lunes, 3 de abril de 2023

Multiplicaba las plantas como levadura

 una tarde entera me llevó

sacarlos de sus macetas negras
y trasladarlos a unas más grandes y robustas
no podía diferenciar cuál era cuál ¿cuánto tardamos
en entrar en relación? pedí ayuda
para entender sus hojas
los veía blandos, desconcertados
en el invernadero del campo, mamá
multiplicaba las plantas como levadura
entendía la temperatura necesaria de la tierra
los mensajes en el color de sus hojas
curaba con paciencia la embichada, se movía
en esa fauna natural como si fuese una más
como si oyera el lenguaje silencioso de las plantas
nosotros la seguíamos, entusiastas
cortabamos envases para alojar a las que vendrán
porque siempre vendrían más
ella, sumergida en ese mundo desaparecía
entre la tierra, el sustrato y el compost
en ese ciclo tibio de crianzas, guías y despedidas
no parecía frustrarse con los finales
acariciaba la muerte con sus rulos espumosos
exultantes entre la luz de esa nave bajo tierra
que destellaba entre sus plásticos, el agua
y los nuevos tallos, entrar ahí
era traspasar al portal de la humedad
donde otro orden marcaba el pulso, salíamos
cuando la tarde caía, agotados, con las uñas
cubiertas de barro, rosados, hambrientos y en pleno
estado de conmoción, habíamos sido
parte del proceso del mundo; las lombrices
nuestras amigas y creamos hogares
para que semillas despierten
cada tanto volvíamos a visitar
y cosechábamos novedades
algunas habían resistido la helada y otras
habían caído en el campo de la batalla
nos entristecíamos pero mamá decía
que es parte de la vida y siempre algo
se va perder para que otro brote tenga espacio
como ella era la diosa de ese reino, sus palabras
nos calmaban y olvidábamos pronto las heridas
ahora veo los doce plantines
intentando ser algo en la altura
sobre pilas de cemento, en un espacio
expatriado, desconocido y una mujer
que los mira desde la ventana por la noche
y los saluda, como la niña que volvía cada tanto
a ver sus crianzas en el invernadero del campo y sé
que algunas van a caer y otras
cargaran mas fuerzas para desplegar
sus hojas, y eso también es escuchar
el murmullo de las plantas





*
(Río Cuarto -zona rural-, Córdoba, Argentina, 1985)
Reside en Buenos Aires

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