla ciega, en una celda tapizada de leones?
Cuídense de estos ojos plagados de chacales,
estas orbes custodiadas por garras y arenas movedizas,
no pregunten qué duerme en la canasta de incitante vaivén,
a qué sabe esta carne de princesa difunta
Sigo un rastro fantasma de migas de pan,
orejas de caballo, las entrañas de una criada húngara
derramadas tantas centurias antes de mi nacimiento
Lúcida o sonámbula, si he de transcurrir
que sea persiguiendo a los conejos,
besando a los dragones,
compartiendo con lobos el vino de las hadas
antes de que ella despierte y yo desaparezca para siempre
entre las calabazas.






Rita González Hesaynes (1984).


Fuentes: De lo que no aparece en las encuestas. 
              Los más improbable.
                Porque tiemblan.

Y aquí tras la ventana la eternidad entera se desnuda

Aria


RITA GONZALEZ HESAYNES



levántate, amor mío
ven a la ventana
mira caer la lluvia sobre el pueblo
escucha estremecerse el ramadío
canta con todas las criaturas
el aria de la vida
déjame asir tu mano
es corto el día
pronto se aquieta el pájaro
una oscura fragancia se apodera del mundo
alguna vez contemplamos un rostro
y comprendimos la hondura de la muerte
el rostro del estanque
el rostro de esta lluvia
tu rostro entre los rostros todos
ninguno de nosotros ha de perdurar
y aquí tras la ventana
la eternidad entera se desnuda
para quien tenga los ojos del eterno

tantos cristales hemos fabricado
tantas lentes complejas
tantos caleidoscopios y vitraux
para filtrar la luz ilimitada

incluso entre nosotros
se levantan ventanas, amor mío

qué más puedo decirte
acércate, levántate
mira caer la lluvia
con violencia en el pueblo
y más allá silencio
y más allá galaxias
y más allá una oscura fragancia
se apodera del mundo
en todas partes está la eternidad para el eterno
y nosotros apenas una lluvia que cae
para el amor que observa en la ventana

qué angustiosas y bellas nuestras vidas
las historias, las artes que apañamos
para declamar nuestra existencia
–ah, la magna ironía–
qué más puedo decirte sino
ven, acércate, amor mío, a la ventana
mira caer la lluvia sobre el pueblo

Pasillos de aeropuerto de un universo trunco

Tercer padre


RITA GONZALEZ HESAYNES



en todas las familias hay milagros
y secretos funestos

incluso en ocasiones son el mismo

de tres padres nací
de papá, de mamá y del niño muerto
que duerme en la maceta del jardín
profundamente

ese hermano mayor
me acompañó sonriente
al umbral de la vida
como si hubiera ido
a un aeropuerto oscuro
a despedirme

había solo un asiento
en el ferry del mundo
y él dejó que yo, la hermanita
se sentara
y observara las nubes
el vientre fabuloso de mi madre
los perros en el pasto
los tractores

¿quién tuvo que quedarse para que yo naciera?
hace ya tanto tiempo que no estamos en la misma estación
hace ya tantas vidas
pero aquí nadie más ha de conocerlo
y nadie sabe cómo alzaría la vista
para ver los aviones
ni con qué decisión se abriría paso
en las calles terráqueas
ni con qué exacto método
comería su manzana

hija soy de los vivos y los muertos
y en mí cantan
todos los átomos que soltaron sus manos
de la gran ronda cósmica
para integrar el cuerpo que les habla

no me esperaba el río caudaloso
no me esperaba el trueno
no me esperaba el cura que me ungió
con aguas consagradas
yo misma no esperaba las caricias del aire
la traición de la isoca
el guardapolvo blanco contra el frío
la desnudez al borde de las lámparas

era a él que esperaban

de ese tiesto donde yace enterrado
brotó un tallo
y más tarde las hojas
aletearon al cielo
para sorber la luz

en ese arbusto terco y diminuto
contemplé desde niña la fuerza de mis brazos
dichosos con sus bíceps y epidermis y venas
y lo supe mi hermano

y en el embrión disuelto
en el lago de tierra
donde esa planta hundía sus raíces
vi a mi padre, el tercero
que recorre sonámbulo
pasillos de aeropuerto
de un universo trunco
para que yo cantara
entre los vivos.

La niña destrucción se presentaba al mundo

Lo que pasa en el cielo



RITA GONZALEZ HESAYNES

Vuela el pájaro y trae la muerte que viene del cielo,
aterriza el meteoro y trae la muerte que viene del cielo.
Nunca ha existido salvación,
comprendieron quizás los dinosaurios antes de extinguirse.
Miles de kilotones y milenios más tarde,
Sophie levantaba los brazos hacia el blitz en Whitechapel
como rezando entre luces navideñas,
entre petardos cada vez más feroces:
al amanecer todo el barrio un pesebre
donde la niña destrucción se presentaba al mundo.

Alguna vez el Sol va a tragarse la Tierra,
nada más natural hay en el cosmos. Si hay salvación
es la del cedro que reconoce sus vetas en la viga.

Lleno de sangre está el pájaro radiante
que sobrevuela para siempre Hiroshima,
lleno de posibilidades su graznido,
su mierda fungiforme, su prole de leucemia.
Prolifera en secreto el ave roc,
en Pakistán sus ojos, sus ojivas en India,
o el pájaro trueno de New Mexico
que ruge su atómica amenaza
en las profundidades del desierto
hacia todos los frentes extranjeros.

Vuela el dragón y trae la muerte
en canasta de llamas;
era sabiduría popular en tiempos
de la espada y de la hoguera.
Como brotes de magia acaecían las piedras,
las antorchas, las flechas encendidas
sobre las murallas, la maldición mecánica
de las catapultas y no llovía más que angustia
en los graneros. Tan hermosa, tan cruel es la llovizna.
Tantas balas llovieron sobre Bélgica
tanto napalm sobre los vietnamitas
tanto pesticida en el cereal pampeano
tantos cañonazos sobre la Costa de Oro
tantas manos tiznadas de esperanza
elevamos frenéticos cuando el peligro acucia.
Dicen los textos considerados santos
que cayó azufre ardiente en Sodoma y Gomorra
y el Diluvio aniquiló a las criaturas hijas del amor
y del instinto. Será que nunca ha existido salvación.
El dromon bizantino condenaba al infiel
en un incendio químico y aún hoy
los mesiánicos drones liberan sus Hellfires
sobre la piel del Islam

Vendrán desde la altura las langostas, los enjambres robóticos,
la inmigración marciana, los dioses ancestrales cefalópodos 
aliados en su hambre de un trozo de planeta,
sin contar el granizo, el huracán,
las tormentas eléctricas sobre las torres telefónicas
los vuelos kamikazes sobre las torres corporativas
Todo lo acontece sobre la bestia humana
la que da a luz y ríe y pela una naranja
la que contempla aterrada su destino
y alza la vista hacia la divinidad incomprensible
de la muerte.
Vendrán luego los cuervos y microbios
a actualizar la biósfera transformando felices
nuestra carne en arbustos de frutos amigables,
en el nogal que extiende, como Sophie, sus brazos hacia el cielo,
en sus nueces y en la ardilla mutante que devora las nueces,
en cada camada mejor que la anterior,
mas precisa, más hermosa de la hermosura verdadera.

domingo, 17 de enero de 2016

Un pájaro oscuro


JAULA



Un pájaro oscuro se me ha metido al pecho
Es ciego
Torpe
Y cristalino
No conoce las ventanas de mi cuerpo
se estrella con recuerdos y sonidos
su aleteo me está dejando sorda
me está dejando muda
y por mis pequeños ojos se va filtrando el aire, la saliva, la sangre emplumada
quizás me he convertido en jaula
en espejo que engaña
en árbol sin retorno
tal vez el pájaro no existe
y es solo la tristeza
tal vez yo soy el pájaro
y el cuerpo es el tuyo.



*
Alejandra Lerma (Cali, Valle del Cauca, Colombia, 1991)
en Trébol de cuatro hojas, 2013
http://emmagunst.blogspot.com.ar/…/alejandra-lerma-3-poemas…
Ilustración de Alejandra Acosta

martes, 12 de enero de 2016

Una casa que arde

Elena Anníbali


Ya no soy una mujer silenciada...




ya no soy una mujer silenciada, puedo
hacer lo que quiera
ya no puedo echarle la culpa a un hombre
al trabajo
a la falta de tiempo o dinero
¿querés escribir? –me dije–
vas a escribir, entonces,
sin quejarte
sin victimizarte
y cuando puedas
donde puedas
es así que entre las 7.30 y las 9.0 de los domingos,
antes de entrar a mi segundo trabajo
me siento en el bar y lo hago:
un ejercicio solitario y un poco clandestino
por una hora y media mi cuerpo es una casa que arde
el caleuche
la casa de los locos
las ventanas dan al infierno
el patio, el corredor con geranios
dan al infierno
después me pongo el uniforme
y la que fui por un rato
me saluda por las ventanas
el muñón, la cabeza ardida
y soy otra
y soy otra




Elena Anníbali (Oncativo, Córdoba, 1978), La casa de la niebla. Ediciones del Dock. Buenos Aires. 2015.