lunes, 14 de noviembre de 2022

Con los cachetes del culo marcados

 Daiana Henderson, Sin título (Irse, 2018) 


Lu, esa noche que estábamos 

en un patio interno de baldosas 

rodeadas de ventanales y ese techo:

 la masa compacta de nubes 

a punto de desprenderse, trac, 

como escarcha de freezer. 

Con los cachetes del culo marcados 

por la chapa perforada sobre la que nos sentamos, 

no hubo palabras sonoramente enfatizadas, ni 

arrepentimientos que se hacen voz en la consciencia del tiempo, ni 

grandes ideas o frases de notoria elocuencia o definiciones 

de experiencias particulares que pueden 

universalizarse en el cerebro del otro. 

No hubo nada, diría alguien, pero al pasar dijiste 

algo sobre la falta de cotidianeidad 

y de cómo nos llevaba hacia una vida ficticia. 

Eso me impactó, pero no me daría cuenta 

hasta días más tarde. Como siempre 

unos temas derivaron en otros 

sin absoluta coherencia o continuidad. 

La última vez –dije– que estuve 

en este patio… y una irrupción: 

vos sabés que yo soy muy… muy… y no salió nada, 

pero cuando iba a ponerle encima 

un parche sintáctico cualquiera 

vos me hiciste un gesto como diciendo te espero 

y tras unos segundos de rotar 

ese caramelo sobre el paladar paradigmático, salió: 

propensa 

propensa 

soy muy 

propensa a ver estrellas fugaces 

y la gente se enoja mucho 

cuando ves una estrella fugaz y ellos no. 

Hubo relatos ejemplificadores, hubo risa 

y después nos quedamos calladas 

pero antes o después, o en algún momento 

vos ibas a decir eso casi sin notarlo, 

como un muchas gracias, 

lo de la ficción, 

y no sé si antes o después o todo el tiempo 

estuvimos calladas observando 

y siendo observadas por 

ese cielo hecho pedazos y si pudiera 

hacer pasar esa noche 

una estrella fugaz sobre nosotras 

te juro que lo haría.




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