lunes, 21 de febrero de 2022

Quiere ser piedra

 

La poesía no es una declaración jurada
La poesía no se escribe en formularios
La poesía está hecha de muerte.
Tiene prohibida la entrada en las casas bien puestas:
sucede que el jugo de sus cadáveres estropea las alfombras.
La poesía está hecha de vida.
Tiene prohibida la entrada en los edificios:
sucede que el olor a sangre, sexo y sudor
altera el ánimo quebradizo de los señores consorcistas.
La poesía está hecha de sueños.
Tiene prohibida la entrada en las oficinas:
sucede que su viento desordena los papeles,
su lluvia los deshace y su fuego los quema.
La poesía no es un hobby de domingo y ni siquiera
sirve para eludir la intemperie.
La poesía no es un juego de salón:
arruina las fiestas,
los almuerzos de trabajo,
las cenas íntimas.
Especialmente complica el día si se la lee al amanecer.
Mi poesía, en particular, es mejor que la de algunos hombres
pero debo mandarla a la tintorería
a que le quiten las manchas de menstruación.
Mi poesía, en particular, tiene prohibidos los balcones
y también las cornisas:
sucede que siente atracción por el vacío y, sobre todo,
sucede que ama el riesgo.
Mi poesía, en particular, se pudre en los floreros:
sucede que trabaja sin descanso en su propia destrucción.
Se niega a ser adorno.
Mi poesía me hace quedar mal.
Es agresiva. Es contradictoria.
Mi poesía no está sana.
Respira, cruje, hace ruidos molestos.
Busca hablar de la duda y sus tropiezos.
Mi poesía miente porque miente la vida.
Mi poesía sufre desilusión.
Porque está hecha de preguntas y no encuentra respuestas
no avanza, no progresa.
Pobre mi poesía, ha perdido la fe,
quiere ser piedra.



de "Flor azteca", 1991.